II. La Protectora de la Casa Diamandis.

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—¿Qué ha sido eso? —preguntó Artemisia.

—Ni idea... —dijo Lukas, todavía bajo el agarre de Kristian, que no tardó mucho en soltarle.

Y de nuevo, se volvió a oír otra explosión. Esta vez más cerca de la casa.

—Será un cazador —dijo Emma.

—Eso no suena a un disparo.... —protestó Artemisia, saliendo de la casa.

Sin pensárselo mucho, Artemisia empezó a caminar en la dirección de donde habían sonado las explosiones, mientras el resto, en el porche de la vieja casa, se la quedó mirando, sorprendidos por su reacción.

No era normal que una persona decidiera ir al lugar de una explosión. Pero Artemisia era diferente. A veces su espíritu aventurero rozaba la temeridad.

—¿Quién se apunta? —preguntó Artemisia, mirando atrás. De inmediato Lukas alzó la mano.

—¡Yo voy! —dijo, saliendo al exterior.

—Pues venga.

—Chicos —los llamó Lukas—, ¿no venís?

Kristian y Emma se miraron entre sí y se encogieron de hombros. La idea no les hacía mucha gracia, pero tampoco les apetecía perderse la diversión si es que la había. Ambos acabaron aceptando.

—Claro —respondió Kristian.

—¿Qué hay que perder? —preguntó Emma, retórica.

Y así, los cuatro se dirigieron a donde se habían producido las explosiones.

A cada paso que daban se podía sentir como otras y más seguidas explosiones creaban un estruendo que hacía huir a los animales, completamente asustados. La tierra temblaba bajo sus pies.

Aun así continuaron caminando, hasta que de entre los árboles salió una mujer con extrañas ropas que se chocó contra Artemisia y ambas acabaron cayendo al suelo. Kristian, Lukas, y Emma continuaron hacia adelante hasta que se dieron cuenta de que Artemisia no les seguía.

Aquella mujer había salido prácticamente de la nada, ninguno la vio venir, y por lo visto, ella tampoco los vio a ellos.

—Agh... —se quejó Artemisia, todavía tirada en el suelo, con la otra encima.

—Mierda... —dijo la desconocida, levantándose.

Las explosiones no cesaron, cada vez eran más cercanas a la posición del grupo. Tanto, que en cierto momento pudieron ver cómo el suelo estallaba no muy lejos de donde se encontraban. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que había sido una muy mala idea el salir a explorar.

La mujer se levantó de encima de Artemisia y le tendió la mano para que se pusiera en pie.

La extraña tenía los cabellos rubios recogidos por trenzas, unos grandes ojos azules y la tez pálida. Sus facciones eran finas, y sus ropas parecían ser de la época escandinava; llevaba algo semejante a un vestido corto de color azul marino roto por los lados y un pantalón de cuero. El vestido estaba atado por un gran cinturón, y encima tenía una cota de malla que le cubría todo el torso y parte de los brazos, adornados por brazaletes.

La mujer tenía el ceño fruncido y una expresión seria que dejó a Artemisia desconcertada y sin entender nada de lo que estaba sucediendo a su alrededor.

—¡Levanta! —dijo la mujer, con prisas. Sin pensárselo mucho, Artemisia le cogió la mano y se puso en pie con su ayuda. Después la mujer volvió a hablar, esta vez dirigiéndose al resto—. ¡Vosotros! —Les gritó, dejándoles helados—. ¡Echad a correr! ¡Lejos! —De nuevo, volvió a posar sus ojos azules sobre Artemisia—. ¡Tú también!

ALPHA || La guardiana de los elementos [#1]Where stories live. Discover now