XXIV: Jazmín Del Rio

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Una semana después...

Estábamos volviendo de una caminata nocturna por los lagos de Palermo. Nuestra noche, había sido hermosa, como cada momento que lográbamos compartir juntas. Cuando llegamos a su casa comenzamos a besarnos. Primero fue un beso lento, cargado de ternura y luego se convirtió en lujuria pura. Las dos sentíamos la misma necesidad de entregarnos al placer, ese placer que veníamos reprimiendo y escondiendo desde hace varios días. Sus manos me tomaron y comenzaron a acariciarme.

El roce de sus dedos era suave y firme. Subían por mi brazo con una lentitud casi innecesaria, logrando que mi respiración fuera cada vez más pesada. Mi corazón latía con tanta fuerza que creí que se me iba a escapar del pecho. Su mano se posó en mi mejilla y la acarició levemente. La oí suspirar antes de invadir con sus labios, los míos. Su boca era suave y sus labios quemaban. Sin darme cuenta solté un pequeño gemido y como si ese hubiese sido el permiso que necesitaba, sus labios atacaron los míos a modo de respuesta, venciendo mi boca de forma lenta pero segura.

La lentitud con la que nuestros labios se peleaban solo consiguió que me quedara sin aire antes de tiempo, obligándome a separarme un instante. Recuperé el aliento y con él la imagen de sus ojos verdes que no hacían más que pedirme que volviera. Y luego de tomar aire, volví. Esta vez fue un beso más profundo, más íntimo. Nuestras lenguas se veían por primera vez y jugaban al escondite. Finalmente la mordí con suavidad y ella me sorprendió lamiendo mi labio inferior para luego trazar un camino de pasión hasta mi cuello. Me arrebató unos cuantos suspiros de placer mientras bajaba por mi hombro, hasta que por fin llegó a mi clavícula. Clavó los dientes sobre ella y siguió bajando con lentitud, al mismo tiempo que me quitaba el vestido. No pude hacer otra cosa que copiar sus movimientos y decirle adiós al suyo, que cayó al suelo anticipando lo que estaba por suceder.

Si había una cama en la habitación no me di cuenta, estaba demasiado ocupada dejándome llevar por la sensación que liberaban sus labios en mi piel. Se arrodilló frente a mí, besando mi ombligo, para después de unos minutos volver a fundirnos en un beso necesitado y húmedo. Me abracé a su cuerpo y ella hizo lo mismo, dejando que sus manos se perdieran por el mapa de mi anatomía.

Gemí, bajito, contra su cuello, y me abrazó aún más fuerte, como si fuera a escaparme en cualquier momento. Sus manos me exploraron entera, durante un largo tiempo. Sus labios me volvían a atacar sin descanso, hasta que por fin se acercaron a donde tanto deseaba. Primero fueron sus uñas y luego las yemas de sus dedos hundiéndose en mis pliegues, revelando la humedad que se había creado en ellos. Nos encontrábamos sumergidas en una guerra sin fin. Ella, deseando hacerme suya por completo, yo intentando tomar el mando. Sus gemidos en mi oído me embriagaban, sus dientes atrapaban mi piel y sus dedos entraban y salían sin detenerse ni un segundo. Fue en ese momento cuando escuché su grito que me trajo de vuelta

Florencia!! Despertate!!

Miranda había entrado a mi departamento y había sido testigo de aquel momento, en el que sumergida en mis sueños me dejaba llevar por el amor y el placer...

M: Cochina!! Estas todaaa...

F: Toda que? respondí avergonzada mientras me sentaba en la cama

M: Excitada!!! exclamo largando una carcajada

F: No seas ordinaria nena! Estaba teniendo una pesadilla... Nada que ver lo que decís, mentí intentando zafar de la situación en la que mi hermana me había encontrado. Era obvio que estaba excitada. Aquel sueño había sentido tan real que mi piel aún sentía sus besos...

M: Ahhh pero te estaban matando entonces, siguió riéndo, Ay Jaz, siii, siii! se burló imitando mis gemidos y sentí como el calor y la vergüenza se apoderaban de mi.

Gusto De Vos |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora