XII. Un encuentro inesperado.

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La sultana había puesto patas arriba las más caras tiendas de vestidos de fiesta de toda la capital, escogiendo diez según los gustos de Artemisia y Emma. Cinco para cada una. Cinco vestidos que les hizo probarse en la Sala de Espejos del Palacio de los Dragones, para que se pudieran ver bien. Era difícil escoger uno solo, todos eran elegantes, coloridos y bonitos. O eso pensaba Emma, pues para el criterio de Artemisia, eran bastante recargados.

—¿Qué vestido te vas a poner? —le preguntó Emma a Artemisia, mientras la sultana, presente en la sala, mandaba a las criadas para que fueran trayendo joyas y que así las chicas se las fueran probando junto con los vestidos—. Yo no me puedo decidir. Me gustan todos. El azul, el rojo, el naranja...

—Pues... yo no tengo ni idea... —admitió Artemisia, sin muchos ánimos.

—Debéis elegir un vestido apropiado, está noche estaréis en presencia de toda la nobleza del Sultanato del Fuego. Vendrán los Señores de la Casa Thakur de Puertogalera, los Señores de la Casa Ghaibi de Fuegomorado... ¡Incluso los Señores de la Casa Vadekar de Las Dunas! —les recordó Maryam—. Por eso me he tomado la libertad de elegiros personalmente estos cinco vestidos para cada una, para que escojáis el que más os guste. No podréis decir que no son bonitos.

—El problema es precisamente ese; que son todos bonitos —respondió Emma—. Aunque creo que me voy a decantar por el naranja. Es precioso.

—Gran elección. Es el color del blasón de mi casa; la Casa Nayak de Hamasta.

Maryam sonrió satisfecha, observando el vestido de color naranja pálido. Estaba compuesto por dos piezas; la superior; de mangas anchas, dejaba el cuello, hombros y clavículas al descubierto, cubriendo el tronco por encima del ombligo, permitiendo así que se viera el abdomen, y luego, se encontraba la pieza de abajo; una larga falda que se estrechaba por la cintura, ampliándose al llegar a la zona de las caderas y que arrastraba un poco por el suelo, con una obertura en un costado para que se vieran las piernas al andar. Aquel vestido, a parte, estaba recargado de lentejuelas doradas.

—Bien, ahora solo quedáis vos, Alpha —informó la sultana—. Solo queda que elijáis vuestro vestido. Kahina, Nâbil, mi marido... Absolutamente todos ya han escogido sus trajes. Quedáis vos, Excelencia.

—Lo sé... —respondió Artemisia, viendo de brazos y piernas cruzadas, encogiéndose, tratando así de taparse un poco al estar en ropa interior, cómo Emma se miraba en la multitud de espejos, acomodando su melena rubia.

—Pues venga, que la fiesta es dentro de unas cuantas horas y aún queda mucho por hacer.

—¿Alguna sugerencia de color...?

—Sí —dijo Jade de pronto, haciendo acto de presencia en la sala y provocando que Artemisia buscase cualquier trapo con el que taparse sin éxito. Emma trató de aguantarse la risa ante la situación—. El vestido blanco te quedaría bien.

—Buena idea —añadió la sultana—. Probaos el blanco, Alpha.

Jade se acercó a la mesa donde estaban extendidos los vestidos, cogiendo el blanco para después cedérselo a Artemisia, que se la quedó mirando, buscando algún resquicio quele indicara que ya no estaba molesta con ella. Pero solo obtuvo una mirada fría. Suspiró, cogiendo el vestido.

A diferencia del de Emma, el vestido que se estaba probando Artemisia era de una sola pieza. La zona de arriba dejaba los brazos al descubierto, limitándose a cubrir el pecho. La parte del abdomen era más ancha, dejando una fina obertura triangular que empezaba un poco más abajo del pecho y finalizaba centímetros más abajo del ombligo, para que se viera este mismo. La parte inferior de la prenda era una falda abierta por delante, con un cinturón rojo del que colgaba una tela del mismo color que tapaba un poco las piernas.

ALPHA || La guardiana de los elementos [#1]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن