V. Por fin en casa.

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El hecho de no disponer de Saga la obligaba a estar alerta en todo momento. Había mandado a sus hombres a que reforzaran la vigilancia en las costas y mar adentro. La flota tenía órdenes de atacar a cualquier barco que viera procedente de la República del Aire. Si morían todos, ya no le importaba. Si moría Artemisia ya no le importaba. Su espíritu volvería a reencarnarse, y lo cierto es que siempre era más fácil atrapar a un bebé que a una adolescente.

En la Sala del Trono, y viendo desde el ventanal cómo ejecutaban en la plaza mayor a una familia entera, Zinnia bebía tranquila su quinta copa de vino, contemplando con parsimonia cómo el verdugo iba cortando una cabeza tras otra. Cerró los ojos dando un trago cuando el encapuchado con el hacha hubo terminado su trabajo, y se planteó si el hecho de hacer ejecuciones dos veces por semana era un mero entretenimiento para su persona o si lo hacía por escarmentar a la población por culpa de Lucius, demostrando así que nadie se reía en su cara y no lo pagaba con creces.

Aunque de pronto, y sacándola de sus pensamientos, oyó cómo los guardias al otro lado de los portones aceptaban una orden, dejando así pasar a Donna al interior de la sala para dirigirse hacia su emperatriz, quedándose frente a ella, rígida.

Zinnia caminó hasta ella, dejando la copa de vino en una mesita cerca del trono, esperando a lo que tuviera que decirle.

—Majestad Imperial —la llamó Donna—, todavía no tenemos noticias sobre ningún barco de la República del Aire.

—Genial... —Chasqueó la lengua—. ¿Dónde se meten los Caballeros de Metal cuando se les necesita? ¿Sabes algo de ellos?

—No, mi señora —respondió, escueta.

Zinnia entrecerró los ojos, molesta ante el tono frío que estaba gastando Donna, por lo que sin discreción alguna fue acercándose cada vez más hasta tomar su rostro entre sus manos, para acto seguido dirigir su atención al cuello de la eclyps, dejando pequeños besos y mordiscos por cada centímetro de piel que sus labios recorrían. Al sentir aquel cosquilleo, Donna cerró los ojos, respirando con profundidad, pero no fue hasta que Zinnia posó su boca en la suya que pudo oler el vino que había estado bebiendo en grandes cantidades.

Enfadada, cogió a Zinnia por las muñecas, deteniéndola.

—Estás borracha... —dijo, con cierta repulsión.

—Cállate, eso es mentira... —respondió Zinnia, volviendo a tratar de besarla, pero Donna le puso la mano en la boca, impidiéndoselo.

—Te estás empezando a destruir a ti misma, Zinnia... No puedes seguir así.

—¿Y qué me lo impide...? —preguntó, tambaleándose hasta llegar al trono, dejándose caer sobre este como un peso muerto—. Ya no me queda nada por lo que luchar... En realidad, solo quiero terminar con esta pesadilla. Solo quiero matar a mi sobrina y después acabar conmigo misma... ¿Qué es lo que no entiendes...?

—Desvarías —le recriminó Donna, haciendo una mueca de asco—. ¿Vas a tirar por la borda el imperio que has construido como si nada? ¿De verdad que vas a hacer eso? —preguntó—. Os tenía por alguien con más cabeza, Majestad Imperial...

Con decepción en la mirada, Donna abandonó la sala con paso firme, dejando a sus espaldas a Zinnia, que, frustrada y tras ver cómo las puertas se cerraban detrás de Donna, cogió la botella vacía para tirársela, haciendo que estallara en mil pedazos que se desperdigaron por todo el suelo.

Se echó a llorar.

* * *

Después de que Lukas sobrevolara la costa divisando varias carabelas de los oscuros y diera aviso de ello, el grupo empezó a idear un plan. Su último desafío para llegar a tierra era cruzar sin ser vistos por mar, así que pidiéndole a Canelo que hiciera un pequeño esfuerzo, los nueve cogieron lo más imprescindible que tenían, cargando solamente una o dos cosas por persona para que el grifo pudiera llevarlos hasta la costa, abandonando el junco a su suerte. Para cuando lo encontrasen, ellos ya estarían en Serenthas.

ALPHA || La guardiana de los elementos [#1]Where stories live. Discover now