Capítulo 13: El diablo viste de Prada.

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El anuncio de que pronto habría una nueva inquilina en casa fue una especie de pistoletazo de salida que hizo que todos los Tomlinson, tanto los que habían nacido con ese apellido como los que lo habían adquirido con el tiempo, se prepararan para la llegada de una especie de hermana que era en realidad una prima falsa.

Louis sabía que serían semanas muy intensas para él y para su familia.

Al menos, para sus hijos, según los planes originales. Que se reducían, básicamente, a ver los partidos de la Premier League antes de las vacaciones de Navidad, en la que Inglaterra se sumía en un estado de sopor del que sólo podían salir a través de fiestas navideñas, carreras por obtener regalos, y demás cosas que en el resto del año se considerarían ridículas pero que se aceptaban y casi requerían cuando la nieve comenzaba a caer.

Y ahora sus padres se veían truncados y se veía obligado a ayudar a limpiar el ático mientras en el resto de las casas se oían gritos de "gol", con una "o" infinitamente larga que no dejaba casi espacio en los pulmones. ¿Por qué Eri quería castigarlo de aquella manera? Podrían preparar las cosas perfectamente cuando llegara Diana, incluso el lunes. Sí, le encontrarían la manera de dormir en una habitación (Eleanor era la candidata perfecta), al menos hasta darle un espacio sólo para ella. Pero cuando lo hablaron Eri no había querido saber nada de las postergaciones a las que se dedicaría su marido de tener la oportunidad.

-O, si acaso, la llevamos a mi pueblo y que duerma en un establo, ¿eh, Louis? ¿No molaría eso más?-le espetó ella, negando con la cabeza, con los brazos en jarras-. A veces me pregunto si eres así de tonto o si te lo haces.

-Antes te gustaban mis sugerencias.

-¿Cuándo? ¿Antes de parir a tus hijos, o antes de comerme el marrón al que te has apuntado tú solo?-suspiró ella, dándose la vuelta y terminando de fregar los platos. Aquel día ya no habría sexo, y él lo sabía. De modo que, en lugar de ponerse zalamero, dio media vuelta, cogió una cerveza de la nevera y se tiró cuan largo era a ver qué echaban en la tele. Se negaba en redondo a ver fútbol francés, no por los jugadores, sino porque le ponía muy nervioso escuchar a los comentaristas... y porque siempre había algún "Louis" por ahí suelto que no le dejaba desconcentrarse y dormitar.

-Vas guapa si te crees que voy a perderme el partido el Arsenal por andar moviendo cajas-le espetó a la tele, animado por la cerveza. Menos mal que ella se había sentado a leer en el exterior de la casa, aprovechando la luz que todavía se salvaba del ocaso.

Por suerte, sus hijos lo habían llevado bastante mejor de lo que se esperaba. Los pequeños no habían sido un problema: les encantaban las visitas. Incluso Eleanor se había mostrado relativamente contenta con la idea (si es que había algo de alegría en su expresión concentrada en el teléfono, a través del que seguramente estaría recibiendo noticias muy importantes para el desarrollo de la humanidad). Y Tommy se limitó a cruzarse de brazos y asentir con la cabeza cuando se lo dijeron, con el ceño fruncido. Los dos Tomlison mayores supieron qué iba a decir el pequeño antes incluso de que la pregunta cobrase una forma definida en su cabeza.

-¿Va a compartir las tareas?

-Pues claro-respondió su madre-. No soy la esclava ni de la gente a la que estoy directamente ligada, ¿cómo coño voy a trabajar para alguien ajeno a esta casa?

Louis sintió ganas de protestar por la cantidad de veces que había ayudado a los chicos cuando la necesitaban, pues el pacto de sangre que habían hecho hacía años sólo requería de los servicios de él, y no de los de ella, pero se calló... porque quería conocer a Eri aquella noche. Le apetecía.

Chasing the stars [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora