|Rumbo|

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Nathan.

•Aquí estábamos de nuevo, en un aeropuerto sentados en silencio como si estuviéramos esperando alguna especie de señal divina; llevábamos cerca de diez minutos escuchando aquella voz que anunciaba los vuelos y viendo el ir y venir de los pasajeros

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•Aquí estábamos de nuevo, en un aeropuerto sentados en silencio como si estuviéramos esperando alguna especie de señal divina; llevábamos cerca de diez minutos escuchando aquella voz que anunciaba los vuelos y viendo el ir y venir de los pasajeros. No nos movíamos, simplemente dejábamos que el tiempo pasara sobre nosotros; aún no sabía por cuánto tiempo permaneceríamos así y tampoco había nada de qué hablar. Al igual que no podía quejarme, no porque no tuviera algo por lo cual hacerlo, sino más bien porque no quería comenzar una discusión, aunque eso no significaba que no comenzara a fastidiarme el hecho de no hacer literalmente nada. Cansado de la misma postura, aclaré mi garganta y me puse de pie sintiendo un ligero hormigueo en los músculos.

-Bien, supongo que iré por algo- anuncié llamando la atención de Eleanor- ¿Te apetece algo?- se limitó a negar con la cabeza- de acuerdo, espérame no tardo nada.

Ni bien me había alejado lo suficiente cuando la vi sacar rápidamente aquel pliego de papel arrugado, en el cual estaba convencido estaban anotadas las cosas que hasta ahora habíamos hecho— me preguntó ¿Cuántas cosas nos faltarán?—  de hecho ahora que lo pensaba, cuando fuimos al parque Yosemite ella mencionó algo sobre el tiempo.

Sin duda en este tiempo había hecho ciertas cosas que me habían hecho alguien diferente; parte de eso se debía a ella, aunque no podía evitar pensar todavía en ciertos momentos que aquello era parecido a un sueño, algo así como le sucedió a Alicia cuando se quedó dormida y se imaginó a ella misma en un extraño y retorcido mundo; pues justo así era como me sentía. Pensaba que quizás me encontraba dormido y que cuando despertara, estaría en mi oficina junto a una pila de documentos y un emparedado de jamón serrano y queso — cómo se me apetecía uno...— con Rafael entrando y saliendo de mi oficina y a mi verdadera Eleanor; a tres días de nuestra boda... Sin embargo en el instante que lo pensé, un golpe se apoderó de mis costillas y mi conciencia me señalaba con esas palabras: traidor e hipócrita saliendo de sus labios, pues hasta apenas unas horas me había acostado con Hadassah, mi ex novia y poco me había acordado de mí prometida.

"Eso me recuerda..."

Fue cuando la máquina me anunció que mi bebida estaba lista la cual retiré con cuidado; está mañana mientras abandonábamos la habitación recibí un mensaje de Hadassah, fue cuando saqué el móvil aprovechando que Eleanor no estaba cerca, para abrir la bandeja de entrada y así leerlo con calma.

"Cual patán has huido y me has abandonado en el cuarto de hotel... Gracias por una noche, espero puedas ver a la cara a tu PROMETIDA. Aunque con esto me queda claro que su relación no es verdadera, yo no te deseó felicidad, de hecho espero que te dejen por IDIOTA"

Aquel mensaje no sólo me cabreo, sino que confirmaba que efectivamente era un idiota, por haber caído y haber sido la marioneta de Hadassah, aunque no sólo podía culparla a ella, ya que todo eso ocurrió sin que nadie me obligara. Sin pensarlo terminé bloqueando su número y eliminando aquel mensaje tan infantil; como símbolo de que la dejaría justo en donde estaba: en el pasado. Cuando regresé hasta mi asiento, menudo cuadro me encontré cuando vi a Eleanor abrazando a una mujer que lloraba de forma desconsolada, aquello sin duda era un tanto sorprendente y confuso; titubeando me acerqué hasta ella y fue cuando poco a poco iba escuchando lo que hablaban.

-...Muchas gracias- dijo entre sollozos aquella mujer con la voz cortada- al menos ahora sé que descansa y que está en un buen lugar.

-Tenía un gran corazón, pude sentirlo- respondió con serenidad Eleanor, quién acariciaba gentilmente la espalda de aquella mujer- aunque también lo note preocupado, él no querría verla de esta forma.

-Tú no lo entiendes...- manifestó con voz fuerte y rompiendo nuevamente en lágrimas la mujer-jamás volveré a verlo, ¿Qué voy hacer con todo este amor que siento? ¿Qué va a pasar con nuestra bebe?

-Él no querría que usted se rindiera- comentó con voz firme y llena de tranquilidad Eleanor- él caminó tranquilo y estoy segura que era porque confiaba en usted. Sé que es difícil y apenas puedo darme una idea de lo que debe sentir, pero usted sigue aquí y tiene que seguir adelante; si lo amaba lo hará entonces. No se convierta en su asunto pendiente.

Tras aquellas palabras la mujer pareció quedarse unos minutos en shock y no sólo ella, yo también me sentía sorprendido de lo que acaba de decir; de alguna forma sus palabras terminaron alcanzándome. La mujer lentamente comenzó a tranquilizarse, mientras que con fuerza y cierta desesperación limpiaba sus lágrimas, las cuales aunque no cesaban parecían ser menos, debido a que ella comenzaba a tomar bocanadas de aire para buscar un poco de tranquilidad y valor; llevando sus manos a un vientre algo abultado, se giró con una expresión de clara y absoluta gratitud hacia Eleanor, a quién se limitó a darle las gracias y luego se despidió; una vez que se iba alejando me acerqué a ella con absoluta sorpresa, confundido aunque también conmovido. Con la duda revoloteando sobre mi mente no pude aguantar más y terminé soltando mi pregunta.

-¿Qué ha sido eso?

-¿El qué?- respondió Eleanor de forma impasible.

-¿Por qué parecía que sabía quién eras?- cuestioné insistente.

-Ella sabía quién era- declaró Eleanor indiferente y con absoluta sinceridad, dejándome con los ojos de plato- no pongas esa cara de idiota- refunfuñó altanera.

- ¿Acaso se lo has dicho?- volví a interrogar con incredulidad, sencillamente no podía creer que ella se revelara con un extraño, cuando conmigo se lo pensó muchas veces.

-¡Por supuesto que no!- espetó con cierta soberbia- sin embargo ella se dio cuenta, lo que sinceramente me sorprendió.

No estaba mintiendo y no lo decía por su expresión; la cual no demostraba nada al lucir impasible, sino por el brillo en sus ojos, de alguna manera parecía curiosa y feliz.

-Lo qué le has dicho...- dije distraído.

- ¿Qué?- preguntó altanera y tajante.

- ¿Cómo puedes saberlo?-inquirí girándome a verla, a lo que ella dibujó una sonrisa traviesa y algo picara que me congelo- ¿Qué?

-¿Acaso olvidas quién soy?- preguntó con diversión en sus labios- soy eso a lo que ustedes llaman Muerte.

-Lo dices con mucho orgullo- mencioné siguiéndole el rollo, a lo que ella soltó una risita.

-No puedo negar lo que soy ó quien soy...-mencionó desviando la mirada con esa pose engreída- no olvides que no existo como tal y que estoy en muchos lugares a la vez, me gusta pensar que soy como el aire.

Sus palabras tan llenas de verdad eran justamente las que de alguna forma me hacían sentir incomodo. No había forma de que yo alguna vez olvidara todo esto, ni mucho menos que me hiciera el ciego ante la idea de quién era ella; aún cuando costara creerlo, bastaba sentir su temperatura tan condenadamente fría, más de la que se podía percibir en un día nevado, bastaba escucharla hablar tan misteriosa y con sus comentarios morbosos, para quizás convencer al más incrédulo sobre quién era ella realmente —algún día esto será una gran historia que contarle a mis nietos.—

-Por cierto... Ya sé a dónde iremos- soltó cambiando rotundamente el tema- quiero ir a Los Ángeles.

- ¿Los ángeles?- repetí fingiendo indiferencia, aunque por dentro estuviera algo desconcertado- ¿Qué quieres ir hacer?

-Cosas- respondió con ironía- además ya pregunte con una persona y hay algo en ese lugar, tenemos que ir.

-¿Una persona? ¿En qué momento has preguntado?- mi rostro dibujó una expresión de completa confusión al mismo tiempo que mis cejas se arqueaban, aun así la respuesta, tal y cómo en varias ocasiones nunca llego, tan solo se limitó a empujarme -¿Qué haces?

-No preguntes sólo ve y compra los boletos- ordenó con voz autoritaria.

Tuve que guardarme los comentarios y sencillamente obedecer. Sin embargo aquí estábamos de nuevo con rumbo extraño para cumplir quizás una de las últimas cosas que se le ocurrirían a esta chica. — sin embargo, ¿Qué hay en los Ángeles para que quiera ir con tanto ahínco?—.

La muerte se llama... Eleanor. ||| Mrs. Write ||| EN EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora