XIX. La Noche de la Gran Ola.

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El viento que soplaba aquella noche se había vuelto más gélido. La batalla que se estaba librando se había detenido, e incluso el ataque a los barcos había cesado y el agua parecía curiosamente más calmada.

Tello, que aún permanecía resguardado en su barco, cogió su viejo y fiel catalejo para comprobar el porqué de aquella extraña quietud. Cuando se acercó la mirilla al ojo y apuntó hacia las tierras gélidas, aterrorizado vio cómo unos hombres hechos completamente de hielo montados sobre caballos blancos se acercaban hacia el corazón de la batalla.

—Los Hombres de Escarcha... —murmuró, con voz temblorosa—. ¡Tiradles más bolas de fuego! —ordenó—. ¡Acabad con ellos y con todo si es necesario, pero no los quiero en la batalla!

—Almirante, apenas os quedan cuatro proyectiles —le informó Travis—. Y por lo que se ve, de los cuarenta barcos que traía consigo solo os quedan la mitad... —En ese momento, el ruido de un barco rompiéndose por la mitad les sobresaltó—. Corrección; menos de la mitad... Ese muchacho y su espada de hielo son un verdadero prodigio... Ya han intentado acabar con él y no hay manera. Sería un buen miembro para nuestro ejército —dijo de forma desinteresada, mirándose las uñas—. Una lástima que esté de parte de la Alpha.

—¡No! ¡Me niego a rendirme! ¡Quiero que todos mis hombres bajen de sus barcos y salgan a combatir a los Hombres de Escarcha!

—Como queráis... —respondió Travis.

A los pocos segundos, la orden se transmitió a todos los barcos que todavía quedaban en pie, pero la sola mención de los Hombres de Escarcha paralizó por completo a toda la Flota Negra. El mismo efecto surgió en los oscuros que se encontraban luchando en las tierras gélidas, ahora teñidas de rojo. A los Hombres de Escarcha no les hizo falta ni tan siquiera blandir sus armas contra nadie, su simple aparición ya acobardaba e imponía a todos los combatientes, tanto de un bando como del otro. Sin embargo, Percival se negaba a que un simple trozo de hielo le asustara y le obligara a salir por patas, pero justamente cuando estaba a punto de formar su espada, Tartok apareció para detenerle.

—¡Tenemos que huir! —le advirtió.

—¿¡Pero por qué!? ¡A mí un estúpido bloque de hielo no me echa para atrás!

—¡Si te tocan ya estás muerto, idiota! ¡Son imposibles de matar!

Pero cuando Tartok estaba a punto de huir, el que parecía ser el Rey de los Hombres de Escarcha, llamado Utgarda, le cortó el paso. Después se bajó del caballo y se acercó al guía para tocarle en la frente. A los pocos segundos, el cuerpo de Tartok se había congelado.

Impactada, Artemisia miró a Utgarda y al resto de Hombres de Escarcha con miedo. Dio varios pasos hacia atrás, pero Jade la cogió del brazo, indicándole así que se mantuviera firme y segura.

Percival, al ver aquello y temiendo acabar del mismo modo, utilizó una técnica de huida que él había bautizado como spectrum. Aquella técnica consistía en transformarse él mismo en una sombra, desapareciendo y reapareciendo en cualquier lugar en milésimas de segundo. El lugar en el que había decidido reaparecer era en el barco de Tello, por lo que el almirante, al verle, le cogió del cuello de la camisa, enfadado.

—¿¡Dónde narices está la Alpha!? —le gritó con rabia—. ¡Tenías que capturarla!

—¡Estaba a punto de hacerlo, pero aparecieron los Hombres de Escarcha! —respondió Percival, intentando zafarse del agarre del otro.

—¡Mentiroso! —vociferó tirándole al suelo, para después esbozar una sonrisa tétrica al tiempo que desenvainaba su espada—. ¿Y sabes lo que hago yo con los...?

ALPHA || La guardiana de los elementos [#1]Where stories live. Discover now