Capítulo 37: La caverna helénica.

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-Quédate en casa, Tommy. No puedes hacer nada para ayudar.

-Debería haber dejado que lo acompañara.

-Tu hermana te necesita más que Scott. Sabe defenderse.

Estábamos solos. Nadie nos oía. Éramos el centro de un microcosmos por lo demás vacío de materia.

Y me lo pidió.

-Duerme conmigo esta noche.

No era mi política. Ni siquiera lo hacía por deferencia a los demás. Lo hacía porque me apetecía a mí; nadie me había preguntado la primera vez que me pasó, así que yo tampoco preguntaba ni hacía favores.

Pero tuve que hacer una excepción.

Porque éramos amigos.

Asentí despacio con la cabeza, le apreté la mano y lo guié hasta mi habitación. Cerramos la trampilla y yo lo besé despacio, sintiéndome segura por primera vez en todo ese horrible fin de semana. Le acaricié el pelo y él recorrió mi cintura. Sus manos eran cálidas, y yo era una estatua de hielo que cobraba vida bajo ellas.

Le desabotoné la camisa y le besé la clavícula mientras se debatía entre seguir desnudándome o parar. Optó por lo primero, pero a qué precio. Se sentó en la cama, yo me senté encima, y supe que no íbamos a tenernos con rabia, sino a agradecerle a los cielos el que el otro estuviera con nosotros.

Me miró a los ojos cuando terminé de desnudarme y me moví sobre él. Se lo hice despacio, con todo el cariño que pude reunir. No estaba acostumbrada, pero no lo hice del todo mal.

Se recostó en mi cama y se quedó en silencio. Me tumbé sobre el costado, mirándolo, pero sin tocarlo. Acurrucarme contra él era todavía demasiado para mí.

-Voy a destrozarlo todo sólo por no poder ocuparme de lo que me tengo que ocupar.

-No es tu deber. Lo es el de todos. Nos lo debéis. No importa qué relación tengáis con nosotras. Nos lo debéis por todos los milenios en que nos lleváis haciendo eso.

-Sigue siendo mi hermana.

-Yo soy hija única, pero también me merezco que me ayuden cuando lo necesito.

Fue entonces cuando me hizo la pregunta que yo tanto me temía que saliera de sus labios. Porque por primera vez no tenía la respuesta memorizada.

-¿En qué nos convierte esto, Diana?

Acaricié el trozo de colchón que nos separaba.

-Somos amigos.

-Amigos que se acuestan-murmuró. Se pasó una mano por el pelo, despertando una bestia que me controlaba en Nueva York-. Las cosas no hacen más que complicarse. Scott allí, yo aquí... no paramos de meter la pata, y lo peor es que para sacarla, la metemos más.

-Arrepentirse es lo único que podemos hacer los humanos que el resto de animales no pueden. Es mejor arrepentirte por algo que has hecho que por la oportunidad que dejaste escapar.

-Tú no eres una simple oportunidad.

Era de lo más bonito que me habían dicho en la vida.

Me acerqué un poco hacia él; él hizo lo propio, y nos tapamos con la manta. Me miró, y yo lo miré a él. Tenía los ojos de un fantasma, pero qué fantasma.

Chasing the stars [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora