Capítulo 5

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Harry terminó entrando en celo por primera vez esa madrugada. No se dio cuenta de lo que estaba pasando, porque de todos modos, sentía que todo le dolía. Llevaba horas llorando en silencio la partida de Louis, disfrazando su dolor con un resfriado. Deseó haber sido más valiente, deseó haber detenido a Louis, deseó haber corrido tras él cuando lo vio caminar en la nieve, a través de su ventana. Pero todo se quedó en deseos que no se atrevió a hacer, en teorías de lo que hubiera pasado si no hubiera sido un cobarde. Se sintió frustrado, estúpido, se sintió un niño tonto y se convenció que su alfa lo rechazaba exactamente por esa misma razón. Entendió, demasiado joven, que el arrepentimiento es causado, básicamente, por no hacer nada.

Lo despertó un intenso dolor atravesándole el vientre, su cuerpo consumiéndose en llamas, desde dentro y una desesperación que jamás había experimentado. Comenzó a llorar de nuevo, abrazando sus piernas contra su pecho, con la frente perlada de sudor. Aunque intentó mantenerse callado para no despertar a nadie, no pasó demasiado tiempo antes de que Emmy y Finn abrieran su puerta, asustados. No se enteró de nada, aunque escuchaba a Emmy decirle cosas, como si fuera una voz lejana. De repente, sintió el agua fresca contra su piel, soltándole los músculos contraídos por el dolor. Fue ligeramente consciente de Emmy quitándole la ropa cuidadosamente, acariciando sus rizos, hablando palabras ligeras y tranquilas.

- ¿Papá?

- Salió un momento, Harry, fue a comprar algo para que te sientas mejor.

- Me duele, me duele todo... - Sin poder evitarlo, empezó a sollozar, ocultando sus ojos en las palmas de sus manos y tratando de concentrarse en el abrazo suave de Emmy, pegándolo hacia ella.

Detrás de todo el dolor y la confusión, no podía dejar de pensar en que estaba desnudo frente a la omega de su papá y que, por si fuera poco, lo único que daba vueltas sin parar en su mente, era el nombre de su hijo. Aun en el estado en el que estaba, no se atrevió a nombrarlo. No, al menos, frente a ella. Cuando se quedó solo unos minutos, sin embargo, se permitió decir el nombre de su alfa dos, tres veces, en un quejido bajo, con la respiración agitada y las lágrimas escurriéndole por el cuello.

Estuvo un par de días entrando y saliendo de un estado que iba de letárgico a desesperado. Emmy estuvo varias horas con él, obligándolo a comer y a beber agua en los ratos que estaba consciente y adormilado, repitiéndole una y otra vez que iba a pasar, que iba a sentirse mejor. Además, habían tenido, por mucho, la conversación más incómoda. Si no hubiese sido por el malestar del celo, habría llorado de la humillación cuando Emmy le comenzó a explicar con paciencia, cómo se utilizaba su vibrador nuevo. Su. Vibrador. Nuevo. No tuvo demasiado tiempo para reflexionar y sentirse avergonzado, porque justo después, sintió de nuevo el dolor y las llamas y la desesperación que parecían no parar.

Cuando, finalmente, estuvo lo suficiente despierto y hambriento para salir de su habitación, se deshizo de cualquier rastro de los días anteriores en su cuerpo bajo el agua caliente de la regadera y se puso varias capas de ropa para mantenerse tibio. Su plan era bajar las escaleras intentando no hacer ruido, con la intención de comer algo y volver a esconderse. A esa hora, generalmente, ni Finn, ni Emmy estaban en casa. Con una bolsa de almendras en la mano y la otra, estampándose sobre su boca para contener el grito de susto, fue como descubrió que su papá no había ido al trabajo y lo veía con cariño desde la puerta de la cocina.

Sintió el sonrojo comenzando en su pecho y subiendo a través de su rostro. No tenía idea de cómo encarar el hecho de que su papá hubiera salido a comprarle un vibrador a mitad de la madrugada y fuera consciente de que, por los últimos 3 días, lo había estado utilizando con singular entusiasmo. Era normal, por supuesto que lo sabía, Finn y él habían tenido años antes "la plática" y en la escuela le habían explicado a detalle sobre los celos y lo que pasaba en ellos. Sin embargo, ninguna cantidad de teoría, lo había preparado para el caos y el miedo que le había provocado sentirse tan fuera de control de sí mismo por primera vez. Tampoco, en ninguno de los libros que había leído, le habían dicho lo reconfortante que sería ser abrazado por su padre una tarde entera, mientras lloraba por sentirse abrumado, por sentirse agotado y por sentirse abandonado.

No Lie In His FireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora