ALPHA || La guardiana de los elementos [#1]

II. La discusión.

Sabía perfectamente que su emperatriz le había mandado a vigilar a la Alpha y a sus amigos, pero Travis, cansado de tanta orden, decidió quedarse un rato por los aires antes de dirigirse a la Fortaleza del Alpha para entregarle las noticias a la Emperatriz Oscura.

Travis recordaba vagamente cómo Percival le había ayudado a llegar a ser la mano derecha de Zinnia. Habían pasado siete años desde que obtuvo los cargos de Guardián de las Tierras Imperiales, Mano de la Corona Oscura y Mensajero Imperial, y aunque no podía quejarse de vivir mal porque al ocupar esos puestos tenía el lujo de rodearse de riquezas, de nobles y de grandes militares, debía admitir que el hecho de ir de un lado para otro para llevar información era cansado y aburrido, e incluso a veces peligroso, pues no habían sido pocas las ocasiones en las que había tenido que llevar un mensaje a uno de los generales de la emperatriz en medio de una batalla, donde por suerte había logrado salir siempre ileso al tener la ventaja de irse volando lejos de la pelea. Sin embargo, la única pega que le pondría a su ocupación sería la de que no disponía ni de un segundo libre. Su trabajo era diario, ya que siempre había algo nuevo de lo que Zinnia debía ser informada, y ella contaba con él para todo. No obstante a su fatiga, sabía perfectamente que no podía emitir ninguna queja delante de la emperatriz. Había visto a muchos hombres y mujeres mandados a ejecutar por ella por tan solo haber abierto la boca para quejarse de que tenían demasiada faena, así que mejor se guardaba sus protestas para él mismo. La idea de que le cortasen la cabeza por protestar no estaba dentro de sus planes.

Mientras sobrevolaba La Aljaba, el gigantesco árbol-palacio donde vivía el Rey Verde, el Rey de los Elfos de Tierra, intentó evadir todos los pensamientos que le rondaban por la cabeza. Las horas de vuelo eran para volar y no pensar en nada a excepción de la libertad que sentía al cruzar las nubes del cielo y el placer que le daba estar suelto de ataduras, ya que en las alturas no había nada que le pudiera molestar. Tan solo estaba él contra el viento, notando cómo este le acariciaba sus plumas negras.

Pero como siempre, todo lo bueno le era efímero, y la realidad siempre acababa atrapándolo, así que cuando se vio de nuevo sobre las casas y la población apagada de Descanso de Salomón, aprovechando las corrientes de aire que en aquel momento había, fue planeando hasta llegar a la Fortaleza del Alpha, viendo a la Emperatriz Oscura en la Sala del Trono a través de un ventanal de la estancia. La emperatriz se encontraba reunida con un par de hombres que Travis no había visto nunca antes por la capital. Ambos eran fuertes y altos, uno era humano y el otro era un centauro, y aunque estuvieran en presencia de la emperatriz, iban extrañamente armados. La normativa de seguridad era que nadie, a excepción de la Guardia Imperial, podía llevar armas dentro de la fortaleza, y menos delante de Zinnia.

Curioso y dispuesto a averiguar lo que estaba sucediendo, se apoyó en la repisa de un ventanal, y con el pico, llamó esperando a que le abrieran cuanto antes.

Al percatarse del ruido de algo que golpeaba los cristales, Zinnia dirigió sus ojos grisáceos hacia los ventanales, encontrándose con la figura alada de su Mensajero Imperial y Mano de la Corona Oscura. Disculpándose con una cordial y amable sonrisa dirigida a los dos hombres, le dio acceso a Travis a la Sala del Trono, que volvió a su forma humana.

—¡Vaya, un cambiante! —exclamó el centauro—. A parte de a ti, solo he conocido a otro en toda mi vida. Dicen que sois muy pocos los que tenéis ese don, ¿es verdad? En especial los que sois Cambiante de Cuervo y de Lobo. O los de Dragón.

—Supongo que sí —respondió Travis, sacudiéndose la ropa, sin apartar la mirada de los dos desconocidos.

—Travis —le llamó la emperatriz—, ellos dos son Carian y Xelantos. Carian es un cambiapieles, y Xelantos, como podrás ver, es un centauro. Ambos son hábiles rastreadores y asesinos. Serán los encargados de matar a la Reina Tierra y a todo aquel que intente impedirlo.