❧ 12. Declamaciones y Reconciliaciones ☙

Bắt đầu từ đầu
                                    

Ana fue la primera en percatarse de la situación, a tal punto de que tuvo que colocar su mano frente al rostro de su amiga, para que esta regresara a la Tierra.

—Hey, disimula —susurró—. Que no sea tan evidente de que te mueres por él.

La joven pestañeó varias veces al regresar a la normalidad.

—¿Tanto se me nota?

La miró preocupada. Su amiga asintió al tiempo que hizo un gesto de desaprobación.

—Pero el resto también lo miran como babosas —añadió arrugando la frente.

Los celos por ver cómo el resto de sus compañeras devoraban con sus ojos, sin reparo alguno al tímido maestro que, en ese instante, estaba siendo rodeado por ellas, le ardían en su interior. En menos de un segundo, Rodrigo había pasado de ser un simple maestro a ser tratado como si fuera alguien famoso. El interés inusitado que despertaba en sus alumnas solo podía ser superado por el que Aira sentía por él.

La adolescente sintió unas ganas inmensas de levantarse, abrirse camino entre las estudiantes y halar a Rodrigo lejos de ellas para hacerle la petición que se moría por hacerle, mas no pudo. Era tal la cantidad de jovencitas que lo rodeaban, que se preguntó si no se había convertido en un cantante de moda al arribar a la capital para dar un concierto.

—¡Mierda! ¿Has visto cómo lo acosan esas pendejas? —habló con temblor en la voz.

Ana volteó a contemplarla. Ese tono en la voz de su amiga era comparable con el que había usado en la tienda de ropa, días atrás. Al bajar su vista, contempló cómo apretaba con tal furia la falda de su traje de marinera que, de inmediato, le hizo saber su observación al respecto.

—Ayyyy —se quejó la joven haciendo un puchero.

—Tienes que calmarte y no desquitarte con el traje, ¡que lo vas a arrugar sin haber bailado!

Aira exhaló con rabia.

—Sí, pero ¿has visto cómo lo acosan esas estúpidas? —agregó al tiempo que le indicaba con un gesto de la cabeza a Talavera.

La susodicha le sonreía coquetamente al maestro para después agarrarlo de la mano..

—¡Ah, no! Yo la mato, ¡espérame que la mato! —espetó exaltada.

Tuvo el impulso de levantarse de su silla y de encarar a su compañera, mas no fue necesario. Rodrigo, de inmediato, había retirado su mano de la de Talavera y retrocedía para dirigirse hacia otro lado del aula, seguido de su grupo de alumnas.

—Profesor, creí que no vendría. ¿Por qué no vino temprano?

—Tuve que ir al doctor por unos asuntos.

De inmediato, se prendieron los sonidos de alarma en Aira.

‹‹¿Doctor?››.

Iba a acercarse hacia él para formularle la pregunta que se moría por hacerle, pero alguien se le adelantó:

—¿Está enfermo, profesor Estremadoyro? ¿Se siente mal? —le preguntó otra de sus alumnas.

—Sobre estos temas prefiero no hablar.

‹‹¿Eso quiere decir que sí se siente mal? Porque cuando evade hablar sobre un asunto es porque es verdad››, pensó Aira sintiendo un estrujón en su interior.

—Entonces ¿eso quiere decir que está mal?

—No se preocupe, señorita Espinoza —contestó con timidez, para luego mostrar un gesto serio sobre su rostro. Se acomodó uno de los pequeños flequillos que caían sobre su frente.

Sincronías y Armonías [Saga Ansías 3]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ