Capítulo 82: Cuando la vida sucede [PT.2]

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Lexie se puso a llorar desconsoladamente frente a Giovanna, estuvo tan cerca de alcanzarlo pero lo había perdido nuevamente.

—Necesito encontrarlo, Gi. Necesito decirle.

—¿Decirle qué?

—Que estoy esperando una hija de él.

—¡Debes viajar ahora! —La rubia no pudo evitar sonreír levemente al notar que Giovanna ni siquiera dudó de la paternidad de su hermano.

—No puedo hacer eso.

—No es tan difícil, te puedo dar las instrucciones para encontrarlo y sea felices comiendo perdices.

—No puedo tomar un avión y cruzar un océano, no puedo dejar a mi hijo solo.

—Lex, Adán tiene a su padre, se puede quedar un par de días con él. Ya está grande, sobrevivirá.

—¿Qué pasa si ya no me quiere?

—Eso es imposible, Lex. Créeme que lo que menos quería hacer era irse, solo lo hizo porque pensó que no podría tenerte nunca más pero no sabes lo feliz que se pondrá cuando lo sepa. Tiene que ser rápido antes de que sus cosas sean enviadas definitivamente a Italia. Es más, llamaré hoy mismo a la compañía para que cancelen el envío.

Lexie terminó por convencerse y volvió a su casa decidida a hacer la locura más grande que había hecho en la vida por amor. Habló con Adán y con Nick y ellos lo entendieron, así que con ayuda de Giovanna, compró los pasajes más cercanos y económicos que encontraron y dos días después, Lexie se encontraba elevándose a los cielos y viendo su ciudad haciéndose más y más pequeña a medida que el avión ganaba altura.

Giovanna le había dado toda las instrucciones para llegar sin perderse. Una vez que su avión aterrizara en Madrid, debía tomar otro hacia Roma y cuando llegará ahí, debería ir a la estación Termini y tomar un tren hacia Florencia que era la ciudad en que los padres de Gianluca vivían. Se quedaría con ellos unos días antes de mudarse definitivamente a Roma cuando encontrara una casa para él y su hija.

Después de casi veinte horas de vuelo y otras dos más en un tren, Lexie llegó al hotel Ramada Florence Center y al fin pudo darse una ducha. Tenía una acumulación de líquidos impresionante en sus piernas por lo que luego de salir de la ducha, se quedó con los pies en alto apoyados en la pared. Estaba muy cansada y decidió que por tomar una pequeña siesta no iba a pasar nada malo, después de todo, el viaje había sido agotador y Gemma también debía de estar cansada. No podía correr el riesgo de que algo malo le pasara.

La pequeña siesta resultó alargarse y cuando Lexie despertó ya era de madrugada. Se dijo que no importaba, que dentro de la mañana podría ir y lo mejor de todo era que sus piernas estaban a punto de volver a tener su tamaño normal.

Cerca de las diez de la mañana, salió del hotel rumbo a la casa de los Maccioni, no sabía cómo comenzar pero ya no había vuelta atrás, había atravesado medio mundo para llegar hasta ahí, para ir a buscar al amor de su vida de quien nunca debió separarse. No se iba a acobardar a último momento.

El taxi la dejó justo en la gran casa que le había mostrado Giovanna en fotos y dio un largo suspiro antes de atreverse a tocar el timbre. En su mente, ella esperaba que Gianluca le abriera la puerta y la abrazara, por lo que se sintió un poco decepcionada cuando Amaranta abrió la puerta.

—¡Alexia! —exclamó la señora bastante sorprendida y la abrazó con fuerza—. Esto si que es una sorpresa.

—Fue algo improvisado. ¿Cómo está?

—¿Qué importa cómo estoy? Estás buscando a Luca, ¿no?

—Sí.

—Bueno, en estos momentos no está en casa. Puedes esperarlo aquí o puedes encontrarlo en el cementerio que está a unas siete cuadras de aquí, llevó a Venecia a ver a su madre después de todo este tiempo lejos.

Lexie le agradeció a la madre de Gianluca las indicaciones claras que le dio sobre cómo encontrar el cementerio y la tumba de Irina Maccioni. Fue por eso, que se le hizo tan fácil encontrarlos y una sonrisa se formó en su cara al verlo abrazar con tanto amor a su hija, cualquier miedo que pudo haber tenido, se desvaneció. Ese hombre era demasiado bueno y tal vez no se lo merecía pero lo necesitaba a su lado.

—¿Puedo sentarme con ustedes? —preguntó a espaldas de él, quien se dio vuelta de golpe creyendo que se estaba confundiendo o imaginando su voz pero no, ahí estaba ella. Con un abrigo rojo y un gorro a juego cubriéndola del frío de enero, su gran amor, tan hermosa como siempre se encontraba frente a él y se veía radiante a pesar de todo lo que estaba pasando.

—¿Qué haces aquí? —se puso de pie para quedar a la altura de ella sin atreverse a acercarse demasiado.

—¿Recuerdas la última vez que hicimos el amor? ¿Cuando nos despedimos?

—Claro que lo recuerdo, ¿cómo podría olvidarlo?

Lexie no dudó más, todo iba a salir bien. Le tomó una de sus manos y se la llevó al abdomen mientras notaba el momento exacto en que él lo comprendía y sus ojos se volvían a iluminar. Esa fue la única respuesta que necesitaba para dejar que un par de lágrimas cayeran por sus ojos y dijera:

—Sorpresa.

—¿Estás...?

—Sí, y sé que tal vez pueda ser confuso pero te aseguro de que es tuyo.

—Eso nunca lo puse en duda, amor.

Gianluca tomó la cara de Lexie con su mano libre y la acercó a él para besarla como deseaba hacer hacía tantos meses, cinco para ser exactos. La beso con una pasión que creyó nunca más volvería a experimentar, solo se separaron al escuchar los aplausos de la pequeña y recordaron que estaban acompañados. Gianluca besó la frente de Lexie con ternura antes de tomar en sus brazos a su pequeña hija, quien parecía feliz de ver a la rubia y no tardó en estirar sus bracitos hacia ella para abrazarla.

—¿Escuchaste eso, mi Nessie? —preguntó él a su pequeña, estaba radiante, había renacido. Venecia solo sonrió sin saber qué era lo que realmente pasaba—. Vas a tener un hermanito.

—Hermanita, la verdad —le corrigió Lexie y él se emocionó más todavía—. Gemma.

—¿Gemma? Es un nombre precioso.

Con Venecia en sus brazos, la volvió a besar sin importarle nada más, ese iba a ser un día que recordaría por el resto de su vida. Justo cuando se había resignado a perder a la mujer que amaba, apareció frente a él con otra mujercita a la que también estaba seguro que iba a amar hasta el último de sus días sin importar qué pasara en medio de todo eso porque así eran las cosas. Cuando la vida sucede, no hay nada que se pueda hacer más que seguir adelante, como si fuera una rueda que no se detiene y con la que tienes que rodar para poder lograr al fin ser feliz. 

La vida sucede (LIH#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora