Capítulo 2: Culpables

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Con una botella de tequila en la mano y un pequeño vaso en la otra, Lexie le contó a Jo por todo lo que estaba pasando desde la separación con Nicolás. Jo, como mejor amiga y confidente, obviamente sabía muchas cosas acerca de eso pero no con tantos detalles. Si bien, eran muy cercanas, cuando su matrimonio se deshizo, Alexia se separó del mundo, no quería dar explicaciones así que dejó de salir con sus amigas y solo se preocupó de ser la mejor madre para sus hijos y en mantener la cabeza ocupada con mucho trabajo. Estaba tan concentrada intentando olvidar todo lo que había pasado, que no se daba cuenta de que tal vez podría conocer a otra persona que la hiciera feliz. Para ella no habrían más relaciones porque ya no confiaba en nadie, le entregó su corazón en bandeja de plata a Nicolás y él no supo aprovecharlo. Se prometió a ella misma no volver a abrir su corazón y hasta ese momento le estaba resultando. Tuvo un par de pretendientes pero hasta el más perseverante se rindió ante la determinación de esa mujer. Cuando Alexia Brooks decía nunca era nunca así que luego de un tiempo, no hubo nadie más que lo volviera a intentar.

Ese día, por primera vez en tres años se estaba desahogando como correspondía, al fin podía llorar tranquila y abrazada a su amiga. Pasaron las horas hasta que estuvieron completamente ebrias y decidieron ir a dormir un rato para ver si se les pasaba un poco la borrachera ya que en la tarde debían ir a buscar a sus hijos al colegio.

Faltaban dos horas para que sus hijos salieran de clases y comprendió que no podría ir a buscarlos, definitivamente se les había pasado la mano con el alcohol y se sentía decepcionada de ella misma. Había hecho algo muy irresponsable y no podía poner en peligro a sus hijos por una estupidez.

Sin tener otra opción y con la mente aún nublada por el alcohol, marcó el numero de Nicolás.

—¿Lex? ¿Pasó algo? —Nicolás estaba muy extrañado con la llamada y se preocupó enseguida. Lexie no lo iba a llamar para preguntarle por el clima, algo grave tenía que haber sucedido.

—Nop, ¿por qué habría de pasar algo?

—Creo que es la primera llamada tuya que recibo en tres años, disculpa si me sorprendo un poco.

—Necesito que vayas a buscar a los niños al colegio hoy.

—¿Por qué? ¿Estás bien?

—En mi mejor momento —rió Alexia irónica—. ¿No me viste ayer? Lucía espléndida.

—¿Estás borracha? —a pesar de todo, Nicolás la conocía muy bien y no sacaba nada con negar algo que él ya sabía.

—Síp —admitió intentando parecer despreocupada—. ¿Puedes o no? No me hagas perder el tiempo que se lo puedo pedir a alguien más.

—Claro que puedo puedo —respondió él malhumorado, ya estaba perdiendo la paciencia—. ¿Bebiendo a esta hora? No puedo creer lo irresponsable que eres.

—¿Irresponsable? ¿Tú me vienes a decir a mí lo que significa la palabra responsabilidad? —soltó Lexie furiosa, su enojo era evidente y no pudo contener todo lo que tenía para decir desde hacía mucho tiempo—. Si mi hijo no me odiara y culpara por todo lo que pasamos, todo esto sería diferente. Si hubieses tenido los pantalones para decirme: «hey, Lex, ya no te quiero» antes de engañarme con la primera perra que encontraste tal vez podríamos haber terminado de mejor manera. Tu hijo me culpa por algo que tú hiciste y yo no puedo aclararle que él que tiró el matrimonio por la borda fue su padre, no puedo romperle el corazón en mil pedazos y dañarle la imagen perfecta que tiene de ti. Prefiero que me odie, antes de dañar su relación contigo y eso es lo que me hace muy distinta de ti, Nicolás Johnsonn —tomó una profunda bocanada de aire y se limpió las lágrimas con brusquedad—. Los niños salen a las cuatro. Adiós.

La vida sucede (LIH#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora