Capítulo 46: Tempestad y mar en calma.

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Se me hizo evidente que no tendríamos que haberlas dejado subir solas, encargarse de ese cabrón solas... en fin, estar solas.

Jamás se me hubiera ocurrido que pudieran llegar al extremo de recrear alguna de las escenas más impactantes de las películas de mafiosos más famosas del mundo, pero eso no me eximía de culpa de haber dejado que subieran solas. Puede que incluso hubiera sido mejor que las acompañásemos; Scott y yo nos encargaríamos de aquella basura mientras ellas recogían las cosas de Layla. Seguro que conseguiríamos terminar antes de que llegase la poli, a la que habría llamado el dependiente del que se había hecho amigo Scott.

En el caso de que no fuera así, las cosas seguirían saliendo bien: no sería la primera noche que pasaríamos en comisaría, y a ellas no podrían hacerles nada. Layla era la dueña de la casa, las había invitado a entrar, nos había invitado a los cinco. Nosotros cargaríamos con las culpas, con todas las culpas, porque para algo éramos los mayores. Ellas se irían y nosotros nos quedaríamos.

Pero eso... este espectáculo, esta sátira de lo que habían sido, ese paso que habían terminado por dar sus mentes de "se acabó, no podemos más, se acabó", atravesando la delgadísima línea entre el júbilo y la histeria... era culpa nuestra.

Era culpa mía, por no haber dejado a Scott atrás y haberle ordenado que viniera al piso de Layla en cuanto terminara con su ligue.

Era culpa mía por no haber insistido en subir.

Era culpa mía que él la hubiera violado también esa tarde, si no, ¿por qué me habría llamado Layla, suplicándole como nunca pensé que fuera capaz de hacerlo? ¿Por qué había pasado de no oírse ni un solo grito a escucharlas chillar y ver cómo lo sacaban por la ventana, no decididas a tirarlo pero con la idea demasiado presente en la mente?

Tenía que haber intentado hacerle algo mientras nosotros estábamos abajo. De lo contrario, Eleanor no me habría mentido, diciéndome que estaba intentando separarlas y volver a meterlo en la casa cuando, en realidad, intentaba asegurarse de que ese saco de mierda andante no pudiera volver a violar a ninguna otra chica, jamás.

Scott fue a coger a Sabrae, la agarró por la cintura y tiró de ella con un brazo, mientras con el otro le tapaba la boca. La dejó en el suelo de la cocina, con la mano tapando sus constantes gritos. Finalmente, la separó para darle un tortazo.

Sabrae se tocó la mejilla en la que la había golpeado y lo miró con ojos como platos. Después, lo abrazó, se colgó de él como la hermana pequeña que era, y él su hermano mayor, se apretó a su cuello y se echó a llorar. Scott le acarició la espalda, le susurró que ya estaba, ya había pasado todo, ahora estaba a salvo, ahora él volvería a cuidar de ella y no al revés.

Diana era la que mejor estaba de las cuatro. Se incorporó, temblorosa, y me ayudó a apartar a Eleanor de su juguete humano. Le quitó el cuchillo y lo tiró por la ventana, porque no podía soportar estar un segundo en la misma habitación que ese objeto.

Eleanor pataleó mientras yo la agarraba, chilló, me maldijo en inglés y en español, me insultó en los dos idiomas, intentó alcanzarme la cara con las uñas mientras con los pies trataba de darle otra ronda de patadas al casi-cadáver del suelo.

-¡DÉJAME VENGARME, TOMMY, DEJA QUE HAGA QUE PAGUE POR ESTO!

Se escurrió entre mis dedos, y observé con impotencia cómo se arrastraba hacia él y se ensañaba a puñetazo limpio con su cuerpo. Ella también se echó a llorar. A mí, empezaron a picarme los ojos.

Chasing the stars [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora