Epílogo

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Dos años después...

Luego del nacimiento de Gemma, Lexie y Adán se fueron a vivir a la casa de Gianluca y aunque habían varios días en que Adán se quedaba con su padre, pasaba la mayoría del tiempo con su madre y sus hermanas. Giovanna por su parte, unos meses después decidió que era momento de independizarse al fin con su hijo y comenzó a buscar un lugar donde vivir hasta que Lexie logró convencerla que se mudara a su antiguo departamento que estaba inhabilitado. Además, quedaba cerca de la casa y era un lugar bastante tranquilo y bonito en donde vivir. Lexie no había vuelto a trabajar todavía por lo que solía cuidar también de Oliver cuando Giovanna consiguió empleo de enfermera en una clínica, la profesión que había estudiado pero nunca ejercido por su embarazo y la mudanza.

Fueron años difíciles, sobre todo porque la pérdida seguía siendo muy reciente, pero cada vez parecían ir adaptándose a vivir con eso.

Tal como lo habían hecho el año anterior, en el segundo aniversario de la muerte de Cielo, se reunieron en el cementerio. Lexie llevaba a Venecia en sus brazos, quien en ese entonces tenía un año más del que tenía Cielo cuando partió y aunque eso solo le traía recuerdos tristes; ella siempre la había tratado como una hija y la pequeña la veía como una madre, incluso desde hacía un tiempo había comenzado a llamarla «mamá», lo que llenaba el corazón de Lexie día a día.

Gianluca por su parte, llevaba a Gemma en sus brazos, la pequeña de un año y medio era demasiado enérgica y desordenada, algo con lo que la pareja tuvo que aprender a lidiar ya que ninguno de sus hijos anteriores había resultado ser de esa forma pero por otro lado, la bebé los llenaba de alegría al ser así. Les recordaba cada día la razón por la que salir adelante, sobre todo a Lexie que pensaba que era imposible aprender a vivir con el dolor de perder una hija, le demostró que se podía. Le enseñó que el dolor nunca se iría pero que era posible convivir con él, que era la única forma de recordar lo mucho que significó esa persona para uno, la única forma de que existiera siempre en sus corazones.

Se sentaron frente a la tumba. Nick, Adán, Phil, Isabella, Giovanna, Oliver, Tyler, Jo, Danny y los niños también se encontraban ahí. Desde el año anterior habían decidido que como tradición, en cada aniversario de Cielo harían un picnic en su honor en ese lugar y aunque a Lexie se le habían llenado los ojos de lágrimas al llegar ahí, sentía paz y tranquilidad dentro de su corazón. Esa sensación que tanto tiempo llevaba buscando, al fin la había encontrado.

—Bueno, sinceramente esta es una imagen que nunca me podría haber imaginado en la vida —comenzó a decir una vez que todos estaban acomodados, sonrió al ver que Venecia jugaba con Gemma y el cariño con la que la trataba—. No soy muy buena con las palabras, eso lo saben muy bien pero solo quiero agradecerles por estar aquí. A cada uno de ustedes, Cielo les tenía un amor incondicional y no me cabe duda que donde quiera que esté, está feliz por vernos aquí recordándola —Gianluca la rodeó con uno de sus brazos, lo que le dio más fuerzas para seguir hablando—. La vida es extraña, te da muchas cosas pero también te quita a veces lo más importante que tienes y eso es algo que nunca entenderé pero con lo que de a poco he aprendido a vivir. No sacamos nada con preguntarnos día a día qué es lo que hicimos mal o quién tiene la culpa porque cuando las cosas tienen que suceder no hay nada que podamos hacer para detenerlo, creo que muchos nos dimos cuenta de eso de una manera horrible, a golpes, pero lo importante es entenderlo al fin y perdonarnos. No voy a decir mucho más, solo quería agradecerles por siempre estar a nuestro lado acompañándonos, consolándonos, regañándonos cuando es necesario y por no alejarse por más insoportable que hayan sido los últimos años.

—Siempre estaremos al lado de ustedes, Lex —le aseguró Jo acercándose a ella para abrazarla—. Debes tenerlo claro después de más de veinte años de amistad, todos los que estamos aquí y otros que no pudieron venir, somos una familia y las familias siempre se mantienen unidas a pesar de las diferencias.

—Una familia bastante extraña —mencionó Adán, haciéndolos reír—, pero una linda familia.

Se quedaron ahí por un largo rato y a todos se les llenó el corazón de amor cuando una brisa primaveral bastante inusual hizo volar varias de sus cosas y agitó sus cabellos, para ellos eso significaba que Cielo estaba jugando con ellos, corriendo por todos lados, desordenándolo todo pero a su lado. Sonrieron con los ojos llenos de lágrimas, pero a diferencia de veces anteriores, esa vez fueron lágrimas de felicidad.

***

Horas más tarde, todos se habían ido y solo quedaban Lexie y Gianluca en ese lugar. Estaban sentados, Lexie con la espalda apoyada en el pecho de él mientras la rodeaba con sus brazos y observaban la tumba repleta de margaritas de Cielo, las flores favoritas de la pequeña.

—Creo que fue un buen día —mencionó él, apoyando el mentón en el hueco del hombro de ella—. No se puso a llover como el año pasado.

—Lo fue. Todavía no puedo creer que hayan pasado dos años y hayamos sobrevivido.

—Eso solo demuestra lo que te vengo diciendo desde hace años, que eres más fuerte de lo que te imaginas.

—Gracias por no rendirte conmigo, gracias por siempre estar a mi lado y ayudarme a ver que cada día puede ser maravilloso a su manera, con penas y alegrías incluidas.

—Y pasaré el resto de mi vida recordándotelo si es necesario.

—¿Lo prometes?

—Creo que se me ocurre una mejor forma de demostrarlo.

—¿Ah, sí? ¿Cuál?

—¿Reconoces la manta sobre la que estamos sentados? —preguntó él sonriendo y ella soltó una carcajada muy sonora, de esas que hace mucho no salían de ella.

—¿Cómo podría olvidarla?

—Bueno, ahora quiero, frente a Cielo y quien quiera que esté escuchando, preguntarte algo que debería haberte preguntado ya hace bastante tiempo.

—¿Qué cosa? —el corazón de Lexie se comenzó a acelerar cuando una idea pasó por su mente pero se obligó a mantener la calma, sobre todo cuando una cajita de terciopelo apareció en su visión periférica y luego frente a sus ojos.

—¿Te casarías conmigo?

Lexie se sintió desvanecer, lo que menos esperaba era que se lo propusiera ese día pero radiante de felicidad respondió con una sonrisa traviesa:

—Si me lo pides sobre la manta de hello Kitty, ¿cómo podría pensar si quiera en decirte que no?

La vida sucede (LIH#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora