XVI. Dos traidores.

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Aquel era el día. Aquel era el día en que los chicos y Sirâj iban a desenmascarar a Sharim. Debían hacerlo, era su obligación. De sobras sabían que la noticia impactaría a todos, y que los Sayyid no estaban para más desgracias, pero no había alternativa. Hacía dos días desde el entierro de Qâsim, era normal que todos continuaran afectados por la muerte del joven, sin embargo, y muy a su pesar, no había otro remedio.

La mañana se había centrado en estar pendiente de Jade en todo momento. En cierto modo parecía ser que era como si con ella fueran a llenar el vacío que les había dejado Qâsim.

Los sultanes empezaron a recibir numerosos pájaros mensajeros con pequeñas notas de felicitación para Jade. Hubieran sido muchas más notas de no haber sido que por culpa de Canelo y los dragones de Kahina, que de vez en cuando y viendo una bandada de pájaros sobre ellos, alzaban el vuelo para atraparlos y comérselos. Eso sí, con suficiente astucia de no ser pillados para no tener que recibir una regañina por parte de sus dueñas.

—¡Jade! —la llamó Kahina, entrando de pronto a la habitación de su prima con un saco de tela lleno hasta arriba de cartas —. ¡Mira, más cartas!

—¿De quiénes es ahora?

Kahina se acercó a donde estaba Jade, arrastrando una silla que había en el escritorio de la habitación para poder colocarla a la vera de la cama. Se sentó y dejó el saco frente a ella.

—No son apenas ni las diez de la mañana y ya estamos desbordados... Padre y madre no dan abasto. A ver, déjame un segundo para mirar de quiénes son... —Kahina introdujo la mano en el saco, rebuscando entre los papeles del fondo. Al poco sacó un modesto trozo de pergamino—. Veamos... ¡Ah! Este es de Yunus Kapoor, el hijo mayor del Señor de la Casa Kapoor de Costacangrejo, dice: «Sois una alegría para todos los Maestros del Fuego. Qué vuestra llama nunca se extinga, Majestad.» Qué majo, ¿no crees?

—Se lo agradezco —respondió Jade, curvando sus labios en una sonrisa algo forzada.

—Sigamos. —Kahina repitió el proceso, sacando otra nota. La miro un momento para ver de quién era—. Oh, vaya, esta es del tío Imraan: «Mis más humildes felicitaciones, Majestad. No solo sois un ejemplo a seguir para vuestro pueblo por vuestra correcta conducta, sino también para todos los Maestros del Fuego por haber obtenido el Fuego Verde, otorgado por Ignis. De nuevo, felicidades. Qué vuestra llama nunca se extinga.» —La chica sonrió, alegre ante la nota—. Vino a la fiesta, ¿lo recuerdas? Iba acompañado de su esposa Sadira, y sus hijos Xenres y Jerjes, se trajo incluso a la pequeña Leila. ¿La viste? Adorable, con sus ricitos castaños... Creo que hace poco cumplió cuatro añitos.

—Sí, le recuerdo. Un hombre muy simpático, lo mismo que sus hijos y esposa... —Jade suspiró, cansada.

—¿Qué ocurre, Jade? ¿No te alegras de que todos te admiren?

—No es eso. Aunque tampoco me gusta ser algo que admirar, pero bueno... —admitió—. Es solo que no soporto tener que estar aquí, quieta. Es agotador tener que estar así... tan indefensa... ¿Sabes si tardará mucho el Médico de Huesos?

Kahina sonrió.

—No. Solo espera unos cuantos días. Oí decir a madre que ya está en camino y vendrá cuanto antes.

—Si tú lo dices...

—¿Sabes? Lukas y el resto están preocupados por ti, puede que vengan a verte más tarde.

—Ya veo... ¿Y Artemisia? —preguntó Jade, con algo de ansia en la mirada—. ¿Cómo está ella? ¿Vendrá?

—Pero si eres tú quien está que da pena y vas preguntando por ella como si estuviera herida de muerte —bromeó Kahina—. No sabía que te gustaba tanto la Alpha.

ALPHA || La guardiana de los elementos [#1]Where stories live. Discover now