Capítulo 44: ¡Lunares al poder!

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-Diana y ella están cambiándose-bufó, cambiando el canal de uno de deportes a otro de películas antiguas. Duna y Astrid chillaron a la vez; Shasha y Sabrae las miraron. Tommy y yo no nos inmutamos.

-¿Qué vamos a hacer?

-Como no nos turnemos, vamos bien. Me han dicho que me quede y que te llame y que veamos una película o algo, y que nos hagamos palomitas.

-Mi madre ha pedido pizza.

Tommy me miró con las cejas alzadas.

-Por Dios, Scott. Sí que van en serio. Quieren ver quién les desobedece antes.

-¿Y si lo hacemos a la vez?

-Me la estoy jugando mucho con Diana como para encima reírme de ellos en su puta cara, y, ¿sabes qué? Le tengo aprecio a mi vida. Es la única que tengo. Disculpa si no la doy por un par de chupitos.

Sabrae subió las escaleras de dos en dos, toda una hazaña, si teníamos en cuenta las botas de tacón que se había puesto, y que hacían que todos los centímetros que mi ADN y la diferencia de edad que había entre nosotros se disiparan en un par de segundos, los que tardó en atarse los cordones y ponerse en pie.

Shasha se dejó caer en el sofá, miró con aburrimiento la pantalla, y se sacó el móvil del bolsillo. Se había puesto unos vaqueros rotos, y ni se había molestado en cambiarse la sudadera de andar por casa.

Porque la casa de Tommy también era la suya. Íbamos con la misma ropa estuviéramos en la casa cuyas escrituras estaban a nombre de Louis y Erika o de mis padres, sin distinción.

-¿Qué te han dicho?

-Que se iban por ahí. Y que me quedara cuidando a los pequeños. Eleanor tiene permiso para salir.

-Odio que las traten con deferencia.

-Somos más de fiar que tú-replicó Shasha, levantando la mirada y haciéndome un corte de manga, al que respondí dándole un manotazo en el brazo.

-Tú, te callas, que nadie te ha dado vela en este entierro-me volví hacia Tommy-. ¿Y si volvemos pronto?

-¿Y si vuelven ellos antes?

-Se nos cae el pelo.

Me senté a su lado, estudié la pantalla de la televisión con la misma falta de interés que él. No supe por qué la manteníamos encendida si nadie le estaba haciendo caso.

La clave de las instrucciones de papá y mamá tenían que estar en algo que no me habían dicho. Mamá siempre ganaba sus casos buscando fisuras en los comportamientos o los contratos de sus clientes, colándose por ellos y abriendo grietas inconmensurables donde antes apenas cabría un alfiler. Tenía que saber hacerlo yo.

Me habían dicho que cuidara de mis hermanas.

¿Me habían dicho cómo?

¿Me habían dicho que tenía que hacerlo yo? ¿En persona? ¿No me habían dicho sólo que no nos metiéramos en líos?

Sí, me habían dicho todo eso.

Pero, diciéndome todo eso, ¿me impedían salir o me obligaban a quedarme?

Me habían dicho que me quedara en casa. Que nos quedáramos en casa. Ya los había desobedecido sacándolas de la mía y yendo a la de T.

Chasing the stars [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora