-¿Qué hacemos en el súper mercado?- pregunté irritada al arrastras con pesadez mis pies

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-¿Qué hacemos en el súper mercado?- pregunté irritada al arrastras con pesadez mis pies.

-Yo no tengo ningún problema en comer algo o sólo dormir con el estómago vacío- respondió Nathan arrojando algunas cosas al carrito- pero ya que serás mi "invitada" pensé que podría cocinar algo, aunque mi alacena está vacía así que pase a comprar algunas cosas.

-¿Por qué las comillas en la palabra invitada?- pregunté altanera.

-Técnicamente te has invitado sola- respondió bufón Nathan, pero no fue su comentario sino su sonrisa lo que me tomo por sorpresa, por lo que sólo pude sembrar un golpe en su brazo como respuesta.

Eso de ir de compras era aburrido, sólo habían estantes sosos que exhibían exactamente los mismo productos, sólo que con diferentes presentaciones — ¿Para qué necesitan los humanos las mismas cosas con diferentes nombres y colores? Al final es lo mismo— aquel lugar eran sólo pasillos, estantes y una música de fondo que era realmente irritante; la cual era interrumpida de vez en cuando con la extraña voz de una mujer que anunciaba las rebajas del día—ni siquiera estoy segura de que sean promociones—  la mentalidad de los humanos; jugaban con ellos y les hacen creer que necesitan algo sólo porque estaba barato.

-Elige el que quieras- mencionó Nathan deteniéndose frente a un estante con botellas finamente ordenadas.

-No sé que es todo esto- declaré con sinceridad tomando una botella al azar en mis manos.

-Es vino- respondió Nathan- planeó hacer pasta y pensé que podríamos acompañarlo con vino, no tienes de que preocuparte yo tampoco soy un experto en esto de los vinos, usualmente Rafael sabe de esto, pero tú y yo básicamente sólo vamos a probar.

La sonrisa y mirada de Nathan me hicieron bajar la guardia, ante la abrumadora sensación de mi corazón golpeando mis costillas, terminé por desviar la mirada, debía estar algo enferma ya que últimamente actuaba extraña cada vez que Nathan hacia este tipo de comentarios tan absurdos.— Quizás sólo estoy cansada o estoy por pescar una enfermedad humana— ambos terminamos escogiendo algunos vinos al azar, los elegíamos según nos pareciera interesante su nombre o su presentación, y una vez que teníamos todo tomamos un taxi hasta su casa.

Un aroma a manzana con canela fue lo primero que percibí una vez que la puerta se abrió, este era ligeramente acompañado con el aroma natural de Nathan. No era igual a la casa de Hudson, aquí no había frazadas en el borde del sofá ni juguetes en el suelo, tampoco era como el departamento de Rebecca pues no había un mini bar ni ese aroma a su perfume. De hecho la casa de Nathan se miraba muy espaciosa a causa de los pocos muebles, había un gran librero y una pared decorada con diplomas y fotografías suyas de la universidad; estaba realmente curiosa pues la única vez que estuve aquí no pase de su habitación.

-Da la impresión que solo vienes a dormir- mencioné con indiferencia. Aquel lugar solo contaba con un sofá, una mesa de centro, una lámpara de piso y el librero-¿Esto es a lo que llaman casa de soltero?

-En realidad casi nunca estoy aquí-respondió Nathan entrando con las bolsas a la cocina-así que nunca puse mucho interés en comprar muebles, de hecho me gusta así.

-Vacía-susurré con cierta pesadez.

-Bueno, vivo solo-habló Nathan desde la cocina, fue como si hubiera podido escucharme.

Me había dado cuenta que de un tiempo para acá, Nathan y yo parecíamos un poco conectados, él cada vez que hablaba lo hacía como si pudiera leer mi mente e incluso a veces terminaba las oraciones por mí, me resultaba extraño y no estaba segura que fuera algo que todos los humanos hicieran, ya que esto no me pasaba con Rebecca o con Hudson.

-Eleanor, ven un momento-me llamó Nathan. Caminé hasta que me puse bajo el umbral de madera. Esté estaba doblando sus mangas, dando una vista de sus brazos que me distraía un poco- ayúdame a cocinar ¿quieres?

-¿No fuiste tú quién dijo que no debía cocinar o podría quemarme?- solté con sonrisa bufona acercándome hasta él, tomando la sartén en mis manos de forma amenazante.

-Es cierto, se me olvidaba la peculiar forma que tienes para tomar el mango de la sartén-mencionó con esa mirada peligrosa y sonrisa de media luna.

-¿Acaso te burlas?

-Jamás señorita Muerte-respondió sarcástico para luego soltar una risita-vamos, ayúdame a preparar la salsa... Te iré guiando.

Usualmente hubiera declinado ante la idea, pero ante semejante sonrisa de gato de Alicia no pude evitar aceptar obedientemente. Odiaba enserio que el espacio no fuera suficiente para movernos cómodamente en la cocina. Pues cada vez que uno de nosotros se movía o pasaba de un lado a otro, no podíamos evitar rozar nuestros cuerpos de forma sugerente. Aquello era un tanto incómodo... Y hacia que mi corazón se escandalizará a cada roce de Nathan, no podía evitar pensar que entre más rápido termináramos, más rápido me liberaría de aquella prisión a la que Nathan llamaba cocina.

-¿Así está bien?-pregunté mientras vigilaba la salsa en la hornilla- ven a probar.

-Dame un poco, tengo las manos ocupadas- pidió Nathan acercándose un poco a mí para que le diera con el cucharón.

Aquello era vergonzoso, pero efectivamente tenía las manos liadas con otra cosa, y aunque sentía un extraño calor naciendo en mí pecho, no podía evitar sentir la divertida insistencia de aceptar e ignorar mi orgullo por un segundo. Así que serví un poco en el cucharón, con cuidado giré hasta él acercándolo a sus labios, sin embargo ni bien terminé de inclinarla para que lo probara, cuando Nathan se sobresaltó haciendo que el cucharón se me resbalara.

- ¡Joder! Estaba demasiado caliente-se quejó lamiendo sus labios- ¡Arg! mierda... Creo que me queme, seguro me saldrá ampolla.

-Lo lamento, seguro debe dolerte, tienes los labios rojos-mencioné apenada. Realmente no me había dado cuenta de que estaba caliente pues ni siquiera lo sentí-Lo lamento.

-No pasa nada, supongo que yo debí enfriarlo antes-aún así Nathan continuaba lamiendo insistente sus labios-¿Puedes pasarme un cubito de hielo? Necesito enfriar mis labios.

-¿Hielo?

-Sí, es frio... Está en la nevera- explicó Nathan.

"Bueno... Qué si es frio..."

-Eleanor pásame un...-pero antes de que terminara de hablar sólo acerque mis labios, para posarlos sobre los suyos.

Efectivamente, sus labios estaban diferentes a los míos, eran cálidos y podía sentir una bombita a punto de nacer, así que sólo se me ocurrió tomar su labio inferior entre los míos y lamerlo ligeramente, sin embargo Nathan respiraba algo diferente a lo usual, sus labios estaban húmedos y suaves... Nunca creí que estos fueran de esta forma, encajaban perfecto entre los míos, eran salados y cálidos, a cada movimiento que hacia este permanecía estático, la punta de mi lengua continuaba lamiendo aquel lugar en donde se sentía más caliente. De pronto sus torpes labios finalmente correspondieron a mis movimientos lo cual me dejó algo sorprendida, su mano que hasta hace un momento se encontraba liada, se acomodó debajo de mi oreja tomándome del cuello provocando que me acercará un poco más a él, haciendo que fuera yo esta vez la que respirará de forma extraña y mi lengua finalmente se encontrara con la suya.

"¿Qué es esto?"

La muerte se llama... Eleanor. ||| Mrs. Write ||| EN EDICIÓN.Where stories live. Discover now