|Adictos|

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Nathan.

Las cosas se habían complicado más de lo esperado

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Las cosas se habían complicado más de lo esperado. Eleanor me había mandado un mensaje en el que me decía que "La espera había terminado" no tenía la más mínima idea sobre porque había dicho aquello, pero no era idiota, eso significaba que la vería pronto. Extrañamente su mensaje me había puesto de buen humor en lo que quedo del día; una parte de mi muy en el fondo se sentía como un colegial que tendría su primera cita, pero existía aquella parte que seguía cabreado con ella por todo lo que había hecho. Mi estómago era un caos, como si hubiese comido algo en mal estado.

Conforme las horas pasaban en el reloj, me preguntaba en realidad cuanto tiempo tendría que pasar para ver a Eleanor, en su mensaje no había especificado un día o lugar para vernos, de hecho no importaba cuanto lo leyera era una laguna, con su distinguido tono arrogante y altanero, simplemente verlo me ponía ansioso, estaba casi seguro que tenía un lado masoquista cuando se trataba de la señorita Muerte, pues realmente no importaba como me tratara, si era altanera, grosera, engreída, tajante, incluso eso en algún punto me había llegado a parecer un poco lindo.

-¿Te vas ya?-preguntó Carlota desde su escritorio, se encontraba organizando los últimos documentos del mes. Me miraba sorprendida y hasta preocupada ya que era inusual que yo me retirara temprano.

-Sí, terminaré lo demás en la casa, por ahora quiero descansar-respondí con sonrisa fingida. Tenía los hombros tensos y un poco de tortícolis- te veo mañana Carlota, por cierto... Si Eleanor llama, dile que se comuniqué a mi móvil por favor.

-¿Eleanor?-repitió la chica con el ceño fruncido- vale yo le haré saber, ¿Significa que han vuelto hablar?

-Algo así...-respondí evasivo.

No tenía respuesta para aquella pregunta. Ni siquiera sabía cuando vería a Eleanor. Solo tenía que esperar a que ella me llamara o me mandara algún mensaje para quedar, aunque la simple ilusión de que quizás pronto nos veríamos ya era algo. Al salir del edificio fui abrazado por una brisa realmente fría, las calles susurraban en silencio y las luces de los faroles eran solo sombras; aquella parte de Manhattan no era lo de siempre, incluso los letreros y pantallas que iluminaban igual que todas las noches parecían ser solo simples imágenes sin sentido para mí. Usualmente me quedaba perdiendo el tiempo entre los escaparates de las tiendas, distraído con algún anuncio de las enormes pantallas o simplemente pasaba a comprar alguna cosa para cenar. Sin embargo no tenía deseos de hacer mi ritual monótono, quería ir a casa y buscar desesperadamente como lo estuve haciendo durante esta semana aquel aroma simple y natural en mi almohada, llegar a casa y perderme entre los pequeños recuerdos que aun continuaban prendidos en las paredes de mi departamento. Aquello se había convertido en mi nuevo capricho.

Me estoy obsesionando con la idea de verla, después de todo una semana parece demasiado— me entretenía mirando por la ventana del taxi, pero en cada imagen que aparecía no podía evitar imaginarla, sus ojos cafés, sus labios finos y fríos; su cabello largo negro azabache, su piel morena, sus misteriosos lunares y las pecas curiosas en sus redondos hombros. Llevé mi dedo índice hasta mis labios y fruncí la frente al darme cuenta de la dirección que mis pensamientos estaban tomando, yo mismo me sorprendía de todo lo que comenzaba a sentir cada vez que pensaba en Eleanor, era como un huracán de irritación, frustración y al mismo tiempo sentir que algo estaba mal conmigo... Quería verla más que cualquier otra cosa, me había justificado y convencido de que todo eso se debía a que su compañía se había convertido tan normal como el aire que respiraba, después de todo pasaba cada minuto a su lado durante del viaje y separarme de ella sin más se había convertido en algo raro, además estaba el deseo de querer gritarle y pedirle explicaciones del porque me había dejado atrás de nuevo. — Si la veo estoy seguro que terminare explotando, después de todo me debe muchas explicaciones; estoy furioso con ella—.

Al llegar a mi departamento y abrir la puerta... un extraño sentimiento me entumió el cuerpo, ni siquiera me atrevía a entrar de buenas a primeras. Las luces estaban apagadas como siempre y las ventanas cerradas, el aire acondicionado no estaba funcionando desde hace unos meses atrás, pero la habitación estaba realmente fría, era como si acabara de abrir las puertas de un congelador. Un poco confundido creyendo que quizás se trataba de alguna especie de falla, entré a la habitación, coloqué las llaves en la mesa que se encontraba en el costado de la puerta y me quité el saco con la corbata al mismo tiempo. — Hay alguien aquí— fue lo que pensé cuando sentí una mirada profunda observándome desde atrás, intentaba fingir que no pasaba nada así que caminé hasta la cocina para servirme un poco de agua, pero aquel sentimiento persistía.

-¿Ahora te dedicas a matar a la gente con un susto?-pregunté al vació. Me giré sobre mis talones para ver hacia el marco de la puerta, en donde obviamente no había nadie, pero era de ahí de donde sentía la presencia de alguien- te he dicho mil veces que dejes de aparecer y desaparecer de esa forma ya que no es necesario. 

A pasos lentos me acerqué hasta el marco de la puerta, aquel espacio estaba incluso más frió que toda la casa, estiré mi mano y aunque no podía toparme con alguien sabía que ella estaba ahí. Era como atravesar al mismo aire: "Mi existencia es como el aire". Quizás era cierto, pero podía sentirla aquí conmigo.

-Quiero verte... ¿Podrías aparecer?-pregunté con gentileza. Tenía miedo de estar equivocado, pero dentro de mí estaba completamente seguro. Fue entonces cuando frente a mi apareció una chica con la mirada leopardina, aquella expresión tajante y quizás arrogante;  con su figura morena y delgada - hola...-saludé en un susurro, mi mano se posó con inseguridad sobre su mejilla, tenía que asegurarme que era ella y no una simple y absurda ilusión que mi mente me estaba ocasionando. Pero no era el caso, era real... Sentía como mi corazón estaba a punto de contraerse en un sentimiento estúpido de felicidad.

-Llegas temprano...-mencionó Eleanor como si estuviese regañándome. Su mirada fija y tajante era tan excitante y seductora.- ¿Qué te pasa?

-No esperaba verte hoy-dije en voz baja, sentía un nudo en la garganta. Enserio no creía que me alegraría tanto verla, pero era como si algo se desbordara en mi interior.

Había pasado una semana, tan sólo una semana y sentía que era como una eternidad, jamás creí que podría verla hoy mismo. Dentro de mí la emoción, ilusión y los deseos estúpidos e incontrolables de verla se combinaban con aquellos de furia y exasperación. Tenerla frente a mí y no saber ni siquiera que hacer me comenzaba a frustrar. —Jamás imaginé que la extrañaría a este grado—. 

-Pensaba en ti...-confesó con inocencia la chica mientras me miraba de forma indiferente. No sabía si lo decía enserio ó sólo era alguna especie de comentario casual sin ningún significado. Pero realmente no me importaba, aquellas palabras eran suficientes para mí- Nathan tenemos que...

-También pensaba en ti-sin darle pauta a decir algo, ahogue sus palabras en un abrazo un tanto patético, su rostro terminó estampado en mi pecho gracias a su pequeña estatura, su cabello acariciaba mi nariz lo que resultaba increíblemente satisfactorio pues podía percibir ese aroma natural y simple, al que tan aferrado estaba en conservar en mi almohada- te extrañe señorita Muerte.

No estaba seguro si mis palabras podían reflejar lo que enserio estaba sintiendo, pero al menos quería intentar forzar a mi lengua y a mi cerebro para decir algo que se le acercara. Me sentía nervioso, podía ser consciente de ello pues mi abrazo demostraba mi desesperación y miedo a que ella pudiera alejarse y de nuevo desaparecer ante mis ojos, mis manos incluso la tomaban de sus ropas como si fuesen garras; quizás la estaba lastimando pero lejos de poner distancia entre nosotros ella terminó por aceptar la cercanía y, sus manos al igual que las mías me tomaron con fuerza y hasta con cierto temor, el mismo que yo estaba experimentando. Su rostro se acomodó entre mi pecho, su corazón casi latía entre mis costillas y la boca de mi estómago; eran como pequeños golpes y su temperatura fría extrañamente se sentía algo cálida, su aroma era como una droga exquisita; jamás me habría dado cuenta de lo adicto que era a ella si no fuera porque ahora la tenía toda para mí. —Sé que dije que si te llegaba a tener frente a frente te reclamaría por lo que hiciste, pero te juro que no importa, yo te lo perdonó... No importa, solo quédate; quédate y no te vayas a ningún lado...— había pensado que en cuanto la viera explotaría y lo hice, aunque no de la forma que imaginé y eso me daba la sensación de que estaba perdido. Lo sabía, tal vez no valía la pena pero quería atarme a ella a modo de que nunca más se fuera.

-Nathan... tenemos que hablar-susurró con su voz deseosa y mirada ardiente.

La muerte se llama... Eleanor. ||| Mrs. Write ||| EN EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora