XIII. La muerte de un inocente.

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Daba igual lo muy cansada que estuviera, o lo poco que había dormido, o lo mucho que le doliera la cabeza tras la fiesta. Artemisia estaba allí, entrenando en el patio de armas junto a Indra y bajo la atenta mirada de Nilsa, preocupada de que su protegida acabara tan exhausta que terminara por desmayarse, pero eso a Artemisia no parecía importarle. Había estado sin entrenar durante varios días. Con la excusa de no saber respirar bien y por culpa de los preparativos de la fiesta, acabó por descuidar un poco sus obligaciones como Alpha. Pero lo iba a remediar, y si hacía falta, lo haría cayendo al suelo, derrotada ante el agotamiento.

Se encontraba corriendo alrededor del patio de armas, calentando con la mirada fija hacia el frente, tratando de coordinar su respiración y los movimientos que hacía, tomando y soltando aire por la nariz.

Indra, satisfecha, asentía con la cabeza al verla con aquel nuevo cambio de aires, más decidida y concentrada. Artemisia ya llevaba un rato corriendo sin descanso, veinticinco minutos para ser exactos. Quizás era hora de hacerla parar y enseñarle a controlar el fuego de una vez.

—¡Alto! —le indicó Indra. Artemisia obedeció, acercándose a ella—. Bien, procederemos a estirar. Quiero que estiréis piernas y brazos.

Artemisia cumplió con la orden, en silencio.

—Ahora, quiero que me enseñéis que habéis aprendido a respirar... ¡En posición!

Artemisia cerró los ojos durante un escaso segundo, pegando los brazos a sus costados, mientras iba flexionando las piernas al tiempo que expulsaba aire por la nariz, muy lentamente. Habiendo adoptado la posición requerida, empezó a respirar con calma, dejando que el aire que tomaba llenara su cuerpo para expulsarlo por la boca.

Indra la dejó así durante diez minutos.

—Veo que al fin habéis captado cómo se hace... Bien, ahora procederemos a controlar el fuego.

—Controlar no —la corrigió Artemisia—. El fuego no se controla. Tiene que ser el fuego quien te dé el permiso de usarlo en todo momento. No lo puedes poseer, es algo vivo.

Nilsa e Indra se miraron, confusas ante aquella declaración.

—Pues entonces pasaremos al arte... del fuego —corrigió—. ¿Estáis preparada?

—Por supuesto —respondió Artemisia, prosiguiendo con el ejercicio de respiración.

—El fuego se alimenta de dos cosas: perseverancia y fuerza de voluntad. Sin esas dos cualidades el fuego no suele funcionar. El fuego representa la vida y la energía, por lo que debéis tener en cuenta que necesitáis un autocontrol muy elevado a la hora de manejarlo, ya que sin él, podéis crear una catástrofe. Es esencial que incluso en medio de una batalla no perdáis los nervios.

—Sangre fría —dijo.

—Exacto... —asintió Indra—. Ahora quiero que empecéis a sentir vuestro calor corporal... El fuego es espontáneo, no está a vuestro alrededor la mayoría de las veces. Tenéis que crearlo vos. Por eso debéis sentir el calor en vuestro interior. Cerrad los ojos y sentidlo, luego tratad de expulsarlo y concentrarlo hacia vuestras manos.

Artemisia obedeció a su maestra, cerrando los ojos, percibiendo el calor que recorría sus venas para así poder proyectarlo hacia sus manos.

Tardó varios minutos, pero al fin oyó el crepitar de unas llamas que le hicieron abrir los ojos con entusiasmo.

—¡Lo logré! —exclamó, mostrándole a Nilsa sus manos incendiadas.

Nilsa sonrió, pensando que de no haber sido quien era su protegida, ya hubiera echado a correr en busca de un cubo de agua para apagarle las manos.

ALPHA || La guardiana de los elementos [#1]Where stories live. Discover now