Extra I: un nacimiento inusual

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Las cosas estaban ocurriendo de una manera más tranquila, aunque Lexie seguía pasando por su duelo después de haber perdido a Cielo, comenzaba a ver la luz al final de todo y cuando lo olvidaba, solo tenía que mirar hacia su panza de casi nueve meses para recordarse que debía seguir adelante.

Desde el día que volvieron de Italia, Lexie con Adán se mudaron a la casa de Gianluca y Giovanna y la convivencia entre ellos había ido bastante bien. Adán solía llevarse muy bien con los niños —siempre fue muy apegado a su hermana— y fue por eso que no le costó nada adaptarse a vivir con Venecia y Oliver e incluso se ofrecía a cuidarlos de vez en cuando. Al igual que a Lexie, a veces se le llenaban los ojos de lágrimas al escuchar la risa de Venecia porque sus mentes les jugaban una mala pasada haciéndoles creer que en cualquier momento también escucharían la de Cielo.

A pesar de eso, nunca se habían sentido tan acompañados y apoyados como en esos últimos meses y Nick también solía pasar casi cada día por aquella casa. Después de dos meses ya dejó de ser un invitado y lo trataban como si viviera ahí también, solo que por las noches —bastante tarde— volvía a su departamento que lo esperaba vacío.

Ese día, Lexie había ido al supermercado con Venecia y Giovanna a hacer las compras de la semana. A nadie le gustaba que Lexie, tan avanzada en su estado, hiciera ese tipo de cosas que la agotaban demasiado y ella insistía en que estar embarazada no era lo mismo que estar enferma pero cuando en medio de uno de los pasillos, sola con Venecia, comenzó a sentir un dolor bastante fuerte que reconocía muy bien, se arrepintió de todas sus palabras. Giovanna había ido a buscar un par de cosas para que fueran más rápido y lo peor era que Lexie había olvidado su teléfono en casa.

—¿Lezzzzie? —preguntó la pequeña espantada al ver la mueca de dolor de la mujer—. ¿Qué tienes?

Lexie se intentó enderezar y poner su mejor sonrisa para no preocuparla, consiguió dar unos pasos mientras le decía que no pasaba nada cuando no lo resistió más y tuvo que doblarse mientras se llevaba una mano al estómago y sin quererlo soltaba un grito de dolor, captando un par de miradas curiosas justo en el momento en el que el saco amniótico se rompió y corrió entre sus piernas.

Lezzzie, ¿te hiciste pis? —Venecia en su inocencia no entendía nada, a ella ya no le pasaba eso casi nunca y no comprendía cómo es que a Alexia sí, si ya era adulta.

—No pasa nada, Nessie, ¿recuerdas el pasillo al que fue la tía Gi?

—Síp.

—Necesito... que la vayas... a buscar, por... favor —su voz era de suplica así que la pequeña salió corriendo a buscar a su tía mientras una señora se acercaba a Lexie para ayudarla.

Giovanna llegó corriendo donde ella con Venecia en sus brazos porque no tenía tiempo de esperar los lentos pasitos que daba su sobrina. Al haber pasado solo hacía dos años por algo similar, ya que ella se encontraba sola cuando a su hijo le dio por nacer, la ayudó y le dio ánimos para que intentara llegar al auto con ella. Una ambulancia demoraría demasiado.

Un hombre bastante corpulento que iba pasando de casualidad, se ofreció a cargar a Lexie hasta el auto mientras Giovanna no soltaba a su sobrina. Una vez dentro y luego de haberle dado las gracias a todos los que las ayudaron, Giovanna se dispuso a conducir a la mayor velocidad permitida hacia la clínica más cercana mientras gracias al moderno teléfono que tenía, pedía en voz alta que llamara a su hermano.

—¿Gi?

—¡Clínica Davis, ahora! —el grito de Giovanna sonó demasiado agudo seguido de un quejido de Lexie.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—¡El bebé! Vamos en camino, deja todo lo que estés haciendo. ¡Vas a ser papá, Luca! —su hermana estaba fuera de sí, pasando de la desesperación a la emoción en un segundo pero Gianluca no respondía—. Por favor, dime que no te desmayaste.

La vida sucede (LIH#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora