Capítulo XXVII: La dama y el doctor

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Norteamérica, Territorio francés, 1760

Dos figuras corrían desesperadas por el bosque sumergido en una tormenta que hubiera helado los huesos de cualquiera que se hubiese atrevido a enfrentarla.

Mientras corrían, una de las figuras tropezó y cayó al suelo, gruñendo por el dolor, manchado de barro y suciedad, alzó la vista y gritó:

—¡Marcel! —La persona a unos pasos de él, retrocedió, yendo en su rescate, ayudándolo, con esfuerzo a pesar de sus heridas, a levantarse.

Mientras continuaban su camino, debilitados por sus múltiples heridas producto de su enfrentamiento, vieron a lo lejos una choza con las luces de las velas encendidas.

—Esperanza, amigo, esperanza —Marcel miró a quien estaba a su lado, quien asintió, mientras se dirigían a la misma.

La puerta fue abierta de un tirón, Marcel dejó que el paso de su amigo cayera sobre una de las sillas, mientras lo veía revolver entre sus ropajes por un papel y una pluma.

—Debemos seguir moviéndonos —Le dijo, yéndose a cerrar la puerta, nervioso porque los británicos los hubieran encontrado ya.

Mientras las preocupaciones del joven Marcel se movían a su alrededor, el otro hombre se encontraba escribiendo apresuradamente una carta a la única persona que amaba en el mundo.

Su joven hermana.

Querida Marie-Jeanne,

Desearía tener mejores noticias para informar.

Pero incluso con el apoyo de nuestros aliados indios, estamos perdiendo esta guerra contra los británicos.

Hemos oído noticias de que Montreal ha caído.

Marcel y yo hemos sufrido lesiones.

Todo lo que nos mantiene vivos es la esperanza de volver a nuestras casas, y de verte, mi hermana.

Mientras Marcel miraba alrededor, una mujer surgió de entre las sombras, atraviada en un largo vestido blanco, como si recién la hubiesen despertado.

Sus ojos claros los miraban con abierta hostilidad, como si no fuesen bienvenidos allí.

—No pueden estar aquí —les dijo, cortante como el hielo.

—¡Atrás! —Marcel habló, la mujer no se vio inmutada ante su tono.

—No entiende —dijo esta, sin importarle sus palabras— vinisteis al lugar equivocado para esconderse.

Marcel la miró.

—Haga silencio.

—Hay algo allá afuera —Esta se acercó—, algo aparte de los soldados británicos de los que huyen.

Ambos hombres intercambiaron una mirada.

—¿Qué quiere decir con "aparte"? —El hombre sentado en la silla la miró.

—Una criatura de la noche —Ella habló, justo cuando un rayo iluminaba su rostro.

Marcel negó.

—No la escuches.

—Un cambiaformas —Siguió, ignorando al joven—. Un demonio.

Teme | Teen Wolf #6|Where stories live. Discover now