Capítulo 1: Primer día de clases

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El despertador sonó y Alexia no tardó en apagarlo, prometiendo que solo dormiría cinco minutos más. Siempre fue enemiga de las alarmas y por eso era bastante habitual que llegara tarde a todos los lugares. Era una suerte de que tuviera su propia consulta o la habrían despedido ya hacía años.

Pasaron treinta minutos cuando volvió a mirar el reloj y se dio cuenta de que, como siempre se había quedado dormida. Se puso sus pantuflas de conejitos y se dirigió a la habitación de Adán.

—¡A levantarse! —decía mientras lo movía para despertarlo intentando fingir que tenía todo el ánimo del mundo—. Llegaremos tarde. ¡Primer día de clases!

—Cinco minutos más —pidió el niño, somnoliento. Alexia sonrió al ver que su hijo se parecía mucho a ella en ese sentido.

—Te di media hora, nos quedamos dormidos —le quitó las mantas de encima y le dio un beso en la frente antes de dirigirse al cuarto de Cielo.

A diferencia de Adán y ella, Cielo era más como Nick y madrugaba siempre, ese día no era la excepción. Estaba sentada en su pequeña cama jugando con unas muñecas.

—¿Cómo amaneció mi princesa? —se acercó a la cama y le dio un pequeño beso en la frente igual que a su hermano—. ¿Lista para tu primer día de clases?

—¡Sí! —respondió con una sonrisa radiante—. Pero ya no soy princesa, ahora soy grande y voy al colegio.

A Alexia le dio mucha ternura escucharla decir eso y empezó a hacerle cosquillas antes de acordarse que estaban atrasadas.

—Para mí, siempre serás una princesa.

Comenzó a vestirla rápidamente y luego se dirigió a la cocina a preparar un desayuno express. Mientras esperaba que las tostadas estuvieran listas, se sentó y su mente voló a su primer día de clases de hacía catorce años, el día en que conoció a Nicolás.

Era tres de marzo del 2001 y por primera vez en su vida, se levantó apenas sonó el despertador. Estaba emocionada por volver a clases, ya que tenía el presentimiento de que sería un gran año. Se dio una ducha antes de bajar a tomar desayuno con su madre y sus hermanos, llegó justo a la mitad del discurso de cada año de su madre y se maldijo por no haber calculado bien el tiempo para no alcanzar a escucharla.

Luego de un liviano desayuno —cuidaba más su cuerpo que cualquier cosa— y de una pequeña pelea con su hermano, salieron del departamento para dirigirse al colegio. En todo el camino no dijo ni una palabra, se puso los audífonos y se dejó llevar por la música de Britney Spears. Antes de que llegara al coro de ¡Oops! I did it again —su favorita—, su madre ya había detenido el auto frente a la puerta del colegio.

—Mamá —Adán interrumpió sus pensamientos y la devolvió al presente—, hay olor a quemado.

Eso fue lo que la sacó completamente de sus recuerdos y la hizo salir corriendo a ver las tostadas que ya no tenían arreglo. Rápidamente, tomó el cereal y la leche e improvisó un desayuno rápido ya que tenían solo veinte minutos para llegar al colegio.

Ya en el auto, puso a Cielo en su pequeña silla y Adán se acomodó en el asiento del copiloto. Para rememorad viejos tiempos, se puso a escuchar su canción favorita de Britney Spears y la tarareó durante todo el camino que había descubierto pocos meses antes. Gracias a esa ruta, en diez minutos estaban fuera del colegio.

Se bajó del auto y fue a sacar a su hija de la silla, mientras tanto Adán se comenzó a alejar sin despedirse de ella ni de su hermana.

—¿No te vas a despedir de tu madre? —Lexie no esperaba respuesta ya que venía siendo lo mismo desde hacía varios años. Solo se apenaba porque hace unos meses que parecía que el odio que le tenía su hijo se había intensificado.

La vida sucede (LIH#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora