❧ 3. Confusión y Desilusión ☙

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El chico volvió a observarla. Ella soltó un gran suspiro al tiempo que seguía contemplando al profesor. Enarcó la ceja al descubrir ese detalle, que para todos los estudiantes pasaría desapercibido, menos para alguien tan perspicaz como él, sumado a su interés por Aira.

‹‹Lo mira con cara de babosa. Pero, ¿qué cosa pasa aquí?››.

En ese instante, el estudiante notó un detalle que le causó gracia. Y, antes de actuar, se preguntó si, lo que haría a continuación, tendría la respuesta —inesperada para muchos, no para él, a la vista de los recientes hechos— del docente que intentaba concentrarse en sus labores.

—¿Aida?

La aludida volteó.

—Tienes un botón de tu blusa abierto —dijo inclinando la cabeza al lado de la carpeta de la joven.

Pero, antes de que pudiera acercársele más, Aira extendió su brazo derecho y tapó los ojos de su compañero, al tiempo que se abotonaba la blusa con su mano libre. Luego, habló en voz alta, y ahora sin pasar desapercibida para los demás.

—¡Que me llamo Aira, no Aida, imbécil! —Terminó de abotonarse—. ¡Y deja de verme los pechos, pervertido!

El resto de la clase, al escuchar lo que pasaba entre ambos, volteó en su dirección; se rieron al ser testigos de la enésima pelea entre Aira y José María.

—Uhhhhh. Pelea de parejita. —Soltó una carcajada un estudiante de las primeras carpetas.

—¡Esos dos ya son enamorados!

—Me parece que no. Gonzáles siempre le para gritando.

—Sí, pelean todos los días. Pero, ¿no dicen que del odio al amor hay un solo paso? A mí me parece que estos dos, tarde o temprano van acabar juntos.

El resto de la clase seguía pendiente de la pelea que se daba entre Aira y su compañero. Risas por doquier. Bromas que iban desde ‹‹¡Gonzáles, no te hagas de rogar!›› hasta ‹‹¡Ya cásense!››, se podía escuchar. A excepción de un último diálogo que retumbaba, de manera incisiva, ensordecedora y sin tregua alguna en los oídos de un joven profesor.

‹‹Sí, pelean todos los días. Pero, ¿no dicen que del odio al amor hay un solo paso? A mí me parece que estos dos, tarde o temprano van acabar juntos››.

En ese instante, cientos de textos y de charlas, en donde en un comienzo podían verse desplantes, insultos y provocaciones, para luego dar paso a preocupaciones, confesiones y emociones mutuas, golpearon en la mente y el corazón del joven maestro.

Rodrigo no pudo evitar sentir un gran ardor en su interior producto del déjà vu que tenía delante de sí. Sin proponérselo, se imaginó el peor de los escenarios posibles, el peor de los recuerdos posibles, con una pequeña diferencia: el protagonista masculino ya no era él. 

Sintió un gran apretón en su pecho. Experimentó un gran ardor en su pecho. Percibió un gran volcán en su pecho, la lava transformándose en palabras, al tiempo que decía:

—¿QUIEREN DEJAR DE HACER DESORDEN ATRÁS? ¡COMPÓRTENSE!

Un par de puñetazos sobre su escritorio, sumado a su petición de orden, se escuchó en todo el ambiente. Los estudiantes saltaron, alarmados. Pero, uno de ellos, se sintió más afectado que el resto.

‹‹Rodri...››, pensó Aira al tiempo que sus ojos buscaron suplicantes los de su maestro. Con su mirada quiso pedirle perdón, luego de darse cuenta de que no había sido el momento adecuado para su enésima pelea con Caballero.

El docente la miró enojado, transmitiéndole todos sus celos y reproches, pero en un gesto que fue interpretado por Aira de manera equivocada.

‹‹Debe de pensar que soy una revoltosa››, se dijo la adolescente.

Sincronías y Armonías [Saga Ansías 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora