42: Emergencia.

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"De vez en cuando es bueno hacer una pausa en nuestra búsqueda de la felicidad y simplemente ser feliz" - Guillaume Apollinaire.

Me desperté sobresaltada, con el corazón a mil y con mis lagrimas sobre mis mejillas; aquel sueño se había sentido tan real. Por un momento sentí dolor en mi cuerpo, como si ese accidente hubiera pasado de verdad, aunque viendo en que posición había estado durmiendo supongo que era algo normal sentirme adolorida. Noté la hora y me levanté dirigiéndome al baño mirándome al espejo, donde una bolsas negras descansaban debajo de mis ojos.

De pronto esa ganas enorme de llorar volvieron a mí al pensar el tiempo que paso desde que le dije a Roman que nos tomáramos un tiempo. No me llamo, no me escribió, no me vino a buscar y no pensé que se tomaría de forma literal mis palabras. Me duele saber que para él fue lo mejor haberse alejado de mi para pensar las cosas.

Sin evitarlo las preguntas comenzaban a atormentar mi cabeza como cuchillas que iban directo a mi corazón. ¿Y si, al darle su espacio haya tomado la decisión de alejarse de mí? ¿Y si, lo he perdido para siempre? Siempre me pregunto si fue lo mejor haberle pedido que nos tomáramos un tiempo.

Me quité toda la ropa entrando a la bañera para dejar que el agua corriera por todo mi cuerpo, para que me ayudara a despejarme, pero sentía que cada gota era un flashback de todo lo que viví con Roman. Frustrada por estar de esta forma, me salí de la bañera y me sequé el cuerpo colocándome mi ropa que usaba la mayor parte del tiempo.

Agarré mi bolso y fui directo a la cocina donde se encontraban Charlotte y Adele desayunando tranquilas, como no quería hablar con ellas porque sabía a la perfección que me harían preguntas y no estaba de humor para responderlas. Fui hasta el frigorífico tomando un sándwich que me hice anoche y una botella de agua colocándola en el bolso.

-Me voy.

Anuncié sin saludarlas, dirigiéndome hasta el estacionamiento y entrando al coche sacando todo el aire que mantuve dentro para no decir nada hiriente. Prendí el coche y arranque directo al hospital con mis ojos en la calle, pero mi cabeza en otro mundo. Casi un mes, no es tanto ¿verdad? Solo mi cabeza trata de hacerme una mala jugada para hacerme sentir mal, ¿verdad?

Cuando estacioné y me fui directo hasta recepción todo me saludaron, pero simplemente hice un gesto sin querer saludar a nadie. Me parecía insoportable tener que hacerlo, ¿acaso no puedo actuar de la forma que quiero? Mi humor no me permitía ser la Rose sonriente, simpática, agradable, empática por más que lo intentara, hasta tuve el presentimiento que me veía horrible fingiendo hacerlo.

El día fue igual de rutinario desde el día que comencé a trabajar en este hospital, pero mucho más agobiante. Las horas se alargaban mucho más y comenzaba a sentirme asfixiada, ¿Qué me sucedía? Odiaba estar de esta forma, hasta yo no me soportaba. Hubo días en el que Flavio me molestaba desde lo ocurrido en el despacho del director, antes le respondía, pero ahora ni siquiera le daba la hora, simplemente lo ignoraba porque ya no... ya no podía pensar con claridad, me cabeza estaba rodeando una simple palabra, "Roman".

- ¿Que sucede contigo Rose? -Charlotte simplemente me regañaba, pero mi atención estaba lejos de ella -No puedes permitirte estar así por un hombre. Tienes una vida Rose, una vida que a duras penas pudiste construir, no puede tirar todo por la borda por él.

Tal vez tenga razón, estoy siendo bastante patética y no debería rebajarme a este nivel, pero ¿Como puedo hacerlo? Se siente vacío dejarlo ir, y no puedo hacerlo, es difícil.

UNA SEMANA DESPUÉS.

Ahora me encontraba caminando por las playas de Malibú. El directo me suspendió por no haber estado haciendo bien mi trabajo, sabía que lo mío es por un breve momento y volvería a ser la "Doctora Bellemore que todos adoran". A veces me pongo a pensar si fue una buena idea venir aquí, siento que hice muchos recuerdos con Roman y cada lugar que me gusta, lo compartí con él.

Curando HeridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora