Capítulo 1: Primer día de clases

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—Adiós —dijo fríamente el chico y siguió su camino. Se encontró con un amigo y juntos entraron al colegio sin volver a mirar atrás. En el fondo, Adán se sentía muy mal por responder de esa manera pero tampoco podía perdonar a su madre por haber echado a su padre de la casa de un día para otro, sin ninguna explicación.

Alexia se quedó triste viendo como su hijo se alejaba cada vez más de ella y no solo se refería a ese momento.

—¿Me vas a dejar a la sala? —preguntó Cielo mientras le tomaba la mano y empezaba a caminar ajena a todo lo que estaba pasando—. Hoy por fin veré a Jay y Allie.

Jayden y Allison Brooks eran mellizos, ambos eran hijos del hermano de Lexie, Danny con su mejor amiga de toda la vida, Jo. Los niños Son eran unos meses mayores que Cielo por lo que desde el jardín infantil que eran compañeros de clase.

En la entrada del colegio el conserje la saludó con mucha alegría, la conocía de toda la vida ya que Lexie había inscrito a sus hijos en el mismo colegio que la vio crecer.

—Lexie, me alegro de verla otra vez por aquí —sonrió el señor.

—Hola, señor Benny —le respondió el saludo con una sonrisa—. ¿Cómo ha estado?

—Preparándome para las maldades que les haya enseñado a sus hijos, claro.

El señor Benny, llevaba ahí desde que Lexie era una niña pequeña por lo que le tenía mucho cariño, conocía todas sus travesuras y la cubrió muchas veces para que no la castigaran.

—Esos tiempos ya pasaron, ahora soy una madre responsable que le enseña a sus hijos a portarse bien y no hacer travesuras en el colegio.

—Cómo cambian las cosas.

—Ni que lo diga —suspiró—. Bueno, me encantaría seguir conversando pero vamos a llegar tarde. Espero que esté muy bien, adiós.

Volvió a tomar la mano de su hija para entrar mientras escuchaba al señor despedirse. Ya fuera de la sala, se arrodilló para quedar a la altura de su pequeña y le dio un beso en la frente antes de desearle un buen primer día.

—No te preocupes de Adán, mami —comenzó a decir, sorprendiéndola por completo. Era increíble cómo los niños se daban cuenta de todo—. Ya se le va a pasar.

Lexie no pudo evitar que se le cayera una lágrima apenas la niña se dio la vuelta para entrar. Intentó limpiarla con las manos pero de sus ojos rebalsaban aún más lágrimas, lo que no pasó desapercibido para su amiga que venía saliendo de la sala.

—¡Hey, Lex! —Jo apareció por la puerta de la sala y al ver a su amiga llorando se preocupó—. ¿Qué pasó?

—No pasa nada, es lo mismo de siempre. Adán no me perdona la separación.

—¿Tienes que trabajar hoy? —negó con la cabeza—. Entonces, tú y yo nos vamos a tu casa a conversar como en los viejos tiempos.

En el camino hacia su casa, Lexie lloró todo lo que pudo, lo que no había llorado en meses. Era una verdadera guerrera, pocas veces las lágrimas caían por sus ojos, hacía lo posible por verse fuerte aunque por dentro fuera más frágil que un cristal. No podía detener las lágrimas sabiendo que su hijo la odiaba; uno de los más grandes dolores para una madre es que tu hijo casi ni te dirija la palabra y te culpe de algo que no fue completamente tu culpa. Lo peor de todo era que no podía explicarle cómo en realidad fueron las cosas sin hacerlo sufrir.

Entró a su departamento unos minutos antes que llegara Jo y aprovechó de levantar un poco el desastre que tenía y arreglarse el maquillaje corrido por tanto llorar. Mientras esperaba que su amiga llegara, volvió a recordar la época cuando era una adolescente caprichosa y superficial, a la que lo único que le preocupaba era tener su cabello rubio sedoso y las pestañas perfectamente encrespadas.

Cuando llegó al colegio muy arreglada como siempre, se encontró en el baño con Jo, quien iba casi tan producida como ella. Cada mañana, se juntaban a arreglarse un poco más, era una especie de ritual porque para ellas el maquillaje nunca era suficiente a pesar de ser todavía unas niñas. Subieron al segundo piso, donde estaba ubicada su sala y se encontraron con su grupo de amigas, eran seis pero en el presente solo mantenía el contacto con cuatro. Era de esperarse que al verse armarían un alboroto digno de reality show.

—¡Silencio! —comenzó a decir la profesora con voz cansada a pesar de que solo era el primer día. Ese grupito la sacaba de quicio—. Alexia, ¿me dejarás hablar este año?

—Claro —mostró su mejor sonrisa irónica— que no —terminó en un susurro.

La profesora Kiara, no tenía una muy buena relación con ella ya que otra cosa que caracterizaba a Alexia era no prestar atención en clases y hacer desorden cada vez que se le presentara la oportunidad. La única vez que se quedó de verdad en silencio fue cuando quince minutos después de que empezara la clase, la puerta de la sala se abrió y entró una chica nueva; se llamaba Heather y venía del sur. Era una chica bastante tímida por lo que no estuvo mucho tiempo hablando cuando le tocó presentarse pero lo que sí logró fue captar la atención de uno de los chicos más «populares» que quedó hipnotizado con los ojos celestes de aquella chica. Ese chico era Tyler, el mejor amigo de Lexie, aunque su relación era bastante extraña ya que hace menos de un año habían sido novios y a veces volvían a tener sus recaídas sin que eso arruinara la amistad.

Mientras Lexie y sus amigas intentaban integrar a Heather al grupo, la puerta se volvió abrir y ahí fue cuando lo vio. Nicolás entró un poco nervioso pero intentando parecer despreocupado. Era alto, con la piel ligeramente bronceada, ojos claros —azul turquesa— y un cuerpo digno de envidiar sobre todo en un chico de catorce años. Alexia no le sacó los ojos de encima hasta que él también se fijó en ella e intercambiaron miradas. Ambos sintieron algo en esa primera mirada que aunque en ese momento no entendieran lo que significaba.

Sonó el timbre y los recuerdos otra vez se escondieron en el baúl más oculto de la cabeza de Lexie, donde tal vez se debería haber quedado. Al abrir, se encontró con la sonrisa de su mejor amiga y una botella de tequila que llevaba en la mano.

—¡Josette Sanger, al rescate! —exclamó ella entrando al departamento y pasándole un brazo por encima del hombro a Lexie para llevarla hacia la cocina preparada para animarla. 

La vida sucede (LIH#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora