V. Tierras hostiles.

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Las lluvias cesaron, pero la humedad en el ambiente continuó presente junto al frío y los murmullos de los árboles llenos de musgo, agitados por el viento congelado que llegaba directamente desde las tierras gélidas, hacia donde Artemisia y el resto se dirigían.

El viaje, a cada paso que daban, se iba volviendo más complicado. Todos estaban cansados, y no era para menos. Llevaban dos semanas andando sin apenas descanso por tierras encharcadas y dejadas de lado por todos aquellos que tenían asegurado un hogar y comida caliente en sus mesas. Tierras que tan solo gente como los viajeros o aventureros transitaban para llegar a sus destinos, sin importarles siquiera los peligros que pudiera tener el camino. O, en otras palabras, gente que normalmente no solía tener familia ni un sitio fijo donde pasar las noches. Como ahora era el caso del grupo.

Las siguientes tierras que debían cruzar eran los Dominios de las Valquirias, quienes, a pesar de ser originarias del Reino de la Luz, de la Isla de las Valquirias, tuvieron que verse obligadas a marcharse para poder sobrevivir.

Mientras todos continuaban caminando y hablando, ajenos a todo, Einar miraba a Nilsa con preocupación. Sabía que el entrar en los dominios controlados por su hermana era sumamente peligroso para ella, pues Nilsa no era más que una traidora para las suyas por haberlas abandonado para irse a proteger a los Diamandis. Las valquirias eran una comunidad de guerreras que siempre, pasara lo que pasara, se mantenían juntas, por eso a las que se atrevían a abandonar la comunidad eran vistas como desertoras y traidoras para las suyas. Dicha traición se pagaba con el destierro perpetuo, o en el peor de los casos, con la muerte.

Sin embargo, y muy a su pesar, Einar sabía perfectamente que aquel era el único camino por el que podían cruzar, al igual que Nilsa sabía que, aunque fuera arriesgado para ella, Artemisia debía entrar en uno de los templos de Aura para intentar contactar con ella, y el más cercano que había era el de sus hermanas, las valquirias.

—Nilsa... ¿Estás segura de esto? —preguntó Einar, posicionándose a su lado—. Es peligroso pasar por estas tierras, y no lo digo solo porque la mayoría de las valquirias sean unas auténticas bestias, lo digo por ti. Ya sabes que no eres bienvenida...

—Lo sé, pero si queremos acortar distancias debemos pasar por aquí. No pienso cruzar por el Bosque Encantado. No me apetece encontrarme con un gigante, un troll o vete a saber tú qué criaturas desagradables hay allí. Ese bosque está maldito y no voy a arriesgarme a perder a los chicos... A demás, tanto tú como yo sabemos que si queremos que Artemisia contacte con Aura, debe estar en uno de sus templos.

—Pero...

—El otro día en Driusa dijiste que no le tenías miedo a mi hermana. ¿Ahora te lo has pensado mejor y si la temes?

—No me refiero a eso. Nilsa, eres una desertora. No puedes presentarte allí como si nada hubiera sucedido. ¿Y si te matan?

—Cállate... —le ordenó Nilsa.

—No me voy a callar —respondió Einar, haciendo una mueca.

Pero Nilsa le puso la mano en la boca, impidiéndole decir nada más. Acto seguido, les pidió a los chicos que guardaran silencio con un gesto, a lo que ellos respondieron asintiendo con la cabeza.

Habían llegado.

—Seguidme, y no hagáis ruido... —indicó.

Sin pensárselo mucho, todos obedecieron a las instrucciones de Nilsa, que en todo momento fue encabezando el grupo, guiando al resto hacia las tierras de su hermana.

Anduvieron largo rato, adentrándose cada vez más en el bosque, con cuidado de no hacer ningún ruido que pudiera delatar su posición, con cuidado de no pisar demasiado fuerte para no dejar huellas, o de no romper ninguna rama caída en el suelo. Y esta vez, incluso Lukas se esforzó en guardar silencio, intentando regular su respiración para que se oyera lo mínimo.

ALPHA || La guardiana de los elementos [#1]Where stories live. Discover now