Capítulo 46: ¡Rubén!

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—No es culpa tuya, él debe comprender y a demás por más molesto que haya estado no tenía derecho a hacer lo que hizo.

—Ignóralo.

—¿Qué? —pregunte confundida.

—Ignóralo, no le hables y si es posible no duermas en la misma cama que él, con solo dos días aprenderá —dijo con una sonrisa de maldad. Era buena idea.

—No me permitirá dormir en otro cuarto, ayer trate de hacerlo pero me siguió.

—Si llevas a las niñas contigo te aseguro que no discutirá, no le gusta pelear delante de ellas —ella conocía a mi marido muy bien. Su cambio era evidente ¿por qué él no podía aceptarlo?

—¿No se enfadara más? —le conté todo lo sucedido la noche anterior.

—Es probable pero se le pasara, prima no quiero alarmarte pero conozco muy bien a Jack, y esas ideas no son de él, de seguro alguien se las metió en la cabeza —era la segunda persona que me lo decía pero ¿quién le había dicho todas esas cosas a mi marido?

—Porque no vas a inspeccionar el terreno —sugirió.

—Si te refieres a que vaya a la oficina, ya lo hice y no hay mujeres de su interés —se quedo pensando unos segundos.

—Según se ya han corrido a la secretaria entonces no hay otra mujer interesada en Jack.

—Explícate.

—Me refiero a que represente un peligro, esa mujer hizo de todo para separarme de Jack, cuando estábamos juntos —de pronto en su cara se formó una expresión de espanto.

—Madison dime que Rubén no te ha conocido.

—Como no lo pensé... —dijo María José.

—No conozco a ningún Rubén.

—Es uno de los mejores amigos de Jack, si se le podría decir de ese modo.

—Es un machista de lo peor para él una mujer casada debe someterse a todo lo que diga su marido.

—Y seguramente se dio cuenta del cariño con el que te trata Jack y le ha metido esas tonterías en la cabeza aprovechándose de su enojo.

—Por su culpa, Johnson me mantuvo en Italia 2 años —recordó molesta— tiene una facilidad para convencer a los hermanos Gilinsky —reconoció con fastidio.

—Jack es libre de pensar lo que quiera, si él me dijo esas cosas es porque así lo piensa no culpemos a nadie más.

—Créeme cuando te digo que ese bobo tiene algo que ver, es porque es así, a mí me ocasionó muchos problemas.

—A mí también, es que no entiendo de qué modo les lava el cerebro, pero tengo una idea, hace bastante tiempo que no me paso por la empresa y según sé debo hacerlo mínimo una vez al mes porque soy accionista, ¿qué les parece si vamos?

—No sé. no quiero más problemas.

—Sin pretextos, vendrás con nosotras.

—Esta bien pero llamare a Sofía para que nos acompañe.

Nos montamos en el coche de María José y pasamos por Sofía a su nueva casa. Nuestros maridos se encontraban en la oficina, por ellas pienso que no habrá problemas pero conmigo no estoy muy segura.

Alguien sabe por que razón Nate me dijo que lo mangoneo a mi antojo?

—¿A ti también? eso mismo me dijo Jack.

—Oh, espera, me dijo que él era mi dueño desde el momento en que nos casamos. ¡Por dios estamos en el siglo XXI!

—No cabe duda que Rubén tiene que ver en esto, no se los había dicho pero anoche discutí con Johnson y me dijo algo similar pero me encerré en el baño dejándolo hablando solo.

—Suena tonto pero ese tipo es capaz de terminar con sus matrimonios, a la pobre de su esposa la tiene recluida en su casa hecha un manojo de nervios por el miedo que le tiene.

—Llegamos...

—¿Y si nos corren o de plano no nos dejan entrar?

—Somos accionistas desde el momento en que nos casamos con ellos. Y creo que hay una oficina preparada para mí o algo así me dijo Johnson, pero en todo caso no venimos a verlos a ellos —dijo con una sonrisa de maldad.

Entramos en el piso en donde se encontraban las oficinas de los accionistas, al entrar provocamos que todos nos mirarán. Nos acercamos a Karla.

—Hola, ¿me podrías decir en dónde está mi oficina?

—Hola señoritas... mmm, su oficina, me perdonara pero no sé en dónde está —menciono apenada.

—Vale, ¿alguna oficina vacía?

—Sí, enseguida la llevó —nos indico el camino y nos dio unas llaves. En el camino pasamos por una oficina en la cual se encontraban los tres hermanos Gilinsky y otro tipo, logramos verlos porque la puerta de la oficina era de vidrio. Al vernos pasar se quedaron con la boca abierta pero los ignoramos y seguimos nuestro camino hasta entrar en la oficina.

—¿Vieron la cara que pusieron? —dijo Sofía soltando una risa.

—Lo sé, estuvo muy cómico —respondió María José, pero Bárbara estaba pensativa y no decía nada— ¿te pasa algo? —le pregunto.

—No entiendo qué hace Alberto con ellos.

—¿Quién?

—El hombre que estaba con ellos, es mi esposo.

—Qué estarán tramando esos cuatro.

—¿Lo crees? —preguntó Sofía.

—No lo creo, lo sé, esperen un poco y vendrán a ejercer su autoridad —dijo María José.

—Creo que esto no fue buena idea. Anoche Jack estaba realmente enojado y la verdad que temo su reacción —la noche anterior se había comportado de un modo totalmente diferente y me había lastimado, tenía las marcas de sus manos en mi cintura y hasta un moretón por la forma tan brusca en que me jalo por el brazo.

—¿Te hizo algo más de lo que nos contaste? —preguntó Bárbara. Levante un poco mi blusa y les mostré las marcas en mi cintura y el moretón de mi brazo— esta me la va a pagar, ¡como se atreve! —fuimos interrumpidas por un fuerte golpe en la puerta.

—¿Quién es? —preguntó irónicamente María José.

—Soy Nate, ¿puedo pasar?

—Adelante, ¿qué quieres?

—Quiero hablar con mi esposa.

—Lo siento pero no quiero hablar contigo, que pena.

—Por favor —suplico— Vamos a mi oficina.


Casada con un extraño ; m.b // Jadison Donde viven las historias. Descúbrelo ahora