Capítulo 47: Reencuentros

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—¿Quién quiere helado? —preguntó Nick, levantándose de la mesa con una sonrisa.

—¡Yo! —respondieron emocionados Cielo, Adán y Lexie también.

—Eso pensé.

Comenzó a servir en copas el helado y luego siguieron con ese almuerzo familiar como aquellos que hacía mucho no tenían. Cielo hablaba animadamente sobre su amiga de quimioterapia, Lucy y todos notaban que Adán se sonrojaba un poco cada vez que oía el nombre de la chica.

—Adán la invitó a tomar un helado el lunes —anunció la pequeña emocionada.

—¿De dónde sacaste eso? —preguntó su hermano quien ya parecía un tomate.

—Escuché cuando se lo dijiste, no soy sorda.

El chico se tapó la cara con ambas manos, era imposible que su hermana escuchara algo y no lo contara, igual que cualquier otro niño de cinco años.

—Entonces, ¿tendrás una cita el lunes y no nos pensabas contar? —preguntó Nick enarcando una ceja y sonriendo.

—¡No es una cita!

—Claro que lo es —intervino Lexie—. Debes llevarle flores.

—¿Qué? No. Solo somos amigos.

—¿No te gusta ni un poco?

—No, ni un poco.

—Está bien, vuelve a decírmelo cuando te lo creas.

Con esas últimas palabras, Lexie terminó de torturar a su hijo con el tema de Lucy y siguieron comiendo el helado. Luego de un par de horas, Lexie volvió a su departamento solo con Cielo ya que Adán quería quedarse el resto de fin de semana con su papá. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que tuvieron una noche de chicos y lo extrañaba.

Al ver a Cielo cansada, Lexie se acostó con ella y ambas durmieron una pequeña siesta, abrazadas. Cerca de las seis, ambas ya estaban despiertas y Lexie decidió levantarse para esperar a su amiga, que a diferencia de ella era muy puntual.

El timbre sonó cuando aún faltaban quince minutos para la hora acordada lo que hizo sonreír a la rubia, su amiga cada vez era más impaciente. Pero cuando abrió la puerta no se encontró con Jo, sino con otra rubia que la miraba de los pies a la cabeza.

—¿Alexia Brooks? —preguntó con nerviosismo.

—Sí, ¿quién eres tú?

—Isabella... Tu hermana.

Lexie retrocedió un paso, era imposible que la reconociera ya que la recordaba como la niña de once años que era cuando su madre se la llevó, ni comparada con la mujer que tenía en frente. Quedó muy sorprendida pero estaba segura de que su madre la había enviado a convencerla de que la dejara volver a su vida.

—Ya hablé con Caroline hace unos días y le dije todo lo que pensaba, nada de lo que me digas me hará cambiar de opinión.

—No vengo a hablar de mamá —aclaró su hermana con rapidez—. No la veo desde que me fui de casa hace seis años.

—¿Te fuiste?

—Sí, es una larga historia. Espero que no me odies, yo no tomé la decisión de alejarme.

—No podría odiarte, solo tenías once años —tanto los ojos de Lexie como los de Isabella se llenaron de lágrimas—. Pensé que nunca volvería a verte.

—Yo tampoco, no sabes lo mucho que me costó encontrarte.

Lexie se acercó y ambas se abrazaron, hasta ese entonces eran dos desconocidas, dos extrañas que compartían solo la sangre pero ambas estaban dispuestas a olvidar el pasado y volver a conocerse.

Entraron al departamento y Lexie le ofreció un café para que conversaran. Luego se sentaron e Isabella le comenzó a contar algunas cosas, como que cuando cumplió los dieciocho años ya estaba aburrida de su madre, que no dejaba de criticarla y le restringía todo. A su colegio llegó un chico alemán de intercambio y se enamoró completamente de él, tanto así que apenas tuvo la edad legal para salir del país sola, se escapó con él.

—Pero supongo que no todas las historias tienen finales felices —recordó triste Isabella—. Como era de esperarse, terminé con el corazón roto y sin un lugar donde vivir, tuve que buscar un trabajo y sobrevivir por un tiempo hasta que me estabilicé. Por nada del mundo iba a volver con mamá.

—Siento mucho oír eso.

—No es para tanto, ya han pasado cuatro años de eso. Ya casi no duele. ¿Qué hay de ti?

—Bueno, no es que la vida se haya portado muy bien conmigo tampoco —soltó una pequeña risa seca—. Ya debes saber que tuve mi primer hijo a los quince años, me casé a los diecinueve con el padre de mi hijo y a los veintitrés tuvimos a nuestra segunda hija. Dos años después nos separamos y no nos volvimos a hablar hasta hace un par de meses, ahora estamos viviendo una situación bastante fuerte como familia y supongo que entre todos debemos dejar de lado los rencores y apoyarnos. Es lo único que nos queda.

—¿Puedo preguntar por esa situación?

—Hace un mes y medio le diagnosticaron leucemia a Cielo, mi hija. Mi mundo y el de mi familia se vino abajo, estamos intentando seguir pensando positivo pero es muy difícil.

—Oh, Alexia. Lo siento muchísimo. Desearía que no estuvieras pasando por todo esto —la abrazó con fuerza y era increíble lo mucho que la reconfortó ese gesto—. Puedes contar conmigo para lo que necesites.

—Gracias, este último tiempo han aparecido varias personas que no veía hace mucho tiempo para apoyarme y siento como si alguien me las estuviera enviando. Es lindo saber que tengo personas con las que puedo contar en las situaciones difíciles.

—Es bueno que te des cuenta de que no estás sola, y yo tampoco me iré a ningún lado, no ahora que te encontré.

—¡Mamá! —apareció Cielo con el teléfono pegado a la oreja—. El tío Gianluca te está llamando.

Lexie se disculpó con su hermana y tomó el teléfono para contestar.

—¿Es un mal momento? —preguntó él al escuchar cómo se disculpaba con alguien.

—Nunca es un mal momento cuando llamas. ¿Cómo estás?

—Bueno, un poco cansado. La clínica era un horror, hubo un accidente de bus en una de las carreteras por lo que fue día bastante movido pero ya voy a casa.

—¿Quieres venir a cenar? Quiero presentarte a alguien.

—¿Debo asustarme? —preguntó él bromeando.

—No, pero te advierto que también vendrá Jo y tal vez los mellizos y Danny.

—Está bien, iré a casa a darme una ducha y voy.

—Genial, te estaré esperando. Te quiero.

—Yo también te quiero, nos vemos.

Lexie cortó el teléfono y vio que su hermana la miraba con una media sonrisa. Intentó ignorarla y le presentó a Cielo.

—¿Va a venir con Venecia? —preguntó la pequeña.

—No, princesa. Venecia se quedó unos días más en Italia con sus abuelos, solo vendrá Gianluca.

—¿Quién es él? —preguntó Isabella curiosa.

—El novio de mamá.

—Sí, estamos iniciando una relación —confirmó Lexie.

—Me alegra escuchar eso y también ver cómo te brillaban los ojos cuando hablabas por teléfono.

—Nunca creí que podría empezar otra relación —confesó Lexie una vez que Cielo volvió a su habitación—, y luego él solo apareció y cambió totalmente mi forma de pensar. También ha pasado por muchas cosas y suena tonto pero a veces siento que algo lo envió a mí en estos momentos tan complicados por los que estamos pasando. 

La vida sucede (LIH#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora