2: Culpas y remordimientos.

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"El amigo ha de ser como la sangre, que acude luego a la herida sin esperar a que le llamen" -Francisco De Quevedo.

Eran 23:30 y era mi hora de descanso por lo que la mejor forma de aprovecharlo era regresando a casa, tomarme un gran baño de burbuja, tomando un poco de mi te, para luego ponerme en mi sillón mientras miro una serie en Netflix. Lo mejor de lo mejor.

Apague la computadora y guarde en los cajones mi carpeta. Me saque mi bata dejándolo en la percha para luego sacar mi bolso. Apagué las luces y cerré con llave mi despacho. Al despedirme de mis compañeros me fui al estacionamiento subiéndome en mi coche. Mientras conducía puse música relajante y bajé la ventanilla para dejar que el aire primaveral refrescara mi rostro.

Al pasar los últimos semáforos doble a la derecha llegando hasta el estacionamiento de aquel edificio donde se encontraba mi departamento. Cuando apague el motor y me desabroche el cinturón de seguridad, algo llamo mi atención. Había dos coches que se me hacían muy conocidos. Fruncí el ceñó y negué confundida, al bajar entre al edificio saludando al de seguridad y me dirigí al elevador presionando en botón el piso 4.

Mientras se cerraba las puertas saqué mi teléfono y vi que tenía tres llamadas perdidas y dos mensajes. Dos llamadas y un mensaje eran de Adele y las otras eran de Charlotte, le mande un mensaje al grupo y pregunte que pasaba. Cuando llegué al piso correspondiente abriéndose las puertas, fui hasta mi departamento y abrí la puerta.

Cuando entre, las luces estaban prendidas y se escuchaban ruidos en la cocina. Inmediatamente me puse en alerta y mi corazón comenzó a aumentar su pulso. En mi instinto de supervivencia que comencé a adquirir por experiencia, agarre un paraguas que estaba al lado de la puerta y el aparador donde dejo mis cosas. Al agárralo con fuerza fui despacio hasta la cocina, donde mientras más me acercaba, más temerosa me volvía y aquel valor que tuve en la puerta principal del departamento se desvanecía en mis pasos.

Cuando estaba en el umbral de la puerta, me agache tratando de mirar si había alguien, pero desde mi perspectiva no veía a nadie. Me enderece asintiendo decidida y con un valor que no sé de dónde lo saque me mostré en la cocina y comencé a gritar levantando el paragua para defenderme causando que las personas que estaban dentro también gritaran del susto con cosas en sus manos.

-Aaahh!!!! -Al abrir mis ojos note que aquellas dos personas eran mis mejores amigas.

-Por la madre tierra, casi me hago encima -Dijo Adele con su voz temblorosa soltando su cuchillo.

-Charlotte baja ese Taser -Dije aun impactada por el susto que me hicieron dar.

-Te juro que se sintió como una película de terror -Nos quedamos mirándonos por unos minutos para luego comenzar a saltar y a abrazarnos.

-Las extrañé -Comencé a llorar.

-No llores que yo también lloro -Adele agarro un pañuelo para quitarse aquellas lagrimas rebeldes.

-Yo no. Saben cómo soy -Rodeamos los ojos.

-La próxima vez avísenme.

-Lo intentamos, pero no contestabas mi niña. Estaba a punto de llamar al FBI para que te buscaran, que, por cierto, tengo un contacto muy importante que movería cielo y tierra por buscarte -Rodee los ojos por la exageración de Charl.

-Perdón, estaba en silencio y estaba bastante ocupada con mis niños.

-No sé cómo es que puedes trabajar en algo tan triste como eso.

-Y yo no sé cómo puedes trabajar en algo tan aburrido, peligroso y de tan poco color -Salió Adele en mi defensa.

-Y yo no sé cómo puedes trabajar en algo tan poco profesional, narcisista y asquerosamente colorido -Ad abrió su boca ofendida.

Curando HeridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora