|New York|

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Eleanor.

- ¡Estamos aquí! - entre la multitud que esperaba en la entrada del aeropuerto, la voz de Rebecca al igual que sus brazos agitándose en el aire destacaban-Eleanor, Nathan por aquí

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- ¡Estamos aquí! - entre la multitud que esperaba en la entrada del aeropuerto, la voz de Rebecca al igual que sus brazos agitándose en el aire destacaban-Eleanor, Nathan por aquí.

- ¡Dense prisa Tórtolos! - gritaba Rafael, quién sostenía una pequeña cartulina con el mensaje de "Bienvenidos Tórtolos".

Sólo habían sido algunos días de aventura en los que estuvimos lejos de ellos, aún así cuando nos acercamos ambos chicos nos estrecharon en un fuerte abrazo. Rebecca me mecía de izquierda a derecha mientras sus brazos me aprisionaban, causando que me ahogara sólo un poco, incluso cuando creí que el aire regresaba a mis pulmones fui tomada por Rafael, quién me levantó del suelo como si de una pluma me tratase.

-Qué bueno que han vuelto, los extrañamos mucho- comentó Rebecca, obsequiándonos su más cálida sonrisa con lápiz labial.

-Hay que darnos prisa todos nos están esperando- mencionó Rafael tomando rápidamente nuestro equipaje- hemos preparado un festín.

-¿Todos?- repetí confundida. Aún así me tomaron de los brazos y me arrojaron en un taxi, seguido de Nathan quien prácticamente cayó sobre mis piernas.

La emoción entre esos dos resultaba algo abrumadora, daba la sensación de que no nos habíamos visto en años, cuando la realidad era que a lo mucho sólo habían pasado días. Durante el trayecto me sentí bombardeada con preguntas a las que absurdamente no me dejaban responder, pues se limitaban a decir: "No, mejor no me digas... Esperemos a que estemos todos" — ¿Para qué rayos me preguntaban entonces?—  por ratos me limitaba a mirar por el rabillo del ojo a Nathan, quién iba sonriendo a cada ocurrencia que Rafael soltaba, sería una falacia si decía que en realidad estaba poniendo atención al tema en concreto. En realidad en mi cabeza marchaban un sin fin de cosas que ahora que estábamos en New York tendría que comenzar a darle forma. —Supongo que pronto tendré que decir la verdad...— sin embargo tan sólo pensar aquello me provocaba náuseas y mi corazón se aceleraba.

— sin embargo tan sólo pensar aquello me provocaba náuseas y mi corazón se aceleraba

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- ¡SORPRESA! - gritaron todos.

Serpentinas y confeti entraron por mi boca una vez que puse un pie en el jardín, todo estaba decorado con globos y una mesa se encontraba al fondo con bocadillos esperándonos, con el irresistible aroma a parrillada que acariciaba mi nariz y hacia rugir a mi estómago.

La muerte se llama... Eleanor. ||| Mrs. Write ||| EN EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora