Capítulo 17: Fantasmas

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—Creo que ves demasiadas películas de terror —Gianluca soltó una carcajada y se agachó para recoger unas carpetas que se habían caído, las mismas que ocasionaron todo el ruido—. ¿Qué haces aquí un sábado casi de noche? ¿Adicta al trabajo?

—No —se rió ya un poco más relajada pero su corazón seguía a mil por hora—, solo estoy recuperando unas horas que perdí hace unos días. Además, mis hijos están con su padre por lo que tenía mucho tiempo libre y eso no me gusta. ¿Y tú qué haces aquí? Te hacía conociendo la ciudad o con tu hija.

—Como recién vengo llegando debo ponerme al día con bastantes cosas, no es fácil empezar de cero en un país desconocido.

—¿Pero ya te vas? —él asintió—. Podríamos ir a comer a algún lado. Está vez yo invito.

—De ninguna manera vas a invitar tú, yo invito.

—Estamos en el siglo veintiuno, las mujeres podemos invitar a los hombres a comer de vez en cuando, ¿sabías?

Ambos rieron y comenzaron a arreglar sus cosas para irse pero no contaban con un pequeño detalle; las puertas funcionaban por un circuito eléctrico así que con el corte estaban cerradas y no había forma de abrirlas hasta que volviera la luz.

—¡Genial! —gruñó Lexie, ya se había hecho una idea de lo que comería. Estaba hambrienta—. Estaremos encerrados aquí por no sé cuanto tiempo. Siempre he dicho que estos circuitos no eran una buena idea.

—Al menos ahora nos llevamos bien, imagínate nos hubiésemos quedado encerrados cuando me odiabas a muerte, te habrías pegado un tiro.

—Sí, la verdad hubiese roto una ventana y saltado pero del tercer piso —bromeó.

—En mi oficina hay un sillón bastante grande y cómodo, podríamos quedarnos ahí. La verdad no se me ocurre otra cosa qué hacer sin nada de luz más que hablar.

Lexie asintió, ignorando una parte de su mente que le decía un par de cosas que podía hacer ahí a oscuras con el médico y sintiendo un cosquilleo en el estómago. Lo siguió por el pasillo y sin entender por qué, se sintió feliz de que hubiera sido él y no otra persona con quien se quedó encerrada. Tomaron asiento, cada uno en una esquina del sillón y comenzaron a hablar de cualquier cosa hasta que nuevamente llegaron al tema de los hijos. Ella pensó que sería un buen momento para llamarlos pero su teléfono se apagó sin previo aviso. Decidió enviarle un mensaje a su hijo desde el teléfono de Gianluca para decirle que su teléfono estaría apagado y a pesar de que él niño la llenó de preguntas ella solo le dijo que no podía seguir contestando.

—¿Todos los fines de semana tus hijos se van donde su padre? — preguntó Gianluca curioso, la verdad moría por saber el motivo de su separación pero no quería parecer un chismoso. Tenía fe de que en algún momento ella se lo contaría por su cuenta.

—Sí, ese es nuestro acuerdo. A pesar de que no nos separamos en muy buenas condiciones decidimos hacer lo mejor para los niños.

—¿A qué te refieres con eso de que no se separaron en buenas condiciones? ¿Tan malo fue? Si no te molesta hablar de eso, claro.

—Me refiero a que me enteré de que tenía unos cuernos más grandes que los de maléfica y lo puse de patitas en la calle.

Gianluca no pudo evitar soltar una pequeña carcajada por la comparación y después de unos segundos Lexie se unió a su risa.

—Lo siento mucho —él fue sincero pero no podía dejar de reír.

—Y sabes que soy tan patética que ni siquiera sé por cuánto tiempo me estuvo engañando; no quise escucharlo porque sabía que me rompería y no podía permitírselo, así que le pedí que se fuera de la casa en ese mismo momento, sin explicaciones, sin nada.

—Eso no es ser patética, es preocuparte por ti misma —la miró directamente a los ojos, se había puesto serio de repente—. Nunca he entendido lo masoquistas que son algunas mujeres al querer saber cada detalle de lo que hacen los hombres cuando las engañan y la verdad te admiro por no ser como las demás.

—Estuvimos unos tres años sin hablar más que lo necesario, él intentaba sacar el tema pero yo lo cortaba o lo dejaba hablando solo. Ahora nuestra relación está mejorando un poco desde que Cielo se puso enferma pero no es más que una especie de tregua. Lo nuestro ya nunca más va a ser.

Al médico le gustó escuchar eso último pero había algo más en eso que le había llamado la atención.

—¿Qué le pasó a tu hija?

—No lo sé, estoy realmente preocupada ya que ha tenido días muy malos. Pedí una hora al médico con una amiga pero no tienen citas hasta en dos semanas más y no sé si puedo esperar tanto.

—¿Qué síntomas has visto en la pequeña?

—Fiebre, vómitos, mareos, fatiga y ayer comenzó a sangrar por la nariz de la nada. Está decaída y ella es la persona más enérgica que conozco, nunca la había visto así.

—¿Le has notado hematomas en el cuerpo?

—Algunos, pero es una niña. Todos los niños se golpean y se forman hematomas, ¿no?

Gianluca se preocupó pero no quiso asustar a Lexie si no estaba completamente seguro, solo rogaba por que no fuera lo que estaba pensando.

—¿Por qué no la traes a mi consulta el lunes y le hacemos algunos exámenes? Aún no tengo tantos pacientes y para que tú puedas salir de dudas pero lo primero que necesito es que en casa te fijes bien si tiene hematomas y le preguntes si se ha golpeado últimamente. Es importante.

—Me estás asustando con eso. ¿Qué pasa?

—No te asustes, puede que no sea nada pero es mejor prevenir., tranquila.

—Gracias —Lexie se abalanzó sobre él y lo abrazó, Gianluca se sorprendió al principio pero luego le devolvió el abrazo y se quedaron así durante un largo rato disfrutando de ese gesto desconocido pero que por alguna razón a ambos les llenó un poco el alma.

La vida sucede (LIH#1)Where stories live. Discover now