Capítulo 17: Fantasmas

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Al día siguiente, temprano por la mañana llegó Nick para buscar a sus hijos como hacía todos los fines de semana. Como para Lexie no era una costumbre levantarse temprano —menos un sábado—, salió a recibirlo aún en pijama y justo como había despertado. No le importaba mucho la apariencia que debía tener, había pasado casi once años viéndola despertar con la misma cara.

—Buenos días —dijo Nick divertido viendo que aún llevaba sus pantuflas de conejo.

—¿Cuál es la gracia de levantarse tan temprano? —preguntó ella aún somnolienta y pasando las manos por sus ojos.

—Son las once, no es tan temprano— se rió al recordar que su ex esposa amaba dormir y que un fin de semana nada podría sacarla de la cama antes del medio día.

—Para un sábado, es demasiado temprano —ella rió de vuelta, lo que fue una sorpresa y luego llamó a los niños que estaban en sus habitaciones.

Ambos saludaron a su padre con alegría para después irse, dejando que Lexie volviera tranquilamente a la cama.

Esa tarde, aprovechando que sus hijos estaban con su padre decidió ir a la clínica a adelantar un poco de trabajo aunque fuera sábado ya que había estado fuera el día en que Cielo enfermó y al menos trabajar la mantendría ocupada. Cuando no estaban los niños en casa, se sentía demasiado sola y las películas románticas que veía no ayudaban demasiado.

La clínica estaba completamente vacía y con su tarjeta de trabajadora ella pudo ingresar, hacía no mucho tiempo habían cambiado el sistema de seguridad y ahora todo era digital, no utilizaban llaves. Caminó por los pasillos desiertos y se encerró en su oficina, estuvo varias horas sumergida entre documentos y datos de sus pacientes, dado que tenía tiempo puso unas cosas en orden alfabético y otras por color antes de que se diera cuenta que ya estaba comenzando a anochecer. Se dijo a sí misma que revisaría un caso más y volvería a su casa, cuando la luz comenzó a parpadear y sin darle tiempo de reaccionar esta se cortó, dejándola sola en la completa oscuridad.

Era muy raro que algo así pasara, por lo que encendió la linterna de su teléfono y decidió ir a mirar a la sala donde estaban todos los interruptores, a lo mejor alguno habría hecho cortocircuito. Era la única explicación.

Iba pasando por la oficina de Gianluca cuando sintió el ruido de cosas cayendo, fue solo en ese momento en el que se maldijo a sí misma por ser tan fanática de las películas de terror y eso le estaba jugando una mala pasada.

«Tranquila, Lex, los fantasmas no existen», se repetía una y otra vez para tranquilizarse pero no lo lograba. Se quedó pensando un momento hasta que decidió que debía entrar a la oficina, si era un asesino prefería enfrentarlo de una vez y no esperar a que él la sorprendiera y la matara antes de que ella pudiera reaccionar.

«Basta Alexia, no hay ningún asesino suelto por ahí. Entra a ver y no seas cobarde», se reprendió y claramente en su mente hubo una lucha entre si ir a averiguar qué pasaba o salir corriendo. Como siempre, ganó su lado curioso y comenzó a abrir la puerta lentamente.

—¿Hola? —preguntó casi en un susurro al entrar, pero solo sintió otro ruido aun más fuerte—. Sé que hay alguien ahí, quiero decirle que ya llamé a la policía así que más le vale entregarse.

Puso los ojos en blanco ante su «amenaza» tan estúpida y se preocupó más al darse cuenta de que nadie respondía. Un segundo después chocó con algo, o más bien con alguien y pegó un grito que fácilmente podrían haber escuchado en China.

—¿Tú? —dijo apuntándole directamente a la cara con la linterna y llevándose una mano al pecho—. Casi me matas del susto, pensé que había un asesino o un fantasma que estaba escondido aquí.

La vida sucede (LIH#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora