Capítulo 49: Efectos secundarios

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Los dos hombres —Danny y Gianluca—, se encontraban viendo un partido de fútbol, mientras las mujeres —Lexie, Jo e Isabella— estaban tomando un té y poniéndose al día alrededor de la mesa después de tantos años separadas y los niños jugando en la habitación de Cielo. Era un ambiente despreocupado, como hacía mucho tiempo no lo sentían, la risa de los niños, los gritos a los jugadores cuando se equivocaban de movimiento y perdían el balón, y las risas de ellas cuando Jo lanzaba alguna broma, ya totalmente recuperada de su ataque de sensibilidad.

—Tía, Cielo tiene sueño —mencionó Allie una vez que fue donde ellas—. Y yo también, mami.

—Sí, amor. Ya nos vamos a ir —contestó Jo y luego se dirigió a Danny—. Es tarde y los niños están cansados. Creo que deberíamos volver a casa. Además, Maddie lleva demasiado tiempo sola y esto también me preocupa.

—Lo que tú digas —se levantó, la rodeó con los brazos y le robó un pequeño beso. Desde el incidente de unas horas atrás, estaba de lo más cariñoso con ella.

—Tanto amor me asusta —bromeó pero luego le dio un beso un poco más largo que el anterior.

—¡No se besen! —gritaron Allie y Jay que venía llegando al mismo tiempo—. ¡Iugh!

—Esperemos que sigan pensando así a los quince años —comentó Danny riendo y guiñándole un ojo a sus dos hermanas.

Una vez que se hubieron ido, Lexie le ofreció a su hermana que se quedara con ellos por el tiempo que quisiera pero por esa noche ella se fue, debido a que ya había pagado el hotel en el que se quedaría. Al día siguiente volvería y tal vez aceptaría la invitación aunque tampoco quería molestar.

Isabella se despidió de su hermana y de su novio antes de desaparecer por la puerta. Lexie le pidió a Gianluca que la esperara unos momentos en donde estaba y fue a la habitación de Cielo para ayudarla a dormir.

—Alguien me dijo que la princesa tenía sueño —dijo con voz cantarina cuando iba entrando pero su expresión cambió al encontrar a la pequeña sentada en la cama con las rodillas pegadas al pecho y abrazándolas. Estaba triste—. ¿Qué pasa?

—Mi pelo —murmuró la pequeña con el labio inferior temblando mientras estiraba la mano y le mostraba un mechón rubio a su madre. —, se está cayendo.

En un principio Lexie no supo cómo reaccionar, sabía que eso podía pasar algún día pero no esperaba que fuera tan pronto. Cerró con fuerza los ojos para espantar las lágrimas y con una sonrisa forzada abrazó a su hija.

—No pasa nada, princesa —le aseguró mientras la acunaba y la pequeña daba pequeños saltitos por el llanto—. Ya verás que pronto volverá a crecer y será mucho más lindo.

—Voy a parecer un monstruo. Se reirán de mí.

—Eso no es así, Cielo. Seguirás siendo tan hermosa como siempre.

—No quiero ir más a la clínica, mamá. No me gusta lo que me hacen, me duele.

—Ya sé, mi vida. A mí tampoco me gusta que pases por eso pero es necesario —contestó Lexie intentando parecer tranquila aunque la última palabra sonó temblorosa—. Sé que te sientes mal después de ir pero es la única forma de que vuelvas a estar bien, de que estés sana otra vez. Eres fuerte, mi princesa, debemos seguir con esto para que podamos volver a hacer tantas cosas como antes, ¿sí?

—¿Cuándo tengo que volver ahí?

—En dos semanas, aún nos queda tiempo —le dio un pequeño beso en la frente y se separó para ir a buscar el pijama de la pequeña—. Ahora, a dormir que necesitas recuperar fuerzas. Ya verás que mañana será un día mejor.

—¿Te puedes quedar hasta que me duerma?

—Pero por supuesto, eso no se pregunta.

La vistió con la ropa de dormir y abrigó con las mantas antes de acostarse a su lado. Pasó un brazo por debajo de su cuello para abrazarla y comenzó a tararear una canción que siempre utilizaba cuando la pequeña estaba inquieta o no podía dormir.

Cielo no tardó en dormirse y Lexie volvió a acomodar sus mantas antes de salir de la habitación. Una vez que cerró la puerta, se apoyó en ella y se fue resbalando hasta llegar al suelo, con una mano intentó taparse la boca para que sus sollozos no fueran escuchados pero fue imposible; Gianluca no tardó en llegar a su lado y contenerla.

La ayudó a ponerse se pie y la llevó a su habitación para que pudiera descansar. Una vez allí, se sentó a su lado y la rodeó con sus brazos.

—¿Qué pasa? —preguntó haciéndole cariño en la espalda.

Lexie se aferraba al mechón de su hija con fuerza y se lo mostró, él supo que no debía preguntar nada más.

—No puedo con esto, está tan triste —comenzó a ahogarse entre hipidos—. Siente tanto dolor con el tratamiento, no puedo soportarlo.

—Tranquila, tienes que pensar que por más duro que sea el tratamiento es lo necesario, la única forma de que mejore.

—Ya lo sé, pero es tan injusto. ¿Por qué ella? ¿Por qué mi princesa? ¿Por qué no me pude enfermar yo? Hubiese preferido sentir el dolor de ese tratamiento mil veces que ver a mi hija así.

—Sé que es difícil, ver a los hijos sufrir es la peor sensación del mundo. Sé también que no hay palabras que te hagan sentir mejor y que ni tú ni tu familia merecía nada de esto pero necesito pedirte que seas fuerte, que no tires la toalla. Cielo necesita ver a su mamá bien para saber que todo estará bien, porque lo estará.

—¿Y si todo nunca llega a estar bien?

—No hay que pensar en eso, no te puedo prometer que todo mejorará pero si puedo asegurarte que Cielo está en excelentes manos y que ellos harán todo lo posible para que se sane.

—¿Puedes quedarte con nosotras esta noche?

—Claro que sí, me quedaré siempre que me lo pidas.

—Gracias, de verdad a veces pienso que te enviaron hacia mí para ayudarme a que el dolor no me destruya. Hasta ahora eres la única persona capaz de levantarme, de lograr que no me rinda. Si no fuera por ti, creo que ni siquiera sería capaz de levantarme por las mañanas.

—Yo pienso algo parecido con respecto a ti.

—Pero si te he causado puros problemas.

—No es así, estoy agradecido con la vida por ponerte en mi camino cuando pensé que no había más. Mi hija y tú son las únicas personas capaces de volverme al presente, de ayudarme a no estancarme en el pasado. Siempre te estaré agradecido por eso.

—Eres lo mejor que me pasó en mucho tiempo.

—Tú también.

Gianluca acunó el rostro de Lexie entre sus manos para poder besarla, ella no se resistió porque sabía que lo único que necesitaba en ese momento para calmarse era él. Siempre sabía la palabra exacta, la caricia perfecta, lo que fuera para lograr hacerla sentir mejor; para recordarle lo fuerte que era y que podía salir adelante de cualquier situación que se le presentara. 

La vida sucede (LIH#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora