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—¿Cuándo nos vamos?—Tom caminaba de un lado para otro de la gran sala en la que se encontraba reunido con Andrew, y dos hombres más.—¿CUÁNDO NOS VAMOS?

—Mañana.— Dejó salir el humo entre sus carnosos labios mientras se aflojaba la corbata, una mujer atractiva, la cual era una de las señoritas de compañía que trabajaba en el local, le hizo el favor de deshacer un poco el nudo.—Gracias.—Masculló de mala manera.

—No le hables así, encima que te hace un favor.

—Es tu culpa, que me irritas de una forma...

—A ver, termina la frase, quiero ver que tan exquisito es tu vocabulario.

—No me toques los cojones.

—Vaya.—Tom sonrió de lado.—Esperaba algo mejor.

—¿Vas a seguir dando vueltas con el teléfono en la mano o vas a llamar a Patrick de una puñetera vez?

—¿Y por qué no me llama él?—Se cruzó de brazos en mitad de la sala escuchando una risa burlesca.—¿Quién ha sido?—Masculló buscando con la mirada al culpable.

—Nadie.— Dijo el de la chaquetilla color carmesí.—Yo no he oído nada ¿y tú?

Su compañero negó con la cabeza.

—Fue él.— Se chivó Andrew con su encantadora sonrisa mientras el señalado tragaba saliva haciendo movimientos exasperados con la cabeza.

Un disparo terminó con su vida en menos de dos segundos.

—Tom, no mates a Damián.

—Me ha mentido.—Recriminó apuntándole con la pistola mientras observaba con terror el cuerpo de su compañero.—No puedo confiar en hombres que me mienten.

—Todos los hombres mienten Tom, hasta tú, que te sigues engañando con Patrick.

—Joder.—Guardó su arma haciéndole un gesto a Damián para que se largara, la prostituta se marchó tras él tras recibir el permiso de Andrew.—Toma anda.—Dejó el teléfono sobre la mesa de Andrew.— Llama a las señoritas de la limpieza y diles que se lleven a ese saco de mierda.

—¿A dónde vas a ir?—El ojos azules marcaba los números mientras le observaba con el ceño fruncido.—Espero que no vayas a emborracharte otra vez.

—No puedo estar ebrio mientras mi cabeza me dice una y otra vez que Patrick no me quiere.—Confesó.— Sé que tengo la culpa de muchas cosas, pero también sé, que siempre soy yo el que se arrastra por él ¡y no me importa hacerlo!—Gritó como si de repente alguien fuera a juzgarle por atreverse a quejarse.—Es solo que, me gustaría que...no sé, recibir una llamada, un... ¿hablemos las cosas para reconciliarnos? O... tal vez... Oye Tom, te echo de menos, eres un hijo de puta pero te quiero y quiero que volvamos, algo así estaría bien.

—Sí, pero entonces no estaríamos hablando de Patrick, él no es así, ya sabes lo orgu...

—A la mierda todo, más orgullo que yo no tiene nadie, podría estar en México, lejos de toda esta puta mierda durmiendo en una playa con una jodida caña de pescar y una maldita hoguera.—Levantó los brazos.—¡No necesito más! Pero claro, entonces, no habría antepuesto la felicidad de Patrick a la mía, no hubiera preferido entregarme a esos putos de mierda y vivir como una rata durante un año mientras el niño bonito comía fresas con nata en mi cama.

—Eso no era del todo así.

—Andrew, ¿puedes darme la razón al menos una vez en tu vida? Se supone que eres mi psicólogo.

Give Me LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora