Capítulo 35: Incomodo

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Cuando Adán y Nick entraron al departamento esa tarde se encontraron con Lexie dormida en el pecho del Gianluca, quien también dormía en el sillón. Era la primera vez que el médico cerraba los ojos en lo que fueron dos días muy pesados y ella también.

Él fue quien despertó primero y se sintió intimidado al ver a los dos observándolos, hizo ademán de moverse y despertar a Lexie pero Nick lo detuvo.

—No lo hagas, es la primera vez que duerme en días —tanto Gianluca como Nick sabían que la situación era bastante incomoda, pero ambos estaban dispuestos a olvidarlo por el bien de Lexie—. Al fin, alguien consiguió que descansara un poco.

—Lo siento —no sabía por qué se disculpaba pero sentía que debía hacerlo—, yo...

—No pasa nada, iremos a ver a Cielo. ¿Está dormida?

—Sí.

No dijo nada más, solo se dirigió con su hijo a la habitación de la pequeña, quien estaba recién despertando. Había dormido alrededor de unas cinco horas, el primer día la dejó totalmente exhausta.

—¿Cómo te sientes, princesa? —preguntó Nick, intentando controlar el nudo en su garganta. No iba a dejar que lo viera tan destruido como se sentía, tenía que ser fuerte por ella.

—Cansada, ¿y tú?

—Yo estoy muy bien.

—¿Y por qué llorabas?

—¿Yo? ¿De dónde sacaste eso?

—De tus ojos —apuntó sus ojos con su pequeño dedo—, así quedan cuando uno llora.

—No siempre, princesa. Es solo alergia.

—¿Mamá y Adán también tienen alergia?

Era impresionante lo cierto que era eso de que los niños se daban cuenta de todo.

—Sí, ellos también —tomó aire y suspiró antes de volver a hablar—, ¿por qué no me cuentas cómo fue tu primer día en la clínica?

—Estuvo normal, creo —comenzó la pequeña y Adán no pudo soportar escuchar más por lo que salió antes de largarse a llorar nuevamente en frente de su hermana—. Todos eran muy buenos conmigo y el tío Gianluca no me dejó sola en ningún momento hasta que lo obligaron a quedarse fuera.

—¿Se portó bien Gianluca, eh?

—Sí, mañana tengo que quedarme en casa, ¿me acompañarás?

Nick sabía que al día siguiente tenía mucho trabajo por hacer pero su hija siempre iba a ser lo más importante.

—Claro.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

—Te amo, papi.

—También yo, princesa.

—Tengo sueño. ¿Te quedas conmigo hasta que me duerma?

—Todo lo que quieras.

Se acostó a su lado y la abrazó, la pequeña no tardó en sumergirse en un profundo sueño y él se quedó a su lado más tiempo del necesario, observándola, sin poderse creer todavía que lo que estaba pasando era real. ¿Por qué ella? Era solo una niña; su niña.

Unos minutos más tarde, decidió ir a ver a su hijo, sabía que lo necesitaba así que luego de arropar a Cielo, se dirigió a la otra habitación. El chico se encontraba hecho un ovillo encima de la cama, con la cabeza hundida en la almohada, intentaba ser silencioso al llorar pero no lo conseguía.

La vida sucede (LIH#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora