Capítulo XXVIII: Con silencio y lágrimas

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En una taberna ubicada en un pequeño pueblo de Francia, las risas eran iluminadas por las velas que resguardaban a sus habitantes de la oscuridad del exterior.

Mientras bebían y fumaban luego de un agotador día, un hombre se preparaba para colgar en un poste de madera un pergamino con una advertencia aterradora: La Bestia, una recompensa por la cabeza de un demonio que había aterrorizado a la población y al resto de Francia.

Una Bestia que solo aquellos que morían, eran capaces de verla.

Antes de que pudiera tomar los clavos, una flecha se incrustó, atravesando el delgado pergamino hasta unirse con la vieja madera de la taberna.

El hombre de aspecto barbudo se giró, a sabiendas de quién era la que había hecho eso, la chica bajó su ballesta desde su posición y le sonrió.

—Merci, Marie-Jeanne.

La chica no le contestó, aunque una pequeña sonrisa se formó en su rostro, rápidamente la borró, tocando el vaso vacio frente a ella en una señal.

Su rostro se volvió desolador mientras miraba la carta de su hermano, advirtiendo su tardía en regresar.

—No pierdas la esperanza —se limitó a decir el hombre, con una mirada compasiva. No era extraña esa clase de miradas en su taberna, muchos hombres habían partido para la guerra ante la necesidad de su país.

Pero Marie-Jeanne estaba sola en el mundo a excepción de su hermano, ambos padres habían muerto tiempo atrás, Sebastian había sido la única familia que había tenido desde entonces.

—Se llamaba Agnes —Escuchó ella una voz a sus espaldas, rasposa y desgastada—. Tenía solo 11 años. Desgarrado extremidad a extremidad. No quedó suficiente de ella para un entierro adecuado.

El hombre sentado frente a aquel que relataba tal barbarie, lo miraba con suma seriedad, y los ojos al borde de las lágrimas que intentaba esconder detrás de una fachada de frialdad. Debido a su posición, era importante que no pareciera débil frente a aquellos que venían a por él por ayuda.

—Estoy bastante consciente —se limitó a decir—. También estos consciente de que cada reporte nuevo difiere del último. Algunos dicen que es parte hiena, parte lobo. Tiene pelo rojo, tiene pelo negro, pezuñas hendidas, una raya en la espalda.

El dueño de la taberna lo interrumpió.

—Pero sabemos que mata por la noche. Apunta a la cabeza y el cuello. Esto es lo sabemos de cierto. No se detendrá.

—Cuando el lobo encuentra un cordero, busca otro —El hombre de voz rasposa le dijo al señor canoso frente a él.

—Pero nunca se come a sus víctimas —El dueño de la taberna miró a ambos—. Mata por deporte.

—Ningún animal mata por deporte —interrumpió el señor de cabellos blancos, desechando la idea con un movimiento de manos.

Indignado, el hombre de voz rasposa alzó su mirada hasta enfrentarse a los ojos de este.

—Este no es un animal, señor.

—Dile eso al rey —El señor de cabellos blancos frunció el entrecejo—. Escuché que tal vez envíe un contingente de sus propios cazadores profesionales. Hasta entonces, podemos usar voluntarios para una partida de caza. Especialmente alguien que la dirija.

Continuar su conversación, ignorantes de los dos hombres que entraban en esos momentos a la taberna.

—¿Por qué pedir voluntarios? —Uno de los hombres que había entrado los interrumpió—Todos sabemos quién es la mejor cazadora en Géuvadan.

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