-Sígueme- indicó Eleanor; quién caminó altiva por ese lugar.

-Aún no entiendo la razón de estar aquí...- mencioné, pero no recibí una respuesta.

Sinceramente comenzaba a acostumbrarme a estos espacios misteriosos en los que no me respondía. Nos detuvimos frente a una puerta de cristal que daba paso a una sala de reuniones. Eleanor entonces se giró a la cámara de seguridad para hacer una seña, fue cuando la puerta automáticamente se abrió. El aroma de cedro y aire acondicionado juntos me resultaba nostálgico. Las paredes de color gris decoradas con pequeños cuadros y frente a nosotros un imponente ventanal con la mejor vista de todas.

-Los Ángeles...- susurré maravillado y con cierta incredulidad ante la vista. De alguna manera los cristales daban un efecto de 3D y parecía como si se pudiera tocar los edificios- como si volaras.

-Lo sé... Es hermoso- comentó Eleanor en voz baja, cómo si tuviéramos miedo de despertar a alguien. Su mano se extendió hasta el cristal y parecía como si pudiera acariciarlos- Increíble.

-¿Cómo conseguiste el permiso?- pregunté. No me podía creer que esto fuera tan fácil.

-Yo no hice nada...- confesó- fue la señora Sabrina.

-No entiendo- mencioné girándome confundido a Eleanor- ¿Sin conocerte?

-No todos tienen el cuerpo lleno de veneno- escupió con enfado Eleanor, sus palabras tan tajantes me dejaron en silencio.

Me sentía incómodo pero decidí quedarme callado. Algo que había aprendido, era que si bien era cierto que las cosas que hacíamos resultaban extraordinarias, también era verdad que no importaba mucho la forma en que se consiguieran. Retrocedimos un poco hasta tomar unas sillas y sentarnos sin despegar la vista de los edificios, en aquel momento el cielo comenzaba a pintarse de un amarillo pálido y rosa. —Pronto saldrá el sol...— la emoción se abrió camino en mi pecho, ante la idea de que sería la primera vez que vería el amanecer; no podía evitar sentirme algo impaciente.

-Esto es algo que no me canso de ver... -declaró Eleanor mirando con sonrisa inocente al cielo; aunque sus palabras me erizaron y la garganta se me seco- es de esos pocos instantes en los que me siento calidad.

"¿Eh?"

De pronto me quedé atónito, quizás por la forma tan sincera con la que dijo aquello o quizás por su expresión tan desolada... De alguna forma me sentí conmovido. " No te gusta el frío ¿verdad?" aquella pregunta regresó a mi cabeza de la nada; y recordé aquel día que estuvimos en el acuario, cómo se comenzó a comportar extraño desde ahí, — ¿Cuál fue mi respuesta a su pregunta? ¿Qué le dije exactamente?— aún así no importaba que tanto me rebanara los sesos, no podía recordar lo que dije.

-Eleanor- la llamé con voz firme mientras ocultaba mi rostro entre unos mechones de cabello, al igual que apretaba mis puños intentando ocultar mis nervios- ¿Sabes? Hay algo que quiero decirte...- mis labios en ese momento enmudecieron, como si el valor se esfumara, buscando las palabras adecuadas, aquellas que no me hicieran parecer un idiota- ok... Eleanor... Tú... ya sabes...

-¿Siempre has sido tan elocuente?- se mofó de mi con absoluto sarcasmo, lo que consiguió cabrearme un poco.

-Joder, quiero decir que tú... Eres cálida a tú manera- aceptaba que la forma tan brusca con la que solté aquello no fue como lo tenía planeado; incluso Eleanor que se encontraba burlándose de mí, terminó en silencio y quizás algo sorprendida.

-¿De dónde ha salido eso?- cuestionó con cierto desprecio- suena raro.

-Bueno, pues lo lamento...- de alguna forma está chica no parecía captar la intención del mensaje, por lo que terminaba siendo algo despectiva.-Sólo pensé que debías saberlo.

-¿No se supone que odias el frio?- cuestionó con auto desprecio y en ese momento algo se aclaró en mi mente, cuando giré la vi con una expresión apagada.

"Eso fue lo que respondí... Se incómodo a tal grado que piensa que ella no me gusta, creo que ahora empiezo a entender... ¡Ja! pobre Muerte atolondrada".

-Serás cabezota- solté al mismo tiempo que pasaba mis manos por su cabello, despeinando su melena- quién diría que serias así de aprensiva... Ven, arriba.

Llena de confusión la tomé de sus frías manos, provocando que sus ojos se abrieran abruptamente. Era cierto que estaba fría... Pero aún cuando dejaba un extraño sentimiento, también se sentía agradable y en algún punto comenzó a gustarme sólo un poco.

-¿Te quedarás ahí todo el día?- preguntó impasible Eleanor.

-Solo quiero demostrarte que no me incómoda ni me disgusta tocarte- respondí con sinceridad y sonrisa tímida, pero lo que recibí en cambio me dejo atónito.

-¿Realmente crees que con sostener mis manos es suficiente?

"¿Eh?"

-Eres muy denso si crees que esto lo compensa- continuó recriminando con su mirada fija y tajante sobre mi.

De pronto ella se acercó algo vacilante hasta a mí, la distancia entre nuestros pechos era sólo milimétrica; si no fuera por la diferencia de estaturas estaba muy seguro que ella podría mirarme fijamente a los ojos. Rápidamente los nervios se apoderaron de mi cuerpo, sentía que tragaba con dificultad y que mi corazón latía cual roedor. La mano de Eleanor me tomó del brazo para acomodarlo en su cintura, — es tan pequeña....— no recordaba haber tocado antes de esta forma a mi prometida... Sin embargo ella no se mostraba titubeante, incluso se acercó hasta el punto que la distancia entre nuestros cuerpos fue inexistente.

-¿Entonces?- cuestioné con timidez y voz baja.

-¡Haz algo idiota!- exigió, sin embargo de alguna forma su reacción me resultaba adorable.

-La verdad soy un torpe... Podría pisarte- comenté con diversión, al mismo tiempo que comenzaba a moverme junto con ella. Sin embargó ni bien habíamos dado dos pasos, cuando terminé sembrando un pisotón en ella-te lo advertí.

-Está bien... Si eres tú, puedes pisarme- ante su respuesta tan sincera mi corazón se detuvo.

"¿Qué es eso?"

La muerte se llama... Eleanor. ||| Mrs. Write ||| EN EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora