Capítulo 6: Hamburguesa.

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Eri, como siempre hacía, se durmió a mitad de la película. Y Louis, como siempre hacía, acababa de verla por ella, temiendo moverse y despertarla, pues cuando se acurrucaba contra su pecho y suspiraba llena de placer y amor, él se sentía realmente útil.

Consideraba que había nacido para abrazarla cuando se durmiera, más de lo que había pensado jamás en su talento, en haber nacido para cantar, ser famoso, cambiar vidas, enamorar a gente sin que él se involucrara... realmente todo aquello carecía de importancia cuando Eri se acercaba a él, sonreía con timidez y apoyaba la cabeza en su pecho. Él le acariciaba el pelo hasta que se quedaba dormida, en parte acunada por el movimiento vertical que hacía al respirar, en parte por las caricias, en parte por el cansancio del día, que pasaba factura a final de mes, cuando más doloroso era todo y más cuesta arriba se hacían las cosas.

Louis y Eri se alegraban de tener suerte y no tener que preocuparse por el dinero, pero la verdad era que en el fondo de sus corazones, y de las noches en vela en la que uno no podía dormir y el otro luchaba por compartir el insomnio, habían hablado cientos, casi miles de veces, sobre aquello. Les encantaría luchar por las cosas que querían a medida que les iban apeteciendo, no sólo haber luchado como fieras en el pasado, dando más de lo que cualquier mortal había hecho hasta el momento, sino disfrutando de cada sensación como si fuese única e irrepetible.

Hubieran querido luchar para pagar la hipoteca.

Hubieran querido ahorrar para permitirse algún capricho.

Hubieran querido planear con antelación los viajes con tal de ahorrar aunque fueran unos céntimos.

Hubieran querido decirles a sus hijos que debían administrarse mejor sus pagas, porque ellos no les iban a dar dinero ya que "no eran millonarios" y el dinero no les sobraba.

Hubieran querido ser normales, sólo para sentir algo que llevaba olvidado casi décadas, escondido en lo más profundo de un cajón, enterrado bajo varias toneladas de tierra.

Y aquel momento de pequeña intimidad en la que se volvían como los demás, y las distinciones de trabajo, dinero, y clase desaparecían era uno de los preferidos por Louis Tomlinson, aquél que se había hecho un hueco a codazo limpio entre la sociedad inglesa, que había calado hondo en los corazones por méritos propios y compartía momentos inolvidables que la gente no se podía imaginar con cuatro personas con quien se sentía más conectado que a la propia tierra, su sostén.

Y luego estaba la compañía de ese momento, que lo hacía todo más especial. Hacía que todo mereciera la pena, que despertarse por la mañana fuera una pequeña aventura, preguntándose si Eri realmente estaría allí, a su lado, o si por el contrario ya habría bajado silenciosamente a preparar el desayuno de los niños. Tocaba ir a trabajar, y las cosas se repetían: misma demora en la puerta, mismas carantoñas, mismo sentimiento vestido de diferentes palabras, mismos besos, mismos "te echaré de menos" y "te llamaré al recreo" como contestación.

Mucha gente se reía de lo mucho que se necesitaban el uno al otro, pero a ellos poco les importaba que lo que sintieran llegase a rozar y bailar con la obsesión, con tanta pasión que amor y obsesión llegaban a confundirse y uno no sabía muy bien cuál de los dos dominaba; pero era como se sentían, lo que les hacía felices. Eran bien y mal, oscuridad y luz, día y noche, estrellas y luna, música y silencio; en cuanto uno faltaba, el otro desaparecía la perder su sentido.

Eran tan preciados aquellos momentos en los que sentía cómo a través de ella se conectaba al universo, que no renunciaba fácilmente a pequeños placeres como dejar que se durmiera sobre él arroparla cuando veía que se acurrucaba sobre sí misma, levantarse despacio para no despertarla, o...

Chasing the stars [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora