❧ 8. Indecisiones y Recuerdos [Parte 1]☙

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—O sea, está bien, es un baile de coquetería y debemos mirarnos como idiotas mientras bailamos, eso lo acepto. —Volteó a observar con desprecio a Caballero. Y el toparse con el gesto de felicidad del joven no hizo más que aumentar su enojo—. Pero ¿juntar los mentones? —Abrió los ojos ampliamente—. ¿ES EN SERIO?

Su pareja de baile no pudo más y soltó una pequeña risa. Aira volteó a observarlo, como si quisiera matarlo con los ojos, pero él no se inmutó. Al contrario, José María seguía sonriéndole, como si la desafiara y quisiera decirle ‹‹De esta no te escapas››.

El señor Morales asintió.

—Soy tu profesor de danza, te lo recuerdo, y mi labor es decirles qué tipo de coreografía hacer.

—Sí, pero... ¿desde cuándo en la marinera hay que juntarnos tanto? O sea, yo he practicado danzas desde niña, hay que estar cerca y mirarnos coquetamente, sí, pero no recuerdo que debamos estar así como propone. ¡Usted está equivocado!

El maestro la miró con severidad.

—Pues aunque dices saber de danzas, en realidad no sabes nada. En la marinera hay muchas coreografías que distan de la práctica habitual que se les enseña. Por ejemplo, ¿sabías que esto que les he propuesto lo bailaron los campeones de la marinera del festival de Trujillo del año pasado?

—¿En serio, profe? —preguntó Caballero, muy curioso.

El señor asintió.

—Y por esto mismo, porque sé de la capacidad de ambos y de que quieren poner todo de sí para ganar, es que vi bien en proponerles algo poco visto para que ustedes lo hicieran.

—Gracias, profe, por confiar en nosotros —contestó José María colocando una mano sobre su frente, emulando un saludo militar—. Le prometo que vamos a poner nuestro mejor esfuerzo para bailar lo mejor posible.

El maestro sonrió ante su gesto, mas no podía decirse lo mismo respecto a Aira, quien se apresuró a reafirmar su posición.

—Habla por ti, Caballero, no por mí.

Ella observó a su compañero con fastidio. Este le dedicó una mirada de gato de botas de Shrek, para luego sonreír de manera pícara y mandarle un beso volado, de una manera tan sigilosa que el señor Morales no se dio por enterado. Esto hizo que el corazón de la muchacha se le estrujara, al recordar la ocasión que le había robado un beso.

—¡Me niego a hacerlo! —exclamó para luego mover la cabeza, fastidiada.

—Pero, Aida...

—¡Que me llamo Aira, no Aida! —masculló entre dientes.

Tenía ganas de lanzarle una cachetada a su compañero, pero por estar delante del maestro se contuvo.

—Aira, ¿quién es el maestro aquí? ¿Tú o yo?

—Usted, pero...

—¿Y quién sabe más de baile? ¿Tú o yo?

—Usted, pero...

—¿Y quién es el que tiene que darles indicaciones de cómo deben bailar?

—Usted, pero... ¿No puede sugerirnos una coreografía un poco más discreta? —habló desesperada—. No sé, como hemos venido haciendo desde el comienzo, ¿sí? Como una coreografía normal.

El profesor ladeó la cabeza y luego rodó los ojos. Luego habló con severidad:

—Mira, niña, yo no me estoy quedando más tarde de mi horario habitual de trabajo para hacer lo que tú me pidas, ¿ok? Si accedí a enseñarles es porque los de tu sección recurrieron a mí para la actuación, ¿o no?

Sincronías y Armonías [Saga Ansías 3]Where stories live. Discover now