Capítulo 23: Daenerys de la Tormenta.

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Tenía la misma mirada de su tía, aunque el color era el de su padre, y los ojos, los de su madre.

Pero sin duda la dureza y el cinismo, la armadura que había era de Gemma.

Inclinó la cabeza a un lado cuando terminé de hablarle, sopesando mi respuesta y decidiendo si debía tenerla en cuenta, aceptarla, o si acaso se le aplicaba a ella. Pero yo ya había aprendido, hacía mucho tiempo, mucho antes incluso de que ella fuera un proyecto, que todo se le aplicaba a todo el mundo; de una manera o de otra, pero se les aplicaba.

-Por muchos genes que tenga, sigue siendo inglés. Los ingleses sois unos estirados-se defendió, dando un sorbo del vaso que le había colocado frente a ella y vigilándome por encima del borde de éste, como si esperase un ataque por mi parte por haber insultado a todo mi país, a todos mis compatriotas, y sobre todo por haber ido a por mi hijo.

Podían ofenderme muchas cosas, pero la verdad no era una de ellas.

-¿Y yo te parezco un estirado?-me cachondeé. Me miró de arriba abajo, y luego se encogió de hombros.

-No mucho-cedió, volviendo a beber y toqueteando el vaso como aquel personaje de Mujeres desesperadas cada vez que tenía una buena mano al póker-. Tu forma de ser es más americana que otra cosa. Creo que eso influye en que te prefiera a ti a los demás.

-Así que me comporto como lo hacéis en las Colonias-dije, inclinándome hacia delante. Ella suspiró.

-Podéis llamarnos así, pero seguimos siendo mil veces más que vosotros en todo. Más fuertes, más, más poderosos... tal vez nos hicierais, pero el alumno ha terminado superando al maestro.

-Y yo no he dicho lo contrario. Un país que tiene varias franjas horarias se merece el respeto del mundo. Es por eso que Rusia está donde está.

Se le borró la sonrisa de la boca. Puede que sus padres fueran europeos, que su padre fuera inglés y su madre española y no estuvieran metidos en esos líos que había entre las grandes potencias del mundo, que todavía conservaban sus tronos a pesar de que China e India peleaban por ellos, pero seguía siendo hija de su patria, de las típicas que celebraba el 4 de Julio a lo grande, que se sentaba en el porche a ver los fuegos artificiales y que se ponía la mano en el pecho cuando sonaba el himno nacional, incluso viéndolo por televisión.

-No hay ninguna Nueva York en Rusia.

-Grecia no tiene ningún rascacielos en el top 100 del mundo, y aun así tuvo el mayor imperio de toda la historia de la humanidad.

-Mamá dice que en España hubo momentos en que nunca se ponía el sol.

Alcé las cejas, sorprendido.

-Así que Noemí que te habla de España.

-Unos genes son de ahí; tengo que conocerlos. Que no hable ni una palabra del idioma no quiere decir que no sepa que puedo venir de conquistadores, y de reyes incas, y de ancestros que fueron dioses. Eso explicaría muchas cosas.

-Y aun así te sientes atrapada en una jaula de cristal, a pesar de que puedes tener sangre inmortal en las venas.

-Sé que la tengo-aseguró-. Nosotros lo somos; hemos hecho cosas con las que muchos ni se atreven a soñar. Eso ya nos deja un sitio en la humanidad que será imposible de borrar; no hasta que nos extingamos, o que nos pase algo que haga que todo lo que somos, esa "curiosidad" que supone nuestra esencia, se evapore como el agua de un lago en verano. Pero eso no quiere decir que a los dioses les guste estar encerrados en iglesias, ni que las estatuas que se hacen de ellos sean suficientes para representarlos en lo infinitos que son.

Chasing the stars [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora