Capítulo 39: Lacasitos con gafas de sol.

57 6 3
                                    


Al principio, Layla ni siquiera se fijó en nosotros. Me odié a mí mismo por desperdiciar la oportunidad de acariciarla una última vez, de probar la cereza de su boca, pero en el fondo supe que no merecía la pena arriesgarlo todo cuando probablemente nos quedasen menos de diez minutos metidos en el bar.

No obstante, yo me lo recriminé igual. Podía recriminarme muchas otras cosas, pero decidí decantarme por esa, ¿por qué no?

Eleanor jugó con su pajita, dio un largo trago para compensar lo poco que había bebido hasta entonces (calculando, eso sí, a la perfección lo que debería haber llevado de no ser por tener la lengua metida en otros lugares más apetecibles) y pegó su pierna a la mía.

Me acarició con el pie por debajo de la mesa, sin inmutarse, mientras Layla se hacía una coleta, se ponía medio delantal negro y miraba en derredor, buscando a quién atender.

Le sonreímos a la vez, últimamente lo hacíamos todo a la vez: excitarnos, corrernos, sonreír... ya quisiera Apple que sus dispositivos se sincronizaran a nuestra velocidad.

Se acercó a nosotros con la sorpresa dibujada en la cara. Los dos nos levantamos para darle un par de besos; también tenía madre española.

Y también era como mi prima.

Mira, igual que la que te follas.

-¿Qué hacéis aquí, tan solitos?-fue lo primero que preguntó, porque la ecuación Tommy-Scott daba como resultado una indeterminación imposible de resolver. Teníamos personalidad separada, pero para el resto de la gente éramos poco menos que siameses. 17 años convalidaban tales ideas.

-Tenía que ir a comprar una cosa, y Scott vino conmigo mientras Tommy se quedaba con Diana-explicó Eleanor, levantando la bolsa de papel y tendiéndosela a Layla, que la cogió, alzó las cejas a modo de pregunta y exploró el contenido.

No pude contener una sonrisa cuando sacó el top blanco, después de alabar el negro, y soltó:

-Uy, no, éste es mejor.

Los Payne llevaban toda la vida siendo unos sabios, y aquello no iba a cambiar en un futuro próximo. Se lo pegó al cuerpo y contempló cómo le quedaba, suspirando trágicamente.

Layla era muy alta. Y cuando digo muy alta, es "bastante más alta que yo", que tampoco soy un tapón entre los tíos. A ver, los hay más altos, evidentemente, pero la población masculina más baja que yo era superior a la población más alta.

-A mí no me quedan bien estas cosas, chiquilla, no sé por qué sigo insistiendo-musitó, devolviéndole el top a Eleanor, que lo dobló con infinito cariño (normal) antes de meterlo en la bolsa.

-Te tiene que quedar bien a la fuerza, con esa tripa que tienes. Parece una pista de aterrizaje.

-Sí, corazón, el problema es que parece una pista de aterrizaje por lo larga que es. Horroroso-suspiró, apoyando una cadera en la mesa y contemplando su vaso y mi botella-. ¿Queréis que os traiga más?

Los dos negamos con la cabeza, ya nos daría tiempo de pelearnos por quién pagaba después. Spoiler: iba a pagar Eleanor, porque "ya se sentía bastante mal por haber dejado que le comprara dos tops".

Di que sí.

-¿Desde cuándo curras aquí, Lay?-quise saber yo. Se pasó una mano por la frente mientras hacía cálculos mentales.

Chasing the stars [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora