❧ 7. Complicaciones y Demostraciones ☙

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En ese instante, su vista se topó con la de Ana María, buscando apoyo. No obstante, al igual que a Rodrigo, era tanta la molestia y los celos que le producía a su amiga el imaginarse a Aira bailando coquetamente la marinera con Caballero, que poco hizo por disimular su fastidio. Le desvió la cara e hizo como que con ella no era el asunto, y trató de concentrarse en un objetivo visual distinto al de Aira.

‹‹¿Y a esta qué le pasa?››, se preguntó confundida.

—Tienes que aceptar, Gonzáles —dijo otro alumno—. Aparte de la calificación que obtendremos por la performance, que se promediará con nuestra nota bimestral; según me contó mi hermana melliza de la sección A, si hacemos la mejor actuación, todos del salón obtendremos dos puntos extra en la nota del curso de Arte del segundo bimestre.

Un ruido de expectación se escuchó en el aula.

—¿En serio?

—¡Qué genial!

—Y yo que creí que saldría desaprobado porque nunca entrego los trabajos.

—Será mi salvación.

—Pero... —dijo Aira, quien no supo qué más añadir.

Sintió un retorcijón en su interior al seguir notando las miradas de esperanza de sus compañeros sobre ella.

—¿Es cierto o no, profesor, lo que dijo Garrido? —preguntó el delegado.

Rodrigo contempló a Aira con cierta pena. Luego le desvió la vista y agachó la cabeza al darse cuenta de que su propuesta de la actuación estaba llegando a un cauce que nunca hubiera previsto. La llama de los celos lo estaba carcomiendo por dentro, de tal manera que le provocaba gritar, chillar y mandar al diablo al delegado y a los demás alumnos por conducir a Aira a un escenario que no quería ni imaginarse en la peor de sus pesadillas.

—¿Es verdad o no? —insistió el alumno.

—S... sí —se limitó a decir al tiempo que asentía con la cabeza, todavía incapaz de encarar a Aira.

—Pero, yo... —dijo la joven levantando la voz y buscando con la mirada a Rodrigo, sin obtener respuesta alguna—. ¿Por qué yo? ¿No hay otra chica más que sepa bailar marinera? —Buscó con su vista a varias de las alumnas—. ¿Qué tal tú, Quevedo? Bailas mejor que yo...

—Mis clases en la academia comienzan mañana.

—¿Solano, tú?

—Estoy en clases de refuerzo de Geometría y de Física en la tarde. —Suspiró con fastidio—. Mis padres me obligaron a llevarlas, a pesar de que saqué doce. Dicen que mínimo quieren un catorce de mi parte —dijo con gesto de desilusión.

Aira estaba desesperada. En ese instante, sus ojos se posaron en la esquina izquierda, en donde una muchacha parecía no prestar mucha atención en lo que se hablaba. Y al recordar lo sucedido durante el mes pasado en su taller de danza, la esperanza volvió a su rostro.

—¿Y tú, Rodríguez? —se apresuró en señalar—. Escuché que el profesor te dijo el otro día que tenías mucho futuro si era que querías participar en el festival de la marinera del próximo año.

—Aunque quisiera, no puedo. —Le enseñó su mano derecha vendada—. Sufrí un esguince ayer. Estoy con descanso médico por dos semanas. No voy a poder usar mi muñeca para mover los pañuelos.

—¡Puta madre! —habló en voz alta, sin esforzarse por ocultar su preocupación—. ¿Y por qué tengo que ser yo, huevón? —dijo dirigiéndose al delegado. Este enarcó su ceja, sorprendido—. También tengo cosas que hacer como los demás, ¿ok? Solo que no me interesa contarles mi vida privada —agregó de mala gana moviendo la cabeza en dirección al resto de estudiantes—. Invéntense otra cosa. ¡No me involucren en sus tonteras!

Sincronías y Armonías [Saga Ansías 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora