Prólogo

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Para: Tom Crauford.

Alias: Maricón, cobarde de mierda, lame culos del CSI, hipócrita.

Remitente: Tu marido, aquel que te olvidaste en el barco junto con la maleta.

Querido esposo:

Ya han pasado nueve meses desde que te fuiste, por desgracia, solo quedan tres, me gustaría que no volvieras nunca.

En primer lugar, quería decirte que eres un jodido desgraciado, no me creo, que con tu inteligencia, no hayas logrado enviarme ni una sola nota, una llamada o un mensaje.

Igualmente, tampoco lo necesito.

Quiero que sepas que tengo la escoba junto a la entrada de la puerta para que te tropieces con ella nada más entrar y, que lo primero que haré será escupirte en la cara.

Sinceramente, no sé por qué te sigo esperando.

Creo que tan solo tengo ganas de vengarme de ti, cuando lo haga, me buscaré un amante negro que la tenga más grande que tú y nos iremos a Miami.

Sí, como lo lees, un negro.

Espero sinceramente y de todo corazón que te estés pudriendo donde sea que estés.

Te odia, Patrick.

El castaño sonrió imaginándose la cara de Tom si leía aquello.

Se levantó de la cómoda y espaciosa cama para abrir el ropero y tomar una gran caja de madera que estaba apoyada en el suelo de este.

Dentro habían más de mil cartas.

-Te obligaré a leerlas todas, esa será una de mis venganzas para cuando vuelvas.- Dijo dejando la carta doblada junto a las demás, con la fecha escrita en el reverso.

Cogió una de las camisas blancas del rubio y se la puso por encima, abrigándose con ella mientras se abrazaba a sí mismo y se tiraba en la cama observando el Big Ben.

-Al principio contabas los minutos de un amor imposible.- Se llevó una fresa a la boca, estaba cenando fresas con nata- Después.- Apuntó con la cucharilla al reloj.- Los de un amor eterno y ahora...- Dejó la cabeza caer sobre la almohada.- Los desesperantes minutos de mi soledad, maldito reloj.

El teléfono comenzó a sonar.

Alargó la mano para tomarlo, ya sabía de quien se trataba, era esa persona que le llamaba cada noche, entre otras, pues en total, le llamaban cuatro.

-¿Aun sigues vivo?

-¿Por qué no debería estarlo?- Se escuchó la voz de Andrew al otro lado.

-No sé, ya estás viejo.

-Pues soy mas joven que Tom.

-Sí, y más feo.- Volvió a llevarse otra cucharada a la boca.- A ver, psicólogo de pacotilla, ya me he duchado, he hecho los deberes y estoy cenando, ¿algo más?

Andrew soltó una carcajada.

-No olvides lavarte los dientes.

-Me los lavaré si me da la gana.- Rezongó.- Enserio, estoy cansado, ¿algo más?

-Eso lo dirás tú, solo te llamo para saber si necesitas hablar, pero veo que estás bien.

-Sí....- Suspiró.- Hoy estoy bien.

-¿Has escrito la carta?

Andrew era quien le había dicho que escribiera una carta a Tom cada día, para así desahogar todos sus sentimientos y no sentirse tan solo.

Give Me LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora