III. El Campamento Rebelde.

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Al traspasar la entrada al Mundo Mágico, un amplio terreno de árboles frondosos se abrió paso ante los ojos emocionados de los chicos, quienes por miedo a perderse algo intentaron pestañear lo mínimo.

Por lo que había estado comentando Nilsa con anterioridad, los cuatro pensaron que estaba todo arrasado por la malvada Emperatriz Oscura. Pero no fue así. Aquel paisaje verde, con mil tonalidades distintas que se imponía ante los chicos era de una belleza extinta en el Mundo Humano. Había flores de formas extrañas por todos lados que desprendían fragancias dulces como nunca antes habían podido percibir. Los árboles, llenos de frutos, se alzaban solemnes como si con su sola presencia estuvieran indicando que aquel lugar les pertenecía.

El Mundo Mágico era extraordinario.

—¡Esto es precioso! —exclamó Emma, asombrada.

—Y que lo digas —dijo Kristian, alzando la vista hacia el gran cielo azul, sin nubes.

—Tenemos que ir al campamento —dijo Nilsa, sin detenerse a esperar al grupo de fascinados jóvenes—. Está un poco lejos, por eso os aconsejo que aligeréis el paso.

—¿Qué campamento? —preguntó Artemisia, mientras veía cómo Lukas se entretenía hablando con una especie de ardilla, con la cola extremadamente larga y peluda. Las ardillas no hablaban, pero a lo mejor las del Mundo Mágico sí que lo hacían.

—La base de la resistencia contra las sombras en el Reino de la Tierra: el Campamento Rebelde. Allí serás presentada ante la soberana de este reino.

—¿La soberana de este reino...? —repitió Artemisia, de una manera casi robótica. Eso le sonaba a cualquier cosa menos a algo agradable—. ¿Y cómo es...?

—La Reina Tierra, pronto la conocerás. Aunque te advierto de que tengas cuidado con lo que dices en su presencia. Es una persona mordaz. —Nilsa se cruzó de brazos, y con expresión cansada, se paró y miró a los jóvenes—. ¡Vosotros! —les gritó—. Haced el favor de dejar de ir tan lentos. Como alguno se pierda no me haré responsable de nada.

—¡Sí, señor! —dijo Lukas, haciéndole un burlón saludo militar.

Nilsa se frotó las sienes con cansancio.

—Lo que hay que aguantar... —murmuró.

Los cinco emprendieron un viaje de una hora a pie hasta llegar al Campamento Rebelde.

Por el camino pasaron por una especie de valle donde un pequeño lago se habría paso torpemente, flanqueado por grandes árboles. Sobre las aguas había pequeños nenúfares y flores que se habían caído dentro de ellas, acabando su destino como decoraciones sin importancia para el lago. Algunas libélulas pululaban por allí, batiendo sus alas, acechando a algunos insectos que acabarían convirtiéndose en sus presas.

También pudieron ver algunas ranas de color rojo chillón asomando la cabeza tímidamente para curiosear. Lukas las saludó mientras Emma y Kristian seguían observando cada mínimo detalle que podían percibir sus ojos, atentos a cualquier cosa o criatura que se pudiera cruzar en su camino, y por un segundo, Artemisia creyó ver a Nilsa esbozar una sonrisa melancólica mientras observaba a sus amigos. Como si ellos estuvieran haciendo algo que ella, antiguamente, solía hacer y ahora no podía.

—¿Cuánto queda? —preguntó Kristian, adelantándose un poco, quedando al lado de Nilsa.

—Nada, ya hemos llegado.

Delante suya pudieron ver un gran arco de piedra que ocultaba lo que se encontraba detrás de él. Artemisia supuso que era la entrada, pues estaba custodiada por unos guardias de armaduras plateadas, que portaban espadas y escudos.

ALPHA || La guardiana de los elementos [#1]Where stories live. Discover now