V. Cinco extraños.

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La tormenta había dejado mella en todos. La tripulación estaba cansada por todo lo sucedido hacía dos días. La galera había quedado algo magullada; el palo mayor se había astillado, algunos tablones de la cubierta se habían roto y la proa estaba resquebrajada, con el bauprés partido y la vela que sostenía hecha jirones, como las demás. No podían navegar en aquellas condiciones. Era urgente parar en algún puerto y encontrar un buen astillero que se hiciera cargo de todas las reparaciones.

Calculando ese imprevisto sobre un mapa, lo más seguro es que estuvieran parados durante al menos tres días si las reparaciones no trascendían a algo mayor.

Cansada y viendo el viaje truncado, Nilsa se revolvió el pelo antes de darle una patada a una pared, alterando así a Einar, que se encontraba sentado en una silla al fondo del camarote de la valquiria viendo los pocos dibujitos de un libro.

Einar se puso en pie como si fuera un resorte, dejando el libro a un lado.

—¿Qué te pasa? —le preguntó, acercándose a Nilsa—. Tampoco es para tanto...

—¿Cómo que no? —protestó—. El viaje debía ir sin problemas y sin pausas, y por el momento tenemos a una reina inconsciente, Artemisia casi se me muere por una hipotermia y tenemos un retraso de dos semanas respecto al viaje. Deberíamos haber llegado al Reino de los Elfos de Tierra hace una semana. Ahora llevamos más retraso para llegar a la República del Aire... Nos pasamos demasiado tiempo en el Sultanato del Fuego...

—Nilsa, creo que te empiezas a ahogar en un vaso de agua. Eres muy exagerada.

—Cada día que pasa el Imperio de la Oscuridad se hace más fuerte y se prepara más para la gran batalla... Deberíamos ser nosotros quienes le lleváramos la delantera...

Einar se posicionó detrás de Nilsa, apoyando las manos en sus hombros para empezar a masajearlos, gentil.

—Deberías descansar un poco... —murmuró, dándole un par de besos en el cuello—. Estás muy estresada...

—Lo sé... —respondió, suspirando—. Pero no puedo evitarlo.

—Deberíamos darnos un descanso de los críos, ¿no crees? —preguntó Einar, con una sonrisa pícara.

Nilsa sonrió de lado, intuyendo a lo que se refería.

Aunque desde fuera, y rompiendo el ambiente romántico que se empezaba a formar, se oyeron los gritos de Dingiswayo desde la cubierta, anunciando que estaban a punto de llegar a puerto.

Einar resopló, molesto.

—Voy a ver si logro que Artemisia se despegue de Jade. Le tiene que dar un poco el aire e ir con sus amigos...

—Ya sabes, el amor juvenil —dijo Einar, encogiéndose de hombros—. Creo que la una le hace bien a la otra.

—No sé... Yo solo espero que no se lleguen a destruir mutuamente.

—¿Por qué lo dices...?

—Jade no es precisamente lo que se diga una gran amante. A demás, su carácter tiende a ser destructivo hacia los demás y hacia ella misma... No quiero que Artemisia salga herida por su culpa.

—A ti lo que te preocupa es Artemisia.

—Por supuesto. En fin, voy a lo que iba —indicó, dándole un beso en la mejilla, dirigiéndose después hacia las escaleras que llevaban a la cubierta. Antes de salir, se giró para mirar a Einar, dedicándole una sonrisa—. Y tú y yo tenemos una conversación pendiente sobre un pequeño descanso, no creas que me he olvidado.

ALPHA || La guardiana de los elementos [#1]Where stories live. Discover now