Capítulo 15: Venecia

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—¿Qué fue eso de «No te olvides de comer»? —Nick agravó más la voz para imitarlo—. ¿Y por qué no te viniste en tu auto?

—Esto parece interrogatorio y no tengo por qué darte explicaciones, creí haberlo dejado claro ayer —contestó ella firme pero sabía que él no se rendiría hasta saber qué había pasado—. Me desmayé en la clínica y por eso me trajo, ¿contento?

—¿Qué? ¿Estás bien? ¿No estarás embara...?

—¿Qué? ¡No! —lo cortó Lexie antes de que terminara de decir la palabra—.Eso es imposible, ¿de quién voy a estar? ¿Del aire? Fue solo porque no había comido en todo el día y me bajó el azúcar.

—¿Segura que es solo eso?

—Te digo que sí, Nick.

—Está bien, cualquier cosa puedes llamarme y lo sabes. Nos vemos

Le dio un pequeño beso en la mejilla y salió por la puerta. Lexie se quedó un momento en la sala pensando en todo lo que acababa de descubrir de Gianluca en esas pocas horas. Decidió venir a vivir a su ciudad ya que no soportaba seguir viviendo en Italia, todo le recordaba a su difunta esposa y no podía vivir tranquilo. Su hermana se había venido a vivir con ellos porque no imaginaba su vida sin su hermano y su sobrina; tenía veinticinco años y estaba embarazada de su primer hijo. Sin duda a ese hombre no le había tocado una vida fácil pero se asombraba lo bien que pudo salir adelante con su hija sin tener que encontrarle una madre sustituta como hace la mayoría.

Mami, ¿me lees un cuento? —Cielo interrumpió sus pensamientos.

—Claro. ¿Cuál quieres que te lea? ¿La Cenicienta?

La pequeña asintió y fueron a su habitación, Lexie comenzó a leer la historia de la pobre chica a quien sus hermanastras trataban muy mal y todo era muy triste hasta que aparece el hada madrina para salvar la noche.

Y vivieron felices para siempre —terminó y cerró el libro.

—¿Todos son felices para siempre?

—Claro.

—Pero tú y papá no son felices porque no están juntos.

—Claro que somos felices, porque los tenemos a ustedes y eso es una felicidad que no cambiaríamos por nada.

—¿Y ustedes se siguen queriendo?

—Sí, nos queremos aunque estemos separados. Pero lo más importante de todo es que los amamos a ustedes y mucho.

—Yo también los amo.

Luego de abrazar a su hija y apagar la luz se dirigió a la habitación de Adán para despedirse. El chico se encontraba sumergido en uno de sus videojuegos de zombies y no escuchó entrar a su madre.

—¿Cuál es la gracia de matar gente todo el rato? —preguntó sobresaltándolo, no podía entender cómo los chicos podían pasar horas haciendo lo mismo. En su época de adolescente no existían esas cosas.

—¡Dios mamá! Casi me matas de un susto. Y es genial, estoy a punto de pasar de nivel.

—Es hora de dormir, mañana hay colegio.

—Déjame pasar el nivel y me duermo. Lo prometo.

—Está bien, pero vendré en un rato y si sigues despierto te dejaré dos semanas sin juegos. Estás advertido.

Al salir de la habitación de su hijo, se dirigió a la cocina para prepararse un té y al pasar por la sala, vio en el suelo la foto que tenía Gianluca en su billetera. Sonrió al ver nuevamente a la pequeña Venecia, era realmente hermosa y aunque aún no lo admitiría, tan hermosa como él. En la foto salía él de espaldas con la niña en sus brazos en dirección a la cámara, tenía el cabello del mismo tono castaño claro y unos enormes ojos verdes. No sabía cómo había sido su madre pero la niña tenía un parecido increíble a su padre.

Lexie dejó la foto encima de la pequeña mesa de centro y sacó su teléfono para tomarle una foto y enviarle un mensaje al médico. Fue una buena excusa para volver a hablarle.

«Se te quedo una princesa en mi casa.»

***

Gianluca había llegado a su casa hacía una media hora y se había encontrado con una despierta Venecia, quien se negaba a ir a dormir si no se despedía de su padre. Apenas lo vio, elevó los brazos para que él la cargara y lo abrazó con fuerza como hacía todos los días, él amaba la sensación de sentir sus pequeños bracitos rodeándolo después de un largo día de trabajo. A pesar de estar muy cansado, no se negó cuando la pequeña le pidió que le contara un cuento. Jamás se podría negar ante una petición de ella, simplemente era su debilidad; el amor de su vida.

Luego de que la pequeña se quedara profundamente dormida, soñando seguramente con «La Sirenita» que fue el cuento que acababa de leerle hasta la mitad, Gianluca se dirigió a su habitación y por fin se pudo acostar. Sin darse cuenta, comenzó a pensar en la rubia que no se podía sacar de la cabeza, sonrió al recordar la infantil actitud que había tenido con él el día anterior y también lo hizo al darse cuenta de que de a poco tal vez podrían llegar a conocerse y ser amigos, o algo así. No entendía qué le estaba pasando, desde la muerte de su esposa nunca había sentido la necesidad de conocer a ninguna otra mujer y después, de la nada esa rubia había caído —literalmente— en sus brazos para cambiar todo.

Quería escribirle un mensaje pero no sabía si tal vez parecería un poco pesado, por eso cuando su celular sonó y lo sacó de sus pensamientos, fue una agradable sorpresa ver que era ella. Habían intercambiado números de teléfono justo antes de que llegara Nick con los niños. Sin dejar de sonreír, se apresuró a responderle.

«No me había dado cuenta, siempre se me queda en todos lados (la foto, no mi hija). Me la puedes pasar cuando te lleve a la clínica en la mañana.»

«¿Me llevarás a la clínica en la mañana?», a Lexie, la sonrisa mientras devolvía el mensaje no se la quitaba nadie.

«Claro, tu auto sigue allí.»

«No te preocupes, debo ir a dejar a mis hijos al colegio. Tomaré un taxi.»

"Tengo que ir a dejar a Venecia al jardín que está de camino al colegio, no sería un problema.»

«Está bien. Muchas gracias. Qué duermas bien.»

«Buenas noches, Lexie.»

La vida sucede (LIH#1)Where stories live. Discover now