De mi bolsa saqué a mi viejo amigo, aquel pliego de papel al cual con extremo cuidado fui desdoblando pues me daba miedo que terminara rasgándose. Aquella lista que comenzó siendo demasiado larga, ahora se encontraba a tan sólo pocas cosas para ser finalizada— ¿Qué sucederá después? Una vez que terminé ¿Qué será de mi?— no importaba cuanto pensara en ellos, aquella era una de esas preguntas que no tendrían respuesta sino hasta llegado el momento.

-Llegamos señorita-avisó el taxista.

La cafetería era un pequeño establecimiento con piso de madera que hacía juego con el mostrador y los colores neutros de las paredes, el aroma a café se sentía apenas entrabas y las personas que se encontraban ahí conversaban a gusto acompañadas del tintineo de sus tasas. Aquel lugar sin duda se hubiese convertido en uno de mis favoritos. Al fondo en una barra que se extendía por todo lo ancho de una pared se encontraba Hudson, no se había percatado de mi presencia ni siquiera por qué me encontraba detrás de él, tenía la espalda encorvada y el cabello despeinado, además habían ojeras debajo de sus ojos y su rostro lucía pálido y demacrado; todo él lucía terrible. Me acerqué haciendo un ligero sonido con mi garganta para llamar su atención, fue entonces cuando se giró de sorpresa encontrándose con mis ojos—cielos... Seguro que estuvo llorando— tomé asiento a su lado notando como mi simple presencia hacia que sus vellos se erizarán, me sentía un poco incómoda pero debía imaginar que para él era incluso mucho peor.

-Hablaste...-susurré con la voz firme sin hacer contacto visual-te escucho.

Sin embargo su silencio fue lo único que pude escuchar. De pronto era como si se hubiese convertido en una gárgola, me sentía un poco inquieta había venido con toda la intención de que pudiéramos hablar, pero en lugar de eso era como si de pronto Hudson se hubiese enmudecido. Yo no solía ser muy paciente aunque justo ahora intentaba serlo.

-¿Estás seguro que quieres hablar aquí?-pregunté con sutileza, en realidad me había sorprendido que me citara en una cafetería en lugar de su casa-¿No prefieres un lugar más privado?

-Esta es tu cafetería favorita-susurró finalmente con la voz ronca. La forma en la que había dicho aquello me hizo entender que para él... Lo que ayer le había dicho había sido más que un juego.

"Creo que debo volver a decirle... Aunque sea duro".

-Hudson lo de ayer...-justo iba hablar cuando de la nada esté dibujó una mueca extraña que parecía un intento burdo de sonrisa, se inclinó debajo de la barra para luego sacar una caja de color amarilla-¿Qué es eso?

-¿De qué hablas?-preguntó de forma extraña- ¿Acaso no la recuerdas? Es nuestra caja de tesoros.

"Mierda, no tengo el estómago para algo como esto".

Ignorándome por completo, Hudson comenzó a sacar algunas cosas de ella. Desde CD's hasta algunas fotografías y objetos curiosos. En realidad aquello era más como una cápsula del tiempo la cual se sentía un poco nostálgica al verla, pero era aún peor a través de los ojos de Hudson. —Vamos... Coopera conmigo— a cada cosa que iba sacando me iba relatando historias sobre ellas. Los boletos de un concierto de Rock en el cual aparentemente se habían escabullido por la ventana sin que sus padres se enteraran, una vieja fotografía de Eleanor en donde salía con dos coletas y sonrisa de payaso presumiendo sus frenos, un viejo CD con canciones que solían escuchar cuando salían de vacaciones... Todas memorias preciadas y que una a una iba estrujando mi corazón, era peor cuando al voltear miraba aquella expresión en su rostro; la cual no estaba completamente segura pero parecía desesperación.

-Hudson... Tengo que hablar contigo-insistí con sutileza. En realidad me lo estaba haciendo muy difícil-Es sobre lo de ayer.

- ¡Mira que encontré! -exclamó. De la caja amarilla saco unos viejos brazaletes. De ellos colgaban unas iníciales "E y H"- las compramos aquella vez que papas fallecieron... Hicimos una promesa ¿Recuerdas?

-Madre mía... Hudson- sentía que las fuerzas se me iban, la mano de Hudson sujeto la mía y me colocó el brazalete para luego entrelazar nuestras manos. Aquello sin duda me estaba haciendo añicos el corazón.

-Prometimos que pasara lo que pasara, siempre estaríamos juntos-declaró con la voz suave. Sus lágrimas caían sobre nuestras manos al mismo tiempo que se le escapaban unos sollozos-por eso lo que dijiste ayer es sólo una mentira, estas aquí... Conmigo, no has podido dejarme ya que tú eres mi única familia, eres todo lo que me queda. No pudiste simplemente irte, lo prometiste y siempre has cumplido tus promesas-de pronto los labios de Hudson se posaron sobre mis nudillos haciéndome estremecer-eres mi pequeña hermanita.

"Dios mío ¿Qué fue lo que hice? ¡Soy un monstruo!"

-Ahora, dime que lo de ayer es sólo una mentira-pidió con la mirada desesperada y el rostro lleno de terror- por favor dime que solo fue una broma de mal gusto.

-Hudson... Yo...

De pronto, mi cuerpo comenzó a palpitar, todo en mi interior se contrajo dolorosamente, sentía como mi temperatura descendía hasta sentir el mismo infierno... Mi vista se nublaba y el corazón me golpeaba fuerte y lento en las costillas— ¿Qué ocurre?— las palabras no salían de mis labios, lo único que podía hacer era emitir gritos del inmenso dolor que se apoderaba de mi. Lo último que pude ver fue mi mano manchada de sangre tras haber tosido y el rostro pálido de Hudson... Después de eso yo fui abrazada por una manta negra mientras el dolor continuaba punzante en mi cuerpo.

- ¡Eleanor! -logre escuchar antes de que perdiera el conocimiento, sin embargo aquella voz me era indiscutiblemente familiar, aquella voz era de Nathan.

La muerte se llama... Eleanor. ||| Mrs. Write ||| EN EDICIÓN.Where stories live. Discover now