VI. El principio del fin.

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Era sofocante lo mucho que olía la capital a sangre. Apestaba hasta el punto de dar ganas de vomitar. Y a medida que uno se iba acercando para ver cómo se encontraba la situación en palacio, se podían percibir grandes charcos rojos, ya medio coagulados.

Los cambiantes se dividieron en zonas. Eran más de cincuenta, por lo que se repartieron para acabar con los guardias de la capital.

Pillando a un par conversando, Travis volvió a su forma humana, rompiéndole el cuello a uno y después al otro, dejándoles allí tirados para salir literalmente volando, con intención de repetir el proceso de nuevo. Kristian y Lukas, mientras tanto, fueron entrando en las casas para dar aviso a la población de que evacuasen cuanto antes, y en silencio, crearon dos portales a la Ciudadela de los Dragones por los que las personas entraron con prisas.

Hubo algunos momentos en los que algunos guardias se acercaron al oír algo de alboroto, pero los chicos los aniquilaron sin más. Uno hundiendo el acero de sus sables en los cuerpos de los guardias y el otro creándoles ligeros cortes que eran suficientes como para dejarles literalmente la sangre helada, matándolos en menos de cinco segundos.

Al cabo de las horas, y tras batallar con los guardias tratando de acabar con ellos lo antes posible para que no dieran la voz de alarma, todo se encontraba desértico de gente y completamente despejado. Los cambiantes y los chicos se reunieron de nuevo, felicitándose entre ellos por el trabajo realizado.

—¿Habéis acabado con todos los guardias? —preguntó Kristian.

—Con absolutamente todos —respondió una mujer, Cambiante de Ratón.

—Y la gente ya está en el Sultanato del Fuego con los Sayyid —comentó Lukas—. Buen trabajo a todos.

Mientras los demás hablaban sobre la misión, Travis alzó la cabeza para contemplar el firmamento, levantando la mano de modo que sus dedos quedasen debajo de estrellas estratégicas mientras cerraba un ojo, concentrándose. Pasados unos segundos, se giró para mirar al resto.

—Nos queda una hora para avisar a los demás si no queremos que sustituyan a los guardias que hemos matado y se descubra el pastel —avisó—. Chicos, portales a Serenthas, rápido.

Lukas y Kristian tocaron con sus cristales dos puertas, dejando pasar a los cambiantes primero, siendo ellos los últimos en abandonar la capital para volver al pueblo.

Cuando los vieron aparecer, todos corrieron hacia ellos, listos para saber si la misión había sido un éxito o un rotundo fracaso.

—Despejado —informó Lukas, con una gran sonrisa—. Tenemos una hora.

Lucius miró a Lukas, girándose hacia los líderes y guerreros que miraban la escena, expectantes.

—¡A LA GUERRA! —gritó, alzando a Sol de Oro por encima de su cabeza, mientras el resto le respondía del mismo modo, listos para luchar.

Los cuatro jóvenes se apresuraron en crear un portal cada uno, por donde primero entró la defensa, luego los soldados de a pie, la caballería, los globos de la Nación del Aire... Incluso los dragones entraron sin problemas por puertas tan diminutas para su colosal tamaño. Los jóvenes se quedaron a la cola, entrando tras ver cómo el último de los guerreros cruzaba al otro lado. Sin embargo, en el momento en el que Artemisia quiso cruzar, sintió una mano tirando de sus ropas, a lo que ella se giró, viendo a Eiji subido encima de Canelo.

—Vuelve, por favor —pidió Eiji, a lo que el grifo respondió con un pequeño quejido de pena.

Artemisia les dio un beso a los dos, dedicándoles una sonrisa tranquilizadora, tratando así de que no se preocuparan demasiado.

ALPHA || La guardiana de los elementos [#1]Where stories live. Discover now