Capítulo 32: Negligencias médicas

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Eran las siete de la tarde cuando Lexie salió de su casa con sus dos hijos hacia la de Gianluca. Se había puesto un vestido negro que había comprado unos meses atrás pero que aún no había estrenado, era ajustado y le llegaba unos pocos centímetros arriba de la rodilla; se veía increíble. Jo había estado asesorando su vestimenta y maquillaje por FaceTime, así que no tenía ninguna inseguridad, sabía que si se hubiese visto mal su amiga se lo habría dicho sin dudarlo; era su forma de ser.

Se estacionó frente a la casa del médico y respiró profundo antes de bajarse, lo de conocer a su madre aún la tenía muy nerviosa. Gianluca los salió a recibir y se quedó maravillado, como siempre que la veía.

—Estás preciosa —le susurró al oído cuando se saludaron de un casto beso en la mejilla.

—Feliz cumpleaños —Lexie aprovechó de abrazarlo—, otra vez.

—Cada vez se pone mejor.

—Hola —saludó la pequeña con energía.

—Hola, ¿cómo se ha sentido mi paciente favorita?

—Muy bien —levantó su dedo pulgar y luego apuntó a Adán—. Él es mi hermano.

—Adán, ¿no? —el médico estiró su mano hacia el chico, rogando para que no la rechazara.

—¿Gianluca? —se dieron un apretón de manos a modo de saludo.

Gianluca los invitó a pasar y se encontraron con Giovanna, Venecia y el bebé en la sala, no había rastro de su madre aún, lo que en cierto modo tranquilizó a Lexie.

—¡Lexie! Que alegría volver a verte —Giovanna la abrazó.

—Lo mismo digo —cuando se separaron Lexie les presentó a sus hijos—. Ellos son Adán y Cielo.

—Un placer conocerlos al fin. Son igualitos a ti.

La pequeña Venecia corrió a abrazar a Lexie y luego a Cielo, antes de que las dos comenzaran a jugar con unas muñecas.

—Lex —llamó Gianluca, quien estaba con una señora a su lado—, ella es Amaranta Maccioni, mi madre.

La señora perfectamente arreglada no aparentaba la edad que debía tener y de lejos podía notarse el gran parecido que tenía con sus dos hijos.

—Encantada de conocerla —las palmas de Lexie estaban sudorosas y tuvo que limpiarlas disimuladamente en su vestido.

—Luca nos ha hablado mucho de ti —dijo la señora en un tono neutral, no sonreía pero tampoco parecía molesta. Lo que según Gianluca era una buena señal, cuando alguien no le agradaba a su madre, no disimulaba—. ¿Ellos son tus hijos?

—Sí.

—Te ves bastante joven. ¿A qué ed...?

—Mamá, ya basta —interrumpió Gianluca—. ¿Por qué no pasamos a la mesa y terminamos con este interrogatorio?

La cena estuvo tranquila, Amaranta y Giovanna de vez en cuando contaban alguna anécdota que avergonzaba a Gianluca pero él lo dejaba pasar solo porque le gustaba ver a Lexie reír con las cosas que decían. Parecía ir yendo todo demasiado bien, la rubia parecía haberle agradado a su madre y eso era casi un milagro.

Fue cerca de las nueve, cuando toda la tranquilidad se acabó y frente a los ojos de todos, Cielo cayó desmayada. Lexie no tardó en saltar de su asiento y arrodillarse frente a su pequeña hija, seguida de Gianluca.

—¡¿Cielo?! —decía mientras tocaba su cara sin moverla mucho. Estaba desesperada—. ¡Cielo!

—Tranquila, no la muevas —el médico le tomó el pulso a la pequeña.

La vida sucede (LIH#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora